UNIVERSIDAD ¡OBRERA Y ANTIESTATAL!
Los
panfletos no sirven para entendernos. Las asambleas no sirven para
debatir. Las consignas no sirven para argumentar. Las huelgas no sirven
para definir un programa. Es necesario utilizar otros medios. Por ello
nace este escrito. Este escrito nace del movimiento. En concreto del
movimiento estudiantil. Este escrito nace de la lucha y nace para la
lucha.
Este escrito quiere plantear la
necesidad y las posibilidades del movimiento estudiantil de desterrar la
lógica izquierdista de luchar “por lo público” de sus luchas
cotidianas. En lo sucesivo el texto se referirá al contexto
universitario, aunque tenga partes extensibles no solo al resto del
sistema educativo sino al resto de estructuras y servicios públicos y
estatales, desde las carreteras a la sanidad.
Por la pública
La defensa de la “educación pública” es
una especie de moda que el movimiento estudiantil asume como propia
desde hace casi 30 años. Es una especie de moda, dicho coloquialmente,
porque aunque pudiera tener una justificación racional y estratégica
como movimiento, viene impuesta por una corriente de opinión e
ideológica que ha ido calando hasta hacerse hegemónica dentro del
movimiento estudiantil. Esta defensa aparece en la década de los 80,
especialmente con el nacimiento del movimiento estudiantil contemporáneo
en la explosión del 86-87. Previamente las luchas estudiantiles tenían
componentes políticos y sindicales íntimamente ligados a la ideología y
las prácticas de la clase trabajadora en la que se desenvolvían. Esa
ideología y esas prácticas se desarrollan durante todo el ciclo largo de
lucha de los 70 con la influencia del 68. Pero la influencia del 68
queda reducida a una fachada espectacular cuando dentro del movimiento
obrero gana peso la parte “formal” y lo pierde la parte “espontánea”.
Esto es, crecen partidos y sindicatos frente a las asambleas, comandos y
grupos autónomos que habían marcado el ritmo anteriormente. Eso
significó una enorme aceleración de los procesos de recuperación por
parte de la socialdemocracia que controlaba el estado español y un ciclo
de pacificación social masiva.
En el preámbulo del estallido
estudiantil del 86-87 aparece lo que luego se conocería como el
Sindicato de Estudiantes. Esta estructura elaboró el discurso de la
educación pública, a imitación de cómo se desarrollaba en otros
territorios por parte de la izquierda europea más cercana al “estado del
bienestar” que a la “dictadura del proletariado”. Desde que ese
discurso nace y se generaliza acríticamente entre las asambleas
estudiantiles que cíclicamente nacen y mueren ha sido el punto común de
todas las luchas que ha vivido el movimiento estudiantil.
El discurso de “lo público” explica
panfleto tras panfleto que la universidad pública está en peligro por la
inminente reforma, sea cual sea. La universidad pública es entonces un
derecho a defender por parte del estudiantado. Pasados unos años, tras
varios ciclos como los de los 90, bricall, LOU…el discurso de la pública
se tiñe de una cierta nostalgia. Se transmite la idea de que la
universidad antes era más pública y estamos en medio de un proceso de
privatización. La universidad pública es entendida como lo entendían los ilustrados: un espacio neutral para el aprendizaje y la investigación.
Esta concepción, apoyada en una fuerte ideología, está muy vinculada a
la creencia de que el conocimiento, la ciencia o la técnica son
autónomas de la sociedad en que se desarrollan, es decir, son neutrales y
sólo toman un sentido según la voluntad de quién las usa. El discurso
de “la pública” se combina con un anticapitalismo de pega atribuyendo la
misión de mantener neutral a la universidad al estado frente la
parcialidad de “el mercado”. El estado, que en nuestro caso es la
monarquía parlamentaria con sus poltronas autonómicas, es entonces el
garante de que la universidad sea un vergel de sabiduría del que podamos
disfrutar los hijos y las nietas del proletariado.
Es cierto que se han puesto infinidad de
matices a este discurso por parte de muchos de los sectores,
organizaciones, asambleas e individuos implicados en las luchas. En el
momento actual, mayo de 2013, en la paralización general previa a un
cambio de ciclo de los movimientos sociales y en concreto los
estudiantiles, es cuando más urgencia puede tener emprender un debate
sobre el sentido de las luchas que hemos mantenido y sobre los palos de
ciego dados. La superación de un discurso manifiestamente caduco e
inútil pueda servir para romper esa parálisis.
¿Por lo estatal?
Los análisis algo más fundamentados y
reflexionados sobre la universidad, su crisis y su futuro quedan
encerrados en libros a los que el movimiento estudiantil no tiene mucha
afición. Libros como “De la nueva miseria. La universidad en crisis y
la nueva rebelión estudiantil”, “La universidad en conflicto. Capturas y
fugas en el mercado global del saber”[1] encierran unas
herramientas de análisis para interpretar el papel de la universidad que
no sólo rompen con el discurso de “la pública” sino que permiten
elaborar nuevas herramientas tanto de análisis como de combate para las
luchas antiautoritarias en el medio estudiantil.
Este análisis sobre la universidad,
heredero del 68 y sus principales impulsores situacionistas, se
fundamenta en la cosmovisión marxista de la sociedad de clases para
explicar el papel de la universidad. Esta cosmovisión marxista sirve
para entender la dominación económica vigente al explicar de forma
bastante esquemática las relaciones entre la clase dominada, la
trabajadora, y la dominante, la propietaria. Así se distinguen 3
funciones de la universidad en la sociedad de clases:
a)La universidad como aparato de la clase dominante para generar y extender la ideología dominante.
b)La universidad como aparato para la valorización del conocimiento transformándolo en capital.
c)La universidad como medio de
producción de cuadros técnicos y de técnicas que servirán a la
producción en el mercado capitalista.
Estas 3 funciones están
interrelacionadas. En una determinada época de expansión de un sector
económico, ese sector necesitará de cuadros técnicos. La formación de
cuadros técnicos se hace asignando a las personas un conocimiento
transformado en capital individual, un capital que el individuo
interioriza y se hace oficial mediante el título. Esta transmisión de
conocimiento, en forma de título, transmite ideología dominante al
naturalizar la división del conocimiento en áreas, la división del
trabajo en categorías patriarcales y asignar un valor a las personas en
función de su capital académico. Este es un ejemplo de cómo
interaccionan las 3 funciones de la universidad y de la complejidad de
las interacciones entre las 3 funciones.
Estas 3 funciones sitúan la
universidad como una herramienta de dominación de la clase capitalista
independientemente de la gestión estatal, autogestionaria o privada de
esta institución. La literatura estudiantil de estos últimos 30
años se ha centrado más en la cuestión pasajera de quién gobierna la
universidad que en el problema fundamental que es la función de la
universidad. La gestión de la academia es un tema importante que
conviene tratarlo con una perspectiva más amplia que mirando solo las
consecuencias inmediatas de quién y cómo se gestiona la institución en
cada momento.
El avance de las políticas liberales lo
que están modificando es la gestión de la institución, para que mantenga
sus 3 funciones mientras se gestiona según unos criterios que permiten
sacar pasta de la clase trabajadora a la que la patronal fuerza a
adquirir una serie de títulos como requisito para ser empleada.
En retroceso y decadencia se presenta el
modelo socialdemócrata del estado del bienestar, en que la universidad
se gestiona como un recurso que el estado ofrece a la clase trabajadora
para adquirir esos títulos que la patronal la exige. Esta concepción,
que tiene como fundamento la idea de que el estado es una providencia
neutral que mediante la democracia parlamentaria puede ser útil y
beneficioso para la clase trabajadora; se sitúa dentro de la ideología
dominante en la que la dominación económica del capitalismo es una
verdad intocable, como también lo sería el estatismo.
Otro punto de vista que defiende la
gestión estatal, más propio de las ideologías anticapitalistas, es el
que defiende que la universidad “de masas” es una conquista de una
parcela de poder de la clase dominada frente a la dominante y por tanto
la gestión estatal la manera más factible de obtener unas ciertas cuotas
de control de la institución. Así las relaciones mercantiles que se dan
en la universidad –la compra de títulos- siguen la lógica de los
servicios públicos y no de la empresa privada, lo que es mejor para la
clase dominada. Este punto de vista se ha ido sedimentando en ciertas
corrientes pretendidamente anticapitalistas hasta perder de vista que la
cuota de poder de clase que se puede tener sobre cierta institución se
va desgastando si no supone una ofensiva constante y expansiva a la
sociedad de clases, que es precisamente lo que ha ocurrido en estos 27
años de defensa de la “pública”.
Una crítica más dura merecen quienes
dentro de un anticapitalismo estético han querido resolver la evidente
incongruencia que supone defender lo que percibimos que es una
herramienta de dominación con la receta mágica y ambigua de la
autogestión o de lo popular. Ante el proceso privatizador y frente al
decadente estado del bienestar se acepta renunciar a la palabra
“público” por ser un vocablo desgastado por las corrientes ideológicas
antes descritas y se reemplaza por la universidad autogestionada o
popular, sin un mayor análisis. Es un síntoma de la inercia que llevan
los movimientos anticapitalistas que hace que sus luchas sean estéticas y
espectaculares el hecho de que el discurso que se presenta en el ámbito
universitario para romper con la corriente hegemónica en el movimiento
estudiantil sea caer en la trampa de discutir el modelo de gestión sin
entrar a discutir el objetivo de esa gestión o haciéndolo muy de pasada
para rellenar líneas en un panfleto. En todo caso, si esta postura
supone un peligro enorme para el movimiento estudiantil es por la falta
de pensamiento estratégico y táctico que supone. Ni desde el punto de
vista de clase económica dominada, ni desde el punto de vista del
individuo coartado, emprender una lucha en el medio estudiantil por la
autogestión de la universidad puede llevar ni individual ni
colectivamente a trazar estrategias de victoria porque obvian la
naturaleza absolutamente dependiente de la academia, eje de la
universidad, del resto de la sociedad tanto por su naturaleza
material(falta de recursos) como por lo intelectual(contexto en que se
da).
Saltemos la trampa.
Tenemos ante nuestro movimiento la
necesidad de sacudirnos de un lastre teórico y es que no tenemos
programa para la universidad en la que luchamos. Como se ha apuntado
hasta ahora en este escrito la cuestión del carácter
público-privado-popular de la universidad no debe ser el eje principal
de nuestro discurso sino una consecuencia de este. El eje principal de
nuestro discurso debe contemplar sobre todo el objetivo de la
universidad y debe atravesar nuestra vida actual, sin idealizaciones, y
llegar a la vida que aspiramos, sin matices. Eso significa ser radicalmente sinceras con nuestra situación de estudiantes y con nuestras aspiraciones anticapitalistas.
Clarificar la cuestión de nuestra situación nos servirá para trazar
estrategias y definir nuestras aspiraciones para concretar los fines de
la lucha.
Ser sinceras con nuestra realidad como estudiantes:
El movimiento estudiantil no deja de ser un movimiento social,
colectivo y con aspiraciones colectivas, por lo tanto lo más inteligente
es articular nuestra conciencia como colectivo, como estudiantado.
Siendo estudiantado y según las 3 funciones llegamos rápidamente a la
conclusión de que los estudiantes somos mercancía desde el punto de
vista del sistema universitario. Desde nuestro punto de vista, ver la
universidad como una institución por donde la gente de nuestra clase
debe pasar para poder acceder luego a unas condiciones laborales algo
mejores, nos sitúa como clientes de la universidad. Desde nuestro punto
de vista, y en esto hay que ser sinceras, si estamos en la universidad
es por el título. La romántica afirmación de que a la universidad se va a
aprender por voluntad propia es un enemigo del movimiento estudiantil
que tenga conciencia de clase, porque niega u obvia que en la sociedad
autoritaria no hay espacio para nuestra voluntad si no se conquista
luchándolo. En concreto niega que dentro de la dominación capitalista,
la clase dominada se vea forzada a seguir unos ritmos de vida impuestos
por la producción, que es precisamente lo que ocurre con la juventud
forzada a comprar títulos universitarios para cumplir la función que la
patronal espera para ella.
Esta visión de nuestra situación actual
nos abre varios frentes de actuación que chocan con la ambigüedad con la
que se emprenden luchas a día de hoy.
Primero: Las luchas estudiantiles puramente materiales, como las que
giran en torno a los precios de matrícula, las normativas académicas, la
estructura de las titulaciones, la carga de trabajo, la propiedad
intelectual…se pueden enfocar desde un punto de vista netamente sindical
y aplicar toda la experiencia organizativa y de combate acumulada por
el movimiento obrero sin necesidad de matices. A día de hoy, las luchas
supuestamente sindicales en el medio universitario se tiñen de
estudiantiles y todas se ven fuertemente influenciadas por la defensa
del modelo “público” como antes se ha descrito. Actualmente, en época de
recortes como vía rápida para la reestructuración y puesta en marcha de
la universidad-empresa, los conflictos surgidos como la subida brutal
de tasas se están gestionando como ataques a la universidad “pública” y
como situación colateral, ataques a la clase trabajadora. Desde un punto
de vista de clase como el propuesto, la subida de tasas es una
consecuencia de unos cambios en la universidad que van en contra de la
universidad como manera de redistribuir los beneficios, facilitando la
compra de títulos a las trabajadoras, y por tanto una reconquista de la
clase dominante de un terreno perdido en los 70. En este ciclo de
transformaciones regresivas en la universidad podría, desde el propuesto
punto de vista, articular la respuesta tanto defendiendo la adquisición
“barata” de títulos para nuestra gente como atacando sindicalmente a
las empresas y sectores que exijan a sus empleados haber comprado unos
títulos que ahora nos son inaccesibles. Además, al resituar el debate en
términos de clase como condición material se hace tabla rasa entre
estudiantes de lo público, de lo privado y de lo autogestionado. Esto
abre un campo de lucha tabú hasta ahora en el movimiento estudiantil que
son por un lado los centros privados y la gente que va a ellos, muchas
veces bajo la banalización de afirmar que quién va ahí es gente
adinerada cuando no la realidad es que es la misma gente que va a la
“pública”; y por otro lado la inclusión en el movimiento estudiantil a
toda la gente que participa de la educación no formal que se da dentro
de todos los movimientos sociales de forma más o menos explícita.En suma, esta propuesta de acción en la universidad significa dejar de defender una universidad pública para defender una universidad que sirva a las clases dominadas y a nadie más, pues eso precisamente es arrebatarles parcelas de poder al capital y al estado. Que las luchas estudiantiles giren en torno al sometimiento de la universidad a los intereses de los trabajadores llevará sin duda a clarificar las posiciones de las clases en conflicto en la actualidad, todo lo contrario que lo que se consigue con discursos ciudadanos y demócratas.
Merece una mención el hecho de que dentro del contrapoder sindical que podría suponer un movimiento estudiantil declaradamente clasista, la reivindicación de la defensa de la gestión “pública” podría ser parte de un programa estratégico a corto plazo. Desde el punto de vista de clase se puede defender la gestión “pública” de las instituciones universitarias como mal menor frente a lo privado, pero sin perder de vista que esta defensa de la gestión pública es circunstancial, no fundamental, y que es una mínima parte de lo que está en juego.
Segundo: El otro frente que permite
desarrollar esta concepción es “liberar a la academia”. Al desvincular
nuestra relación con la universidad con toda inquietud académica y
reduciéndola a lo material dejamos un campo enorme de actuación que es
la estructuración de realidades que nos permitan, no solo como
movimiento estudiantil sino como clase dominada, la socialización del
conocimiento y la creación embrionaria de la “universidad”
anticapitalista. Al negar que sea la universidad como institución el
campo en el que deba socializarse el conocimiento, por ser esta
institución una mera herramienta de dominación, nos forzamos a crear
herramientas de aprendizaje e investigación colectivos. Esto no
significa que se deba renunciar a la infraestructura física ni
intelectual de la universidad actual, pero si necesariamente a su
sistema de funcionamiento. Eso significa que el movimiento estudiantil
puede y debe desarrollar sistemas de aprendizaje colectivo en las
facultades y escuelas, con el conocimiento que se maneja e
instrumentaliza en ellas, pero lejos de la reglamentación y la lógica
que impone y reproduce la universidad, osea, sin títulos. Queda claro,
que dentro de esta vía de actuación no hay espacio alguno para la
defensa de la “pública”.
Ser sinceras con nuestros fines como anticapitalistas:
La visión clara sobre nuestros fines a lo que nos conduce a reconstruir
el comunismo y la anarquía, ambas metas que las clases dominadas se han
marcado como objetivos a lo largo de la historia, con esos o con otros
nombres. En el área de la universidad el objetivo es importante
definirlo porque sirve para trazar los métodos y estrategias de la
“liberación de la academia”. La universidad que el movimiento
estudiantil define como modélica, dentro de los desvarios de confundirla
con la “pública”, es ese espacio imposible en una sociedad autoritaria
en la que la universidad es un espacio donde el conocimiento, su
transmisión y expansión, se realizan en libertad de estudio, cátedra e
investigación. Eso significa resituar las funciones de la universidad en
su posición ideal de espacio neutro en donde encontrar conocimiento y
técnica, por lo que estamos ante una universidad anárquica, sin
autoridades académicas ni influencia de dominación alguna. Pero ello, y
no debe perderse nunca de vista, será imposible en la sociedad
patriarcal -que nos somete por género-, capitalista –que nos somete por
nuestra necesidades económicas- y estatista –que nos somete por el lugar
en que vivimos-. Eso sitúa al movimiento estudiantil que aspire a esta
universidad anárquica como un movimiento necesariamente rupturista con
la universidad actual dado que es parte del entramado de la dominación
que hoy padecemos.
La propuesta aquí presentada es la de
llegar a la ruptura mediante una lucha estudiantil muy proletaria y la
construcción de la universidad anárquica en paralelo. Que ya va siendo
hora de que empecemos a tomarnos en serio nuestra capacidad de
transformar las cosas.
La universidad en conflicto. Capturas y fugas en el mercado del saber. Edu Factory y Universidad Nómada. Traficantes de sueños. Madrid. 2010.
BARCELONA, MAYO DE 2013
NIHIL
nihil.org@gmail.com