En ocasiones, cada determinado tiempo se hace necesario
pararse a pensar entorno a lo realizado hasta el momento para
evaluar los caminos tomados, su posible validez y, por
supuesto, su posible invalidez. Lo que los Tigres de Sutullena
llamarían la “epidemia de rabia” en la revista Resquicios nº 4
ha demostrado quedarse anclado en lo espectacular de la acción
inmediata, instintiva pero mayormente ineficaz si cabe, por
parte de algunos elementos que han decidido pasar a la acción
ellos solos contra un sistema cada vez más globalizado y
fortalecido, es decir, ser menos cantidad pero más
espectaculares contra un sistema que cada vez es más
complicado de asaltar, nos estamos refiriendo al
insurreccionalismo, y más concretamente a su vertiente
anarquista. No parece importarles el hecho de que cada vez
haya más policía en la calle, ni que haya brigadas
especializadas en dichas acciones, ni que las acciones no
tengan el efecto esperado (excepto en la autocomplacencia
habitual), ni que las acciones no entren dentro de un plan
estratégico, ni que ni siquiera las personas del movimiento
libertario se enteren (ni que decir la ciudadanía estúpida) de
que va la cosa. Actuando al margen de cualquier tipo de
movimiento organizado (aunque sea informalmente), a ciegas,
despreciando cualquier otro tipo de actividad subversiva.
Parece que la acción sin más ni mangas es la única solución al
pequeño problema de acabar con el sistema, parece ser que
siliconeando cerraduras y quemando bancos podemos arrastrar a
la gente a la revuelta generalizada. Los elementos
insurreccionales son incapaces de entender que no todo el
mundo pretende destruir el poder así por las buenas, y esta
incomprensión mutua conlleva el distanciamiento de los
verdaderos afectados por los conflictos sociales y los que
pretenden radicalizar y extender dichos conflictos,
produciendo el desprecio y rechazo mutuos en numerosas
ocasiones. La separación de las luchas reales (aunque
parciales), el gueto, y la infravaloración de la represión que
podía suceder a las acciones en cuestión han llevado a
convertir la lucha en un fin en lugar del medio que debería
ser. La falta de reacción por parte de la sociedad condena al
movimiento al puro ataque sin sentido muchas veces, se piensa
que cuatro acciones bien colocadas y planificadas pueden
asestar un duro golpe al sistema, sin embargo, sin consecuente
revuelta por parte de las masas (palabra que repele a los
insurreccionalistas) se hubiese quedado en eso, cuatro
acciones bien planificadas. Dar un paso adelante en la lucha
en una época de convulsión social es sensato, no siendo así en
las circunstancias actuales, donde la mayor convulsión se da
en los partidos de fútbol. Dar un paso adelante, en ocasiones,
es caerse por el precipicio. Este texto es una pequeña crítica
al insurreccionalismo (utilizamos este término aún a sabiendas
de que no les gusta encerrarse en un nuevo “ismo”, pero sirve
para entenderse), principalmente a algunos de sus textos. En
cualquier caso recomendamos el texto “Anarquía profesional y
desarme teórico” de Miguel Amorós para complementarlo, ya que
hemos dejado de lado las tesis bonannistas que son tratadas en
dicho texto con el espíritu crítico que se merecen.
INSURRECCIONALISMO EN EL PAPEL Revisamos a continuación una
serie de textos donde se recogen los rasgos generales de esta
corriente, por supuesto no son todo el insurreccionalismo ni
lo pretenden, pero sí que son esclarificadores al respecto,
recomendamos de hecho su lectura. El primero de ellos es un
texto de Killing King Abacus, “Algunas notas sobre anarquismo
insurreccional” ya que aglutina los principios del mismo.
Insistimos en que estos textos son meramente indicativos, el
insurreccionalismo no se basa en estos textos exclusivamente.
Citaremos los pasajes que consideremos oportunos y mostraremos
nuestra conformidad o inconformidad con los mismos: “Es a
través de la acción y de aprender a actuar, y no de la
propaganda, como abriremos camino hacia la insurrección, a
pesar de que la propaganda tenga un papel importante en la
clarificación de cómo actuamos. Esperar sólo enseña a esperar;
actuando un@ aprende a actuar.” Aclarado que la palabra acción
pueda ser interpretada de mil maneras distintas, y que aquí la
tomaremos como ataque directo al capital, la propaganda se
puede plantear como un elemento complementario pero
imprescindible, ambas se entrelazan. Dar más importancia a una
que a otra no hace sino desequilibrar la lucha, quitarle las
patas a la mesa o cortarlas. La propaganda no debe únicamente
realizar una “clarificación de cómo actuamos” sino que también
ha de provocar una serie de cambios en la conciencia del que
la reciba, no debe indicar cómo actuamos sino el porqué. “El
camino desde varias insurrecciones que puedan tener lugar
-parciales y específicas- hasta la revolución, no puede estar
garantizado de antemano por ninguna estrategia a seguir.” No
estamos del todo de acuerdo con esta afirmación, aunque si con
una anterior del mismo texto: “Es necesario el planteamiento
de estrategias claras para permitir así la utilización de
métodos diferentes de una manera coordinada y productiva”.
Esto, bajo nuestro punto de vista implica la elaboración de
estrategias lo más claras posibles a corto plazo y
premeditadamente abiertas a largo plazo, siendo esta última
condición un objetivo primordial, confiriendo a la teoría y a
la estrategia la importancia que anteriormente tuvo la
ideología, eliminando de esa manera disputas acerca de metas
utópicas probablemente inalcanzables. Pretendemos que cada
paso que demos nos abra un abanico de posibilidades que la
ideología cerrada reduciría. Por ello creemos que planificando
meticulosamente las estrategias a corto plazo, y trabajando
por la extensión de la revuelta, llegará un momento en el que
la revolución será una estrategia a corto plazo, y la
posterior organización social también. No negamos el valor de
muchos elementos de las viejas ideologías, únicamente hay que
ponerlas en su lugar como herramienta y no como objetivo
último e inevitable. “La aparición de los primeros eslabones
rotos coincide con la propagación de los actos de sabotaje”
Ciertamente el sabotaje en el momento adecuado puede resultar
un arma eficaz, sin embargo, esto no debe llevarnos a pensar
que una revolución se lleva a cabo solo a base de sabotajes.
La extensión del sabotaje podría transformarse, en la
situación adecuada y de la forma adecuada, en la extensión de
la revuelta organizada informalmente. Es decir, el sabotaje es
un arma más, válida en todos los estadios de la revuelta y
para objetivos concretos, su uso debe limitarse a sus efectos,
y sus efectos no pueden por si mismos derribar el sistema, es
necesario pero no suficiente. Por tanto no podemos limitarnos
únicamente al uso del sabotaje, ni tampoco privarnos de él,
pero por supuesto requiere estar preparado para ello debido al
nuevo sistema totalitario de control. Es por este motivo que
el siguiente fragmento lo consideramos incorrecto: “Las
pequeñas acciones, por consiguiente, fácilmente reproducibles,
requieren de métodos no sofisticados al alcance de cualquiera,
son por su simplicidad y espontaneidad incontrolables. Por
ello se mofan incluso de los desarrollos tecnológicos más
avanzados de la contra-insurgencia.” Los sistemas de control
se han desarrollado hasta tal punto que resulta imposible
estar completamente seguros de que las acciones que se
realicen no van a tener ninguna consecuencia sobre el que las
realice más que sobre lo que se actúa. Infravalorar a la
policía es un error, como lo es también mofarse de “los
desarrollos tecnológicos más avanzados de la
contra-insurgencia”. Hay que estar respaldados por cajas de
resistencia, grupos de apoyo a presos, etc. y eso requiere una
cantidad de organización que no se ha dado en la realidad de
una manera completamente efectiva. La mera explosión de rabia
se muestra por tanto bajo una imperiosa necesidad de
organizarse y de prepararse. Con respecto a la conflictividad
permanente (el punto 4) nos mostramos ampliamente de acuerdo,
simplemente merecería una puntualización, y es que esta
conflictividad permanente no debe limitarse al poder, sino
extenderse a la conflictividad contra los recuperadores ya que
son estos precisamente los que actúan a modo de bolsillo del
sistema, se introducen en él los movimientos sociales,
integrándolos en el capitalismo para mejorarlo y adaptarlo. De
hecho son el poder, no hay opción menos mala. La lucha contra
sus mecanismos es, en nuestra opinión, la primera lucha a
realizar ya que sin ellos el poder se mostraría desnudo y más
vulnerable. El punto siguiente, la ilegalidad y su
desmitificación, nos parece imprescindible, estamos
completamente de acuerdo con ello y no tenemos nada que
añadir. Lo nombramos únicamente para que luego no se nos tache
de legalistas, ya que los prejuicios abundan. “Dentro del
movimiento revolucionario existen diferencias muy profundas:
la tendencia anarquista hacia la calidad de la lucha y su
autoorganización y la tendencia autoritaria hacia la cantidad
y la centralización.” Ciertamente, sin embargo la calidad de
la lucha aumentará con el crecimiento cuantitativo si este
último no se convierte en el objetivo primordial y si este se
desarrolla dinámicamente y no solo aditivamente, sencillamente
debemos considerarlo como un factor más de la guerra social.
Por otro lado nos parece indiscutible la idea de la
autoorganización y por tanto nos posicionamos en contra de la
centralización y de la organización visible, en consecuencia
consideramos que no hay porque relacionar implícitamente la
cantidad con la centralización, es cierto que es más
complicada evitarla en tanto en cuanto aumente la cantidad de
gente, pero es un riesgo que hay que correr ya que la
comodidad del gueto ya se ha mostrado como inoperante. “La
organización informal se basa en un número de compañer@s
unid@s por la afinidad; su elemento propulsor es siempre la
acción. Cuanto mayor sea el número de problemas, est@s
compañer@s los enfrentarán como una unidad, aumentando así su
afinidad. Sabemos que la organización real, la capacidad
efectiva de actuar junt@s, sabiendo donde encontrar al otr@,
analizando y estudiando los problemas junt@s, pasando a la
acción, todo tiene lugar en función de la afinidad alcanzada y
no tiene nada que ver con programas, plataformas, banderas o
partidos más o menos camuflados.” De este párrafo se destila
la marginación voluntaria, el suicidio y la guetización. Nada
de este párrafo indica la extensión del conflicto, la
actividad endógena de “compañer@s unid@s” es todo lo
necesario. Más que la extensión de la revuelta se busca el
aumento de la afinidad y de las acciones, se cae por tanto en
otro mito cuantitativo, cuantas más acciones realizadas por la
menor gente posible mejor, mayor “número de problemas” y por
tanto, mayor afinidad. Alegan que esta crítica de la
marginación “no es más que otra separación ideológica entre
los explotad@s y l@s subversiv@s”, pero no se dan cuenta de
que no es separación ideológica ni teórica, sino práctica,
precisamente en el campo en el que se consideran imbatibles y
superiores a cualquier otro método. Los siguientes párrafos
vuelven a relacionar el crecimiento cuantitativo con “grandes
luchas de masas”, “crecimiento infinito de un movimiento que
está para dominar y controlarlo todo”, “algo que debe resistir
el paso del tiempo”, “basarse en el crecimiento sin fin y en
la resistencia contra el ataque de los explotadores”, “de
retaguardia”. Mientras que propone que al ser pocos “se
establece un contacto entre la minoría anarquista y la
situación específica donde puede desarrollarse la lucha”,
aunque esto en la práctica ha supuesto casi siempre una
fantasmada irreal. A continuación nos ocupamos de otro texto,
anónimo, titulado “Propuesta para una manera diferente de
entender la organización”. De este nos interesa sobre todo su
crítica a la organización como elemento reificado, esto es,
convertido en una institución con representación física (como
puede ser un partido o un sindicato). Concordamos más con
aquellos que opinan que la organización no debe ser
perceptible mediante unas siglas o unos estatutos. Entendemos
la organización como una serie de relaciones e interacciones
entre los miembros de un movimiento, dentro de la cual estos
últimos desarrollen estrategias que se articulen con otras en
una determinada línea general hacia un objetivo, pero que
dicha forma organizativa no condicione ni sustituya al
individuo en la lucha. Es decir, la organización debe
proporcionar un contexto revolucionario en oposición al
contexto del sistema, dentro del cual las luchas cobran un
sentido. Por tanto apoyamos una forma organizativa, no una
organización definida y concreta. El texto critica de la
siguiente manera a las organizaciones formales, nombrando su
ilusión principal: “Así se irá avanzando, acumulando fuerzas
(siendo cada vez más) hasta que en un momento dado en que
seamos muchísim@s planteemos la gran batalla final
(revolución) y fruto de ella nazca una nueva sociedad.”
Nosotros también criticamos este aspecto, sin embargo, tampoco
nos posicionamos a favor de lo siguiente: “El objeto principal
pasa a ser el conflicto: potenciarlo donde se mantenga latente
y tratar de contribuir a su radicalización donde ya haya
aflorado a la superficie, todo ello sin importarnos demasiado
si como consecuencia de ello vamos a ganar simpatizantes
nuev@s o no.” No consideramos que radicalizar un conflicto sea
el “objeto principal”, este es únicamente un aspecto de la
guerra social, el conflicto parcial, no es de esperar que este
se extienda a otro tipo de conflictos que no sean evidentes.
“La subida del precio del pan, la implantación de una nueva
ley o impuesto, el apaleamiento de alguien por la policía,
etc.” puede que sean capaces, y no siempre, de desatar la
rabia y abrir los ojos, pero para que se de una ocasión de
revolución, es necesaria una gran cantidad de conflictos, las
épocas de crisis del sistema junto con la acción
revolucionaria son las que verdaderamente cuestionan los
cimientos del capitalismo, no un conflicto puntual. Por ello
no creemos que la rabia sea lo único que deba desatarse, debe
desatarse también la revolución. No se trata únicamente de
destruir, no podemos pensar que todo es tan fácil como eso. Si
así fuese bastaría con unos cuantos muy bien formados, en
efecto, pero la historia ya lo ha refutado con creces. La
Historia nos enseña lo extremadamente complicado que es acabar
con el sistema ya que no solo hay que hacerlo físicamente, hay
que eliminar también las relaciones de poder que ha creado en
la conciencia social porque sino volverá a crecer. Simplemente
haciéndonos a la idea de que cada paso que demos será más
complicado avanzar nos daremos cuenta de que nuestro objetivo
es mucho más complicado que destruir y verlas venir. En
definitiva, no se trata únicamente de hacer cosas, sino de
cambiar cosas. Por otro lado estamos de acuerdo con la
siguiente afirmación del texto: “Crear una organización va, a
menudo, acompañado de la producción de una iconografía propia,
una estética concreta y cierta homogeneización de las personas
que la componen: se crea consciente o inconscientemente un
producto. Y es por esto qué es mucho más fácil para las
instituciones absorber, deformar y manipular este producto.”
Para finalizar con este texto hagamos terapia contra la
masa-fobia: “Para el poder son más peligrosas diez personas
impredecibles e incontrolables dispersas que cien formando una
masa concentrada predecible y manipulable.” En efecto, sin
embargo no vemos donde esta la incuestionable relación entre
masa y que esta sea predecible y manipulable. La masa de los
suburbios franceses no era precisamente predecible ni mucho
menos manipulable. Tomándonos la libertad de cambiar la frase
consideramos que para el poder es más peligrosa una masa
impredecible, incontrolable y dispersa que únicamente diez
personas. Nuestro objetivo primordial no debe ser la creación
de una masa y de liberarla en el momento apropiado, sino de
desmasificar, desautomatizar, solo así se produce un momento
revolucionario, ni con diez superhéroes, ni con un millón de
estúpidos. El próximo y último texto se llama “Cuestiones de
organización. 31 tesis insurreccionalistas”, de nuevo sin
firmar. La primera tesis reza como sigue: “Siempre han
existido dos tendencias visibles en el Movimiento Obrero. Una
es tendencia etapista, que conservando las "victorias"
parciales pretende fijarlas como peldaños ascendentes a la
conquista del cielo. Otra es tendencia insurreccional que hace
del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria.”
Ciertamente existe una en medio que rechaza ambas, la que
considera que existe una contradicción entre las victorias
parciales y la revolución. Esto es debido a que por un lado la
vida era tan miserable que en el pasado, el movimiento obrero
ha gastado sus fuerzas en implantar mejoras laborales, estas
luchas servían no solo para mejorar dichos aspectos, sino que
también cohesionaban a la clase obrera inculcándole el
espíritu de lucha que pudiese llevarle a la revolución a base
de ganar confianza en sí misma, experiencia y lazos
solidarios. Y aunque el capitalismo se adaptaba, y mejoraba,
lo hacia de una manera superflua y que aún permitía
posibilidades de revolución, hoy en día el capitalismo ha
desarrollado la técnica de la adaptación a la perfección. Sin
embargo, esta propuesta se muestra inservible actualmente
debido a que la clase obrera no existe, y si existe es tan
sumamente egoísta y estúpida que no se va a mover un ápice.
Las “victorias” pertenecen actualmente al mismo poder, ya que
son conseguidas mediante instituciones que han sido creadas
por y para sí mismo, adaptando al sistema a los problemas
sociales y manteniendo la dominación a toda costa, no
cohesionan a la clase obrera como antaño. Por ello nosotros
rechazamos la tendencia “etapista” en la actualidad por
considerarla desfasada, pero tampoco aceptamos “hacer del
presente momento mismo de posibilidad revolucionaria”, ya que
es una contradicción en sus propios términos, el presente es
adormecimiento y control social, no permite revolución que
valga. Esperar al momento adecuado parece más correcto, lo que
no implica la pérdida de la conflictividad permanente,
sencillamente la vuelve más realista. “Las organizaciones
gestadas en el movimiento insurreccional de masas, sólo tienen
su razón de ser en el instante concreto de la revuelta
generalizada. Su construcción a priori o su mantenimiento
posterior sólo las conduce a la practica reivindicativa y/o a
la recuperación sistemática.” Ciertamente la espontaneidad es
necesaria, pero como ya hemos afirmado antes, creemos que una
estructura del movimiento es necesaria. También hay que hacer
notar que tener la razón de ser únicamente en el instante
concreto de la revuelta generalizada presupone que vaya a
haber una revuelta de tales condiciones. Para que una revuelta
se extienda de verdad tiene que tener conciencia de sí misma y
de sus objetivos (entendidos como objetivos a destruir), y
para ello puede ser útil una estructura con un bagaje de
experiencias que sepa como dotar de medios a la revuelta. Por
supuesto sin dirigirla, simplemente reafirmándola,
extendiéndola y, en lugar de haciéndola suya, incorporándose a
ella. También hay que darse cuenta de que estas revueltas
tienden a funcionar como imán de oportunistas tales como
comunistas autoritarios, izquierdistas y demás calaña que
tratan de utilizarla para sus propios intereses; inculcar el
rechazo a tales cretinos durante, y antes de, la revuelta se
convierte en una tarea primordial. Por ello consideramos que
para poder explotar verdaderamente las posibilidades de la
revuelta, esta debe ser apoyada por un movimiento con una
estructura concreta, invisible, pero instintiva, para que los
no acostumbrados al enfrentamiento contra el poder la
consideren válida para sus aspiraciones y rechacen el
reformismo. Creando dicha estructura y manteniéndola (mediante
la acción) hasta que se de la oportunidad de demostrar su
efectividad se puede pasar de una explosión de rabia a una
revolución contra el poder. “Si bien la plasmación de esta
tendencia en el movimiento libertario no ha tenido las
repercusiones “espectaculares” que ha podido tener la
tendencia etapista, ella está presente en toda la historia
libertaria con una práctica visible generadora de tensiones en
el seno del movimiento libertario y del movimiento obrero” Las
repercusiones “espectaculares” son precisamente las que
responden de los actos insurreccionales en la actualidad.
Anteriormente una victoria en el terreno laboral podía causar
conmoción supuestamente “espectacular” sin embargo, en los
tiempos en los que la lucha no gira en torno a dichas
victorias, lo espectacular es lo llamativo, lo increíble, pero
también lo incomprensible. Las repercusiones de la lucha
anteriormente causaban alegría, ahora las acciones fuera del
reformismo son desaprobadas por toda la sociedad, reciben esa
repercusión “espectacular” pero ficticia en su gran mayoría ya
que son consideradas como un ataque contra el sistema en el
que la masa gris se siente integrada y desarrollada. No nos
engañemos, hasta el más mísero ciudadano es el mayor defensor
del sistema. “El movimiento insurreccional libertario no
mantiene formas de organización pesadas, ni basa su acción en
la acumulación cuantitativa, ni se erige en representante de
nadie” Ciertamente estamos de acuerdo con las pretensiones de
esta frase, de hecho reúne en pocas palabras los principales
elementos del insurreccionalismo con los que estamos de
acuerdo. Sin embargo rechazamos su concepción de que los
movimientos que busquen y se preparen para la revolución sean
considerados “organizaciones pesadas”, basadas en la
acumulación cuantitativa y que se erija en representante de
quien sea, debido a que esto no tiene porque ser así (aunque
en efecto si que lo ha sido en numerosas ocasiones). El
principal punto flaco del insurreccionalismo es su
reduccionismo con respecto a las formas de organización, según
ellos se han de hacer mil sabotajes y ser los mínimos
posibles, en caso contrario, en el caso de que opines que el
verdadero motor de destrucción del sistema es la revolución
generalizada, caes en el mito cuantitativo y demás críticas
realizadas (acertadas en el caso del obrerismo, pero no
siempre en otros tipos de organización). “…también se dota de
medios formales de propaganda pero a diferencia de los otros
tales medios sólo son herramientas para avanzar hacia el
enfrentamiento y profundizar en la lucha insurreccional de las
masas.” Coincidimos cuando se afirma la lucha insurreccional
de masas, de hecho, esa es nuestra concepción de una
revolución, una lucha de masas pero con prácticas radicales,
alejadas de la uniformización, el plataformismo, el
reformismo, los dirigentes, etc.; por tanto abogamos por la
lucha de masas cuando estas se han desmasificado, cada
individuo dirige sus propios deseos en contra del capitalismo
apoyado por una gran cantidad de personas que actuarán de
diversas formas hacia el fin común de la destrucción del
sistema, la teoría revolucionaria, expresada en la misma base
de la revolución mediante asambleas que practiquen la
autocrítica y la adaptación permanentes, será la encargada de
establecer las condiciones de la nueva sociedad sobre las
ruinas de la anterior. “Sin un movimiento revolucionario a la
vista pretenden suplantarlo a partir de un crecimiento
cuantitativo que l@s convierta en la organización guía de las
masas, dejándolo todo postergado a un futuro inexistente en el
que vuelvan a producirse las “condiciones objetivas” de un
pasado mitificado. El enfrentamiento con la realidad se hace
en consecuencia imposible.” Ciertamente estamos en contra de
la formación de una organización concreta y visualizada por un
mesías (como hemos afirmado antes), de las pretensiones de
dirigir a las masas y de la mitificación del pasado. Esto ya
lo hemos mencionado a lo largo del texto, sin embargo
queríamos agruparlo para hacer ver que el hecho de esperar las
condiciones adecuadas para una revolución no es incompatible
con muchos supuestos del insurreccionalismo, sencillamente
ampliamos sus miras para complementar su acción dentro de una
estrategia más clara y con un fin más definido y efectivo.
“[El Capitalismo] es creciente, a la par que su descomposición
como sujeto unitario, la existencia de una mayoría explotada,
privada de todo poder de decisión sobre sus vidas.”
Ciertamente están privadas de todo poder de decisión sobre sus
vidas, pero esto no significa que la mera acción vaya a
empujarles a plantearse las bases del sistema. Una revuelta
también puede ser de tipo totalitario, o racista, o sexista, o
quizás puede derivar en ello, por este motivo consideramos que
se hace necesaria una “preparación” previa, ya que no podemos
esperar que lo que haga caer al sistema vaya a ser positivo
per se. “La posibilidad de revolución es una posibilidad
presente. El problema teórico planteado hace un par de siglos
por el socialismo no ha sido resuelto, tan sólo
reestructurado, ahondándose en la contradicción inherente al
sistema capitalista.” En cierta manera esto es así, sin
embargo debemos centrarnos en los momentos en los que dichas
contradicciones afloran a la superficie y afectan a la
población en general, de la misma manera que anteriormente lo
hacía el trabajo explotador y extenuante provocando revueltas.
Las contradicciones se muestran en forma de repentinas crisis
socioeconómicas, y en esos momentos de crispación social que
pueden desatarse en cualquier momento es donde hemos de fijar
nuestro objetivo, haciendo obvia la responsabilidad del
sistema en el malestar creado y mostrando a la dominación como
una línea continua que nunca ha cesado, simplemente se ha
transformado adaptándose a los avances sociales gracias a los
recuperadores. Antes era explotación laboral y económica,
actualmente es intelectual y encubierta. “Salir a la calle a
perturbar el miserable y embrutecedor orden de las cosas
haciendo visible la brutalidad sistemática que tod@s
percibimos esencialmente.” Mediante la destrucción y el
desinhibición de la rabia individual no se perturba el orden
de las cosas, únicamente se perturban a las cosas, que las
personas que interactúen con dichas cosas perciban su
destrucción como incitación a la perturbación de su orden y
que respondan a dicha perturbación de manera afirmativa hay un
abismo que no se salva tan fácilmente. La violencia en la
calle no siempre perturba, en ocasiones mantiene y en otras
legitima el orden, ya que esta puede ser interpretada de mil
maneras y se puede reaccionar de otras tantas. “Protestas
dirigidas contra tal o cual fenómeno parcial sólo evidencian
la manipulación folclórica de éstas, que eluden la globalidad
del enfrentamiento [...] El ataque muestra sus pretensiones
destructivas de la totalidad porque el objeto atacado es tan
sólo una excusa para cuestionar lo existente” Despreciando
completamente la manipulación folclórica de las luchas
parciales, nos mostramos de acuerdo con la insuficiencia de
posicionarse únicamente en estas sin dotarlas de un sentido
global, sin embargo, no caigamos en el engaño de las
“pretensiones destructivas de la totalidad” ya que cualquier
ataque único no es sino parcial. Elaborar una teoría paralela
a la práctica revolucionaria será la que evite el parcialismo,
por ello consideramos que no basta con afirmar que una acción
concreta es un símbolo contra toda la dominación ya que es una
pretensión ilusoria para los revolucionarios y no hace sino
confirmar nuestra minuciosa capacidad de autoengaño. Esperamos
que estas líneas sirvan como una incitación al debate y la
reflexión, ya que no podemos permitir que la “renovación” que
implantó el insurreccionalismo en el movimiento libertario
desgastado por la rutina se convierta en una nueva verdad
incuestionable como lo fuese el obrerismo y la idolatría a
Durruti. Queremos que sirva para ir rompiendo los moldes que a
veces nos encasquetamos nosotros mismos por la falta de
autocrítica y renovación. Por ¿En qué piensas?
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pararse a pensar entorno a lo realizado hasta el momento para
evaluar los caminos tomados, su posible validez y, por
supuesto, su posible invalidez. Lo que los Tigres de Sutullena
llamarían la “epidemia de rabia” en la revista Resquicios nº 4
ha demostrado quedarse anclado en lo espectacular de la acción
inmediata, instintiva pero mayormente ineficaz si cabe, por
parte de algunos elementos que han decidido pasar a la acción
ellos solos contra un sistema cada vez más globalizado y
fortalecido, es decir, ser menos cantidad pero más
espectaculares contra un sistema que cada vez es más
complicado de asaltar, nos estamos refiriendo al
insurreccionalismo, y más concretamente a su vertiente
anarquista. No parece importarles el hecho de que cada vez
haya más policía en la calle, ni que haya brigadas
especializadas en dichas acciones, ni que las acciones no
tengan el efecto esperado (excepto en la autocomplacencia
habitual), ni que las acciones no entren dentro de un plan
estratégico, ni que ni siquiera las personas del movimiento
libertario se enteren (ni que decir la ciudadanía estúpida) de
que va la cosa. Actuando al margen de cualquier tipo de
movimiento organizado (aunque sea informalmente), a ciegas,
despreciando cualquier otro tipo de actividad subversiva.
Parece que la acción sin más ni mangas es la única solución al
pequeño problema de acabar con el sistema, parece ser que
siliconeando cerraduras y quemando bancos podemos arrastrar a
la gente a la revuelta generalizada. Los elementos
insurreccionales son incapaces de entender que no todo el
mundo pretende destruir el poder así por las buenas, y esta
incomprensión mutua conlleva el distanciamiento de los
verdaderos afectados por los conflictos sociales y los que
pretenden radicalizar y extender dichos conflictos,
produciendo el desprecio y rechazo mutuos en numerosas
ocasiones. La separación de las luchas reales (aunque
parciales), el gueto, y la infravaloración de la represión que
podía suceder a las acciones en cuestión han llevado a
convertir la lucha en un fin en lugar del medio que debería
ser. La falta de reacción por parte de la sociedad condena al
movimiento al puro ataque sin sentido muchas veces, se piensa
que cuatro acciones bien colocadas y planificadas pueden
asestar un duro golpe al sistema, sin embargo, sin consecuente
revuelta por parte de las masas (palabra que repele a los
insurreccionalistas) se hubiese quedado en eso, cuatro
acciones bien planificadas. Dar un paso adelante en la lucha
en una época de convulsión social es sensato, no siendo así en
las circunstancias actuales, donde la mayor convulsión se da
en los partidos de fútbol. Dar un paso adelante, en ocasiones,
es caerse por el precipicio. Este texto es una pequeña crítica
al insurreccionalismo (utilizamos este término aún a sabiendas
de que no les gusta encerrarse en un nuevo “ismo”, pero sirve
para entenderse), principalmente a algunos de sus textos. En
cualquier caso recomendamos el texto “Anarquía profesional y
desarme teórico” de Miguel Amorós para complementarlo, ya que
hemos dejado de lado las tesis bonannistas que son tratadas en
dicho texto con el espíritu crítico que se merecen.
INSURRECCIONALISMO EN EL PAPEL Revisamos a continuación una
serie de textos donde se recogen los rasgos generales de esta
corriente, por supuesto no son todo el insurreccionalismo ni
lo pretenden, pero sí que son esclarificadores al respecto,
recomendamos de hecho su lectura. El primero de ellos es un
texto de Killing King Abacus, “Algunas notas sobre anarquismo
insurreccional” ya que aglutina los principios del mismo.
Insistimos en que estos textos son meramente indicativos, el
insurreccionalismo no se basa en estos textos exclusivamente.
Citaremos los pasajes que consideremos oportunos y mostraremos
nuestra conformidad o inconformidad con los mismos: “Es a
través de la acción y de aprender a actuar, y no de la
propaganda, como abriremos camino hacia la insurrección, a
pesar de que la propaganda tenga un papel importante en la
clarificación de cómo actuamos. Esperar sólo enseña a esperar;
actuando un@ aprende a actuar.” Aclarado que la palabra acción
pueda ser interpretada de mil maneras distintas, y que aquí la
tomaremos como ataque directo al capital, la propaganda se
puede plantear como un elemento complementario pero
imprescindible, ambas se entrelazan. Dar más importancia a una
que a otra no hace sino desequilibrar la lucha, quitarle las
patas a la mesa o cortarlas. La propaganda no debe únicamente
realizar una “clarificación de cómo actuamos” sino que también
ha de provocar una serie de cambios en la conciencia del que
la reciba, no debe indicar cómo actuamos sino el porqué. “El
camino desde varias insurrecciones que puedan tener lugar
-parciales y específicas- hasta la revolución, no puede estar
garantizado de antemano por ninguna estrategia a seguir.” No
estamos del todo de acuerdo con esta afirmación, aunque si con
una anterior del mismo texto: “Es necesario el planteamiento
de estrategias claras para permitir así la utilización de
métodos diferentes de una manera coordinada y productiva”.
Esto, bajo nuestro punto de vista implica la elaboración de
estrategias lo más claras posibles a corto plazo y
premeditadamente abiertas a largo plazo, siendo esta última
condición un objetivo primordial, confiriendo a la teoría y a
la estrategia la importancia que anteriormente tuvo la
ideología, eliminando de esa manera disputas acerca de metas
utópicas probablemente inalcanzables. Pretendemos que cada
paso que demos nos abra un abanico de posibilidades que la
ideología cerrada reduciría. Por ello creemos que planificando
meticulosamente las estrategias a corto plazo, y trabajando
por la extensión de la revuelta, llegará un momento en el que
la revolución será una estrategia a corto plazo, y la
posterior organización social también. No negamos el valor de
muchos elementos de las viejas ideologías, únicamente hay que
ponerlas en su lugar como herramienta y no como objetivo
último e inevitable. “La aparición de los primeros eslabones
rotos coincide con la propagación de los actos de sabotaje”
Ciertamente el sabotaje en el momento adecuado puede resultar
un arma eficaz, sin embargo, esto no debe llevarnos a pensar
que una revolución se lleva a cabo solo a base de sabotajes.
La extensión del sabotaje podría transformarse, en la
situación adecuada y de la forma adecuada, en la extensión de
la revuelta organizada informalmente. Es decir, el sabotaje es
un arma más, válida en todos los estadios de la revuelta y
para objetivos concretos, su uso debe limitarse a sus efectos,
y sus efectos no pueden por si mismos derribar el sistema, es
necesario pero no suficiente. Por tanto no podemos limitarnos
únicamente al uso del sabotaje, ni tampoco privarnos de él,
pero por supuesto requiere estar preparado para ello debido al
nuevo sistema totalitario de control. Es por este motivo que
el siguiente fragmento lo consideramos incorrecto: “Las
pequeñas acciones, por consiguiente, fácilmente reproducibles,
requieren de métodos no sofisticados al alcance de cualquiera,
son por su simplicidad y espontaneidad incontrolables. Por
ello se mofan incluso de los desarrollos tecnológicos más
avanzados de la contra-insurgencia.” Los sistemas de control
se han desarrollado hasta tal punto que resulta imposible
estar completamente seguros de que las acciones que se
realicen no van a tener ninguna consecuencia sobre el que las
realice más que sobre lo que se actúa. Infravalorar a la
policía es un error, como lo es también mofarse de “los
desarrollos tecnológicos más avanzados de la
contra-insurgencia”. Hay que estar respaldados por cajas de
resistencia, grupos de apoyo a presos, etc. y eso requiere una
cantidad de organización que no se ha dado en la realidad de
una manera completamente efectiva. La mera explosión de rabia
se muestra por tanto bajo una imperiosa necesidad de
organizarse y de prepararse. Con respecto a la conflictividad
permanente (el punto 4) nos mostramos ampliamente de acuerdo,
simplemente merecería una puntualización, y es que esta
conflictividad permanente no debe limitarse al poder, sino
extenderse a la conflictividad contra los recuperadores ya que
son estos precisamente los que actúan a modo de bolsillo del
sistema, se introducen en él los movimientos sociales,
integrándolos en el capitalismo para mejorarlo y adaptarlo. De
hecho son el poder, no hay opción menos mala. La lucha contra
sus mecanismos es, en nuestra opinión, la primera lucha a
realizar ya que sin ellos el poder se mostraría desnudo y más
vulnerable. El punto siguiente, la ilegalidad y su
desmitificación, nos parece imprescindible, estamos
completamente de acuerdo con ello y no tenemos nada que
añadir. Lo nombramos únicamente para que luego no se nos tache
de legalistas, ya que los prejuicios abundan. “Dentro del
movimiento revolucionario existen diferencias muy profundas:
la tendencia anarquista hacia la calidad de la lucha y su
autoorganización y la tendencia autoritaria hacia la cantidad
y la centralización.” Ciertamente, sin embargo la calidad de
la lucha aumentará con el crecimiento cuantitativo si este
último no se convierte en el objetivo primordial y si este se
desarrolla dinámicamente y no solo aditivamente, sencillamente
debemos considerarlo como un factor más de la guerra social.
Por otro lado nos parece indiscutible la idea de la
autoorganización y por tanto nos posicionamos en contra de la
centralización y de la organización visible, en consecuencia
consideramos que no hay porque relacionar implícitamente la
cantidad con la centralización, es cierto que es más
complicada evitarla en tanto en cuanto aumente la cantidad de
gente, pero es un riesgo que hay que correr ya que la
comodidad del gueto ya se ha mostrado como inoperante. “La
organización informal se basa en un número de compañer@s
unid@s por la afinidad; su elemento propulsor es siempre la
acción. Cuanto mayor sea el número de problemas, est@s
compañer@s los enfrentarán como una unidad, aumentando así su
afinidad. Sabemos que la organización real, la capacidad
efectiva de actuar junt@s, sabiendo donde encontrar al otr@,
analizando y estudiando los problemas junt@s, pasando a la
acción, todo tiene lugar en función de la afinidad alcanzada y
no tiene nada que ver con programas, plataformas, banderas o
partidos más o menos camuflados.” De este párrafo se destila
la marginación voluntaria, el suicidio y la guetización. Nada
de este párrafo indica la extensión del conflicto, la
actividad endógena de “compañer@s unid@s” es todo lo
necesario. Más que la extensión de la revuelta se busca el
aumento de la afinidad y de las acciones, se cae por tanto en
otro mito cuantitativo, cuantas más acciones realizadas por la
menor gente posible mejor, mayor “número de problemas” y por
tanto, mayor afinidad. Alegan que esta crítica de la
marginación “no es más que otra separación ideológica entre
los explotad@s y l@s subversiv@s”, pero no se dan cuenta de
que no es separación ideológica ni teórica, sino práctica,
precisamente en el campo en el que se consideran imbatibles y
superiores a cualquier otro método. Los siguientes párrafos
vuelven a relacionar el crecimiento cuantitativo con “grandes
luchas de masas”, “crecimiento infinito de un movimiento que
está para dominar y controlarlo todo”, “algo que debe resistir
el paso del tiempo”, “basarse en el crecimiento sin fin y en
la resistencia contra el ataque de los explotadores”, “de
retaguardia”. Mientras que propone que al ser pocos “se
establece un contacto entre la minoría anarquista y la
situación específica donde puede desarrollarse la lucha”,
aunque esto en la práctica ha supuesto casi siempre una
fantasmada irreal. A continuación nos ocupamos de otro texto,
anónimo, titulado “Propuesta para una manera diferente de
entender la organización”. De este nos interesa sobre todo su
crítica a la organización como elemento reificado, esto es,
convertido en una institución con representación física (como
puede ser un partido o un sindicato). Concordamos más con
aquellos que opinan que la organización no debe ser
perceptible mediante unas siglas o unos estatutos. Entendemos
la organización como una serie de relaciones e interacciones
entre los miembros de un movimiento, dentro de la cual estos
últimos desarrollen estrategias que se articulen con otras en
una determinada línea general hacia un objetivo, pero que
dicha forma organizativa no condicione ni sustituya al
individuo en la lucha. Es decir, la organización debe
proporcionar un contexto revolucionario en oposición al
contexto del sistema, dentro del cual las luchas cobran un
sentido. Por tanto apoyamos una forma organizativa, no una
organización definida y concreta. El texto critica de la
siguiente manera a las organizaciones formales, nombrando su
ilusión principal: “Así se irá avanzando, acumulando fuerzas
(siendo cada vez más) hasta que en un momento dado en que
seamos muchísim@s planteemos la gran batalla final
(revolución) y fruto de ella nazca una nueva sociedad.”
Nosotros también criticamos este aspecto, sin embargo, tampoco
nos posicionamos a favor de lo siguiente: “El objeto principal
pasa a ser el conflicto: potenciarlo donde se mantenga latente
y tratar de contribuir a su radicalización donde ya haya
aflorado a la superficie, todo ello sin importarnos demasiado
si como consecuencia de ello vamos a ganar simpatizantes
nuev@s o no.” No consideramos que radicalizar un conflicto sea
el “objeto principal”, este es únicamente un aspecto de la
guerra social, el conflicto parcial, no es de esperar que este
se extienda a otro tipo de conflictos que no sean evidentes.
“La subida del precio del pan, la implantación de una nueva
ley o impuesto, el apaleamiento de alguien por la policía,
etc.” puede que sean capaces, y no siempre, de desatar la
rabia y abrir los ojos, pero para que se de una ocasión de
revolución, es necesaria una gran cantidad de conflictos, las
épocas de crisis del sistema junto con la acción
revolucionaria son las que verdaderamente cuestionan los
cimientos del capitalismo, no un conflicto puntual. Por ello
no creemos que la rabia sea lo único que deba desatarse, debe
desatarse también la revolución. No se trata únicamente de
destruir, no podemos pensar que todo es tan fácil como eso. Si
así fuese bastaría con unos cuantos muy bien formados, en
efecto, pero la historia ya lo ha refutado con creces. La
Historia nos enseña lo extremadamente complicado que es acabar
con el sistema ya que no solo hay que hacerlo físicamente, hay
que eliminar también las relaciones de poder que ha creado en
la conciencia social porque sino volverá a crecer. Simplemente
haciéndonos a la idea de que cada paso que demos será más
complicado avanzar nos daremos cuenta de que nuestro objetivo
es mucho más complicado que destruir y verlas venir. En
definitiva, no se trata únicamente de hacer cosas, sino de
cambiar cosas. Por otro lado estamos de acuerdo con la
siguiente afirmación del texto: “Crear una organización va, a
menudo, acompañado de la producción de una iconografía propia,
una estética concreta y cierta homogeneización de las personas
que la componen: se crea consciente o inconscientemente un
producto. Y es por esto qué es mucho más fácil para las
instituciones absorber, deformar y manipular este producto.”
Para finalizar con este texto hagamos terapia contra la
masa-fobia: “Para el poder son más peligrosas diez personas
impredecibles e incontrolables dispersas que cien formando una
masa concentrada predecible y manipulable.” En efecto, sin
embargo no vemos donde esta la incuestionable relación entre
masa y que esta sea predecible y manipulable. La masa de los
suburbios franceses no era precisamente predecible ni mucho
menos manipulable. Tomándonos la libertad de cambiar la frase
consideramos que para el poder es más peligrosa una masa
impredecible, incontrolable y dispersa que únicamente diez
personas. Nuestro objetivo primordial no debe ser la creación
de una masa y de liberarla en el momento apropiado, sino de
desmasificar, desautomatizar, solo así se produce un momento
revolucionario, ni con diez superhéroes, ni con un millón de
estúpidos. El próximo y último texto se llama “Cuestiones de
organización. 31 tesis insurreccionalistas”, de nuevo sin
firmar. La primera tesis reza como sigue: “Siempre han
existido dos tendencias visibles en el Movimiento Obrero. Una
es tendencia etapista, que conservando las "victorias"
parciales pretende fijarlas como peldaños ascendentes a la
conquista del cielo. Otra es tendencia insurreccional que hace
del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria.”
Ciertamente existe una en medio que rechaza ambas, la que
considera que existe una contradicción entre las victorias
parciales y la revolución. Esto es debido a que por un lado la
vida era tan miserable que en el pasado, el movimiento obrero
ha gastado sus fuerzas en implantar mejoras laborales, estas
luchas servían no solo para mejorar dichos aspectos, sino que
también cohesionaban a la clase obrera inculcándole el
espíritu de lucha que pudiese llevarle a la revolución a base
de ganar confianza en sí misma, experiencia y lazos
solidarios. Y aunque el capitalismo se adaptaba, y mejoraba,
lo hacia de una manera superflua y que aún permitía
posibilidades de revolución, hoy en día el capitalismo ha
desarrollado la técnica de la adaptación a la perfección. Sin
embargo, esta propuesta se muestra inservible actualmente
debido a que la clase obrera no existe, y si existe es tan
sumamente egoísta y estúpida que no se va a mover un ápice.
Las “victorias” pertenecen actualmente al mismo poder, ya que
son conseguidas mediante instituciones que han sido creadas
por y para sí mismo, adaptando al sistema a los problemas
sociales y manteniendo la dominación a toda costa, no
cohesionan a la clase obrera como antaño. Por ello nosotros
rechazamos la tendencia “etapista” en la actualidad por
considerarla desfasada, pero tampoco aceptamos “hacer del
presente momento mismo de posibilidad revolucionaria”, ya que
es una contradicción en sus propios términos, el presente es
adormecimiento y control social, no permite revolución que
valga. Esperar al momento adecuado parece más correcto, lo que
no implica la pérdida de la conflictividad permanente,
sencillamente la vuelve más realista. “Las organizaciones
gestadas en el movimiento insurreccional de masas, sólo tienen
su razón de ser en el instante concreto de la revuelta
generalizada. Su construcción a priori o su mantenimiento
posterior sólo las conduce a la practica reivindicativa y/o a
la recuperación sistemática.” Ciertamente la espontaneidad es
necesaria, pero como ya hemos afirmado antes, creemos que una
estructura del movimiento es necesaria. También hay que hacer
notar que tener la razón de ser únicamente en el instante
concreto de la revuelta generalizada presupone que vaya a
haber una revuelta de tales condiciones. Para que una revuelta
se extienda de verdad tiene que tener conciencia de sí misma y
de sus objetivos (entendidos como objetivos a destruir), y
para ello puede ser útil una estructura con un bagaje de
experiencias que sepa como dotar de medios a la revuelta. Por
supuesto sin dirigirla, simplemente reafirmándola,
extendiéndola y, en lugar de haciéndola suya, incorporándose a
ella. También hay que darse cuenta de que estas revueltas
tienden a funcionar como imán de oportunistas tales como
comunistas autoritarios, izquierdistas y demás calaña que
tratan de utilizarla para sus propios intereses; inculcar el
rechazo a tales cretinos durante, y antes de, la revuelta se
convierte en una tarea primordial. Por ello consideramos que
para poder explotar verdaderamente las posibilidades de la
revuelta, esta debe ser apoyada por un movimiento con una
estructura concreta, invisible, pero instintiva, para que los
no acostumbrados al enfrentamiento contra el poder la
consideren válida para sus aspiraciones y rechacen el
reformismo. Creando dicha estructura y manteniéndola (mediante
la acción) hasta que se de la oportunidad de demostrar su
efectividad se puede pasar de una explosión de rabia a una
revolución contra el poder. “Si bien la plasmación de esta
tendencia en el movimiento libertario no ha tenido las
repercusiones “espectaculares” que ha podido tener la
tendencia etapista, ella está presente en toda la historia
libertaria con una práctica visible generadora de tensiones en
el seno del movimiento libertario y del movimiento obrero” Las
repercusiones “espectaculares” son precisamente las que
responden de los actos insurreccionales en la actualidad.
Anteriormente una victoria en el terreno laboral podía causar
conmoción supuestamente “espectacular” sin embargo, en los
tiempos en los que la lucha no gira en torno a dichas
victorias, lo espectacular es lo llamativo, lo increíble, pero
también lo incomprensible. Las repercusiones de la lucha
anteriormente causaban alegría, ahora las acciones fuera del
reformismo son desaprobadas por toda la sociedad, reciben esa
repercusión “espectacular” pero ficticia en su gran mayoría ya
que son consideradas como un ataque contra el sistema en el
que la masa gris se siente integrada y desarrollada. No nos
engañemos, hasta el más mísero ciudadano es el mayor defensor
del sistema. “El movimiento insurreccional libertario no
mantiene formas de organización pesadas, ni basa su acción en
la acumulación cuantitativa, ni se erige en representante de
nadie” Ciertamente estamos de acuerdo con las pretensiones de
esta frase, de hecho reúne en pocas palabras los principales
elementos del insurreccionalismo con los que estamos de
acuerdo. Sin embargo rechazamos su concepción de que los
movimientos que busquen y se preparen para la revolución sean
considerados “organizaciones pesadas”, basadas en la
acumulación cuantitativa y que se erija en representante de
quien sea, debido a que esto no tiene porque ser así (aunque
en efecto si que lo ha sido en numerosas ocasiones). El
principal punto flaco del insurreccionalismo es su
reduccionismo con respecto a las formas de organización, según
ellos se han de hacer mil sabotajes y ser los mínimos
posibles, en caso contrario, en el caso de que opines que el
verdadero motor de destrucción del sistema es la revolución
generalizada, caes en el mito cuantitativo y demás críticas
realizadas (acertadas en el caso del obrerismo, pero no
siempre en otros tipos de organización). “…también se dota de
medios formales de propaganda pero a diferencia de los otros
tales medios sólo son herramientas para avanzar hacia el
enfrentamiento y profundizar en la lucha insurreccional de las
masas.” Coincidimos cuando se afirma la lucha insurreccional
de masas, de hecho, esa es nuestra concepción de una
revolución, una lucha de masas pero con prácticas radicales,
alejadas de la uniformización, el plataformismo, el
reformismo, los dirigentes, etc.; por tanto abogamos por la
lucha de masas cuando estas se han desmasificado, cada
individuo dirige sus propios deseos en contra del capitalismo
apoyado por una gran cantidad de personas que actuarán de
diversas formas hacia el fin común de la destrucción del
sistema, la teoría revolucionaria, expresada en la misma base
de la revolución mediante asambleas que practiquen la
autocrítica y la adaptación permanentes, será la encargada de
establecer las condiciones de la nueva sociedad sobre las
ruinas de la anterior. “Sin un movimiento revolucionario a la
vista pretenden suplantarlo a partir de un crecimiento
cuantitativo que l@s convierta en la organización guía de las
masas, dejándolo todo postergado a un futuro inexistente en el
que vuelvan a producirse las “condiciones objetivas” de un
pasado mitificado. El enfrentamiento con la realidad se hace
en consecuencia imposible.” Ciertamente estamos en contra de
la formación de una organización concreta y visualizada por un
mesías (como hemos afirmado antes), de las pretensiones de
dirigir a las masas y de la mitificación del pasado. Esto ya
lo hemos mencionado a lo largo del texto, sin embargo
queríamos agruparlo para hacer ver que el hecho de esperar las
condiciones adecuadas para una revolución no es incompatible
con muchos supuestos del insurreccionalismo, sencillamente
ampliamos sus miras para complementar su acción dentro de una
estrategia más clara y con un fin más definido y efectivo.
“[El Capitalismo] es creciente, a la par que su descomposición
como sujeto unitario, la existencia de una mayoría explotada,
privada de todo poder de decisión sobre sus vidas.”
Ciertamente están privadas de todo poder de decisión sobre sus
vidas, pero esto no significa que la mera acción vaya a
empujarles a plantearse las bases del sistema. Una revuelta
también puede ser de tipo totalitario, o racista, o sexista, o
quizás puede derivar en ello, por este motivo consideramos que
se hace necesaria una “preparación” previa, ya que no podemos
esperar que lo que haga caer al sistema vaya a ser positivo
per se. “La posibilidad de revolución es una posibilidad
presente. El problema teórico planteado hace un par de siglos
por el socialismo no ha sido resuelto, tan sólo
reestructurado, ahondándose en la contradicción inherente al
sistema capitalista.” En cierta manera esto es así, sin
embargo debemos centrarnos en los momentos en los que dichas
contradicciones afloran a la superficie y afectan a la
población en general, de la misma manera que anteriormente lo
hacía el trabajo explotador y extenuante provocando revueltas.
Las contradicciones se muestran en forma de repentinas crisis
socioeconómicas, y en esos momentos de crispación social que
pueden desatarse en cualquier momento es donde hemos de fijar
nuestro objetivo, haciendo obvia la responsabilidad del
sistema en el malestar creado y mostrando a la dominación como
una línea continua que nunca ha cesado, simplemente se ha
transformado adaptándose a los avances sociales gracias a los
recuperadores. Antes era explotación laboral y económica,
actualmente es intelectual y encubierta. “Salir a la calle a
perturbar el miserable y embrutecedor orden de las cosas
haciendo visible la brutalidad sistemática que tod@s
percibimos esencialmente.” Mediante la destrucción y el
desinhibición de la rabia individual no se perturba el orden
de las cosas, únicamente se perturban a las cosas, que las
personas que interactúen con dichas cosas perciban su
destrucción como incitación a la perturbación de su orden y
que respondan a dicha perturbación de manera afirmativa hay un
abismo que no se salva tan fácilmente. La violencia en la
calle no siempre perturba, en ocasiones mantiene y en otras
legitima el orden, ya que esta puede ser interpretada de mil
maneras y se puede reaccionar de otras tantas. “Protestas
dirigidas contra tal o cual fenómeno parcial sólo evidencian
la manipulación folclórica de éstas, que eluden la globalidad
del enfrentamiento [...] El ataque muestra sus pretensiones
destructivas de la totalidad porque el objeto atacado es tan
sólo una excusa para cuestionar lo existente” Despreciando
completamente la manipulación folclórica de las luchas
parciales, nos mostramos de acuerdo con la insuficiencia de
posicionarse únicamente en estas sin dotarlas de un sentido
global, sin embargo, no caigamos en el engaño de las
“pretensiones destructivas de la totalidad” ya que cualquier
ataque único no es sino parcial. Elaborar una teoría paralela
a la práctica revolucionaria será la que evite el parcialismo,
por ello consideramos que no basta con afirmar que una acción
concreta es un símbolo contra toda la dominación ya que es una
pretensión ilusoria para los revolucionarios y no hace sino
confirmar nuestra minuciosa capacidad de autoengaño. Esperamos
que estas líneas sirvan como una incitación al debate y la
reflexión, ya que no podemos permitir que la “renovación” que
implantó el insurreccionalismo en el movimiento libertario
desgastado por la rutina se convierta en una nueva verdad
incuestionable como lo fuese el obrerismo y la idolatría a
Durruti. Queremos que sirva para ir rompiendo los moldes que a
veces nos encasquetamos nosotros mismos por la falta de
autocrítica y renovación. Por ¿En qué piensas?
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