Sobre la falta de rigor analítico en nuestros medios
“Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas,
tanto como a las colectividades individuales y a los que,
entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o,
simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.”
César Vallejo, Poemas en prosa. Conscientes de la necesidad de
una transformación radical del actual sistema económico, y
conscientes de que tal transformación implica un choque
frontal con los intereses del mercado internacional, con los
intereses de las oligarquías de cada Estado-Nación, y contra
la integración cada vez más acentuada del proletariado,
consideramos de suma importancia la puesta a punto y
desarrollo de la capacidad analítico-científica, artística y
revolucionaria, y su articulación en un movimiento con unas
capacidades defensivas superiores a la maquinaria de guerra
que posee el Capital. Para tales fines es necesario evitar
tanto el exceso de culturalismo proveniente de capas de la
sociedad que vinculadas a movimientos alternativos mantienen
aún una cultura burguesa bajo la máscara del nihilismo o
revolucionarismo, como el exceso de anti-intelectualismo
proveniente de egos minusválidos que tratan de encubrir su
minusvalía bajo la máscara de una ideología de la acción.
Ambas posiciones sólo conducen al bloqueo y liquidación de
cualquier posibilidad de una auténtica acción dirigida a la
construcción de los elementos necesarios para provocar el
cambio social; tan sólo tienden a reproducir la última moda en
anti-moda y la miseria cotidiana de lo mismo que
pretendidamente se trata de transformar, esto es, las formas
actuales de dominación. Tales excesos y desviaciones burguesas
hacen que se desatienda el trabajo de la verdadera cultura
proletaria, que parte del trabajo explotado y ha de tender a
la revolución comunista. El resto son pamplinas. Para los
proletarios, cualquier tipo de formación que no vaya
encaminada a fortalecer y desarrollar la lucha de clases, es
un desvío hacia el individualismo burgués. Estamos hasta los
cojones de hijos de concejales corruptos o hijos de
empresarios que viven “alternativamente” y montan sus negocios
de “comercio justo”, o que se convierten en pequeños
productores hortelanos de cultivo “ecológico”, para luego
lanzar lo que producen al mercado –todo ello, claro está, con
el colchón auxiliar del nido familiar o alguna sabrosa
subvención estatal; así es fácil-. Para los proletarios
salvajes no hay comercio justo, sino justo el comercio que
queremos destruir porque nos explota, bajo la forma que sea.
Lo mismo nos da que nos estafen en un bar de pijos que en otro
que tenga una foto del Che en la pared. También estamos hasta
las narices de gilipollas que tienen que hacerse 10.000 u
8.000 kilómetros para darse cuenta de la miseria que hay en el
mundo y que caen en el más absurdo relativismo defendiendo por
ejemplo el derecho de una iraní a ser una reaccionaria; como
si no hubiera gente en su país encantada de serlo, ni muertos
de hambre, ni miseria... y no hacemos esta crítica por no ser
internacionalistas, sino porque lo somos; tampoco
menospreciamos la labor del voluntariado que le da por ayudar
a otra gente a mejorar sus condiciones de vida, simplemente no
queremos ver delante a aquellos que pecando del más flagrante
etnocentrismo utilizan los foros izquierdistas
chachis-megaguais para contarnos que el mediterráneo existe.
Para nosotros, los comunistas sin partido, las apreciaciones
izquierdistas sobre el proletariado resultan dañinas respecto
al objetivo de emancipación social. El izquierdismo sigue
siendo la enfermedad infantil del comunismo, pues no responde
a las condiciones objetivas y sigue evidenciando su
incapacidad de aplicación práctica de sus adorados y sectarios
principios. Pruebas de la falta de apreciación de las
condiciones objetivas del proletariado por parte del
izquierdismo las encontramos en afirmaciones como que el
“ser-proletario” y la lucha de clases ya no existen. Señores
izquierdistas posmodernos, vayan a decirle a un hipotecado
obrero de la construcción que el “ser-proletario” no existe, a
ver qué les contesta... El que haya gente perteneciente al
proletariado que sea feliz con su hipoteca o que tengan un
nivel adquisitivo mayor que las capas más bajas del mismo, no
cambia su condición de proletarios, otra cosa es que sean
malos obreros... Las putas de lujo, no por ser de lujo dejan
de ser putas... En tales apreciaciones, existe por parte del
izquierdista una tremenda confusión entre lo que es la
conciencia de clase, el proletariado y la lucha de clases.
Tales nociones se pueden reinterpretar lo que se quiera, pero
siguen manteniendo, bajo distintas formas, la actualidad y
vigencia tal como aparecieron en la obra de Karl Marx;
cualquier otra interpretación es revisionismo barato e
intoxicador. Y esto vale tanto para el izquierdismo como para
los actuales partidos comunistas oficiales, los cuales
demuestran su inutilidad y anacronismo, incapaces de librarse
del aparataje burocrático que les otorga el poder sobre la
militancia. En lugar de limitarse a pasear retratos de Lenin
(e incluso de Stalin los muy inmorales) mejor aprendieran algo
de estrategia; claro que hay Secretarios Generales que están
muy cómodos con su vida de puteros cocainómanos. Los actuales
partidos comunistas realmente flaco favor le hacen al
comunismo, cosa que llevan demostrando con sus constantes
traiciones desde que usurparon los términos y las acciones del
conjunto social obrero y se dedicaron a liquidarlo al
someterlo a los intereses del Partido... A continuación, vamos
a dar las definiciones pertinentes para evitar confusiones.
Tales definiciones, lejos de ser antiguallas de la tradición
marxista, siguen siendo verdaderas e indiscutibles. Lo que sí
es discutible son las formas bajo las que aparecen hoy día,
que gran parte del proletariado de los países europeos vive
totalmente integrado en el bienestar de la ideología del
consumismo, y la lucha de clases cobra formas subrepticias
cada vez más sutiles, lo que genera más y más alienación entre
la clase obrera –el campesinado y ganaderos tradicionales, al
estar en contacto directo con la producción de los bienes de
uso del sector primario, están menos sometidos a la
alienación, pero eso lo dejamos para otra ocasión. Vayamos con
las definiciones... Capitalismo: sistema económico dentro del
cual los medios de producción y el aparato de distribución de
bienes están en manos de algunos poseedores, los capitalistas,
y los manejan a su arbitrio con fines de lucro. El capitalismo
genera así la lucha de clases al introducir la explotación en
el cuerpo social. El capitalismo produce una acumulación de
capital que conduce a los monopolios y a la creación de la
oligarquía financiera, es decir, al poder y la dominación de
unos cuantos banqueros. El desarrollo de los monopolios
conduce al imperialismo, que es la última fase del
capitalismo, en la que se pone más en evidencia su principal
contradicción: la que existe entre el trabajo que es social,
realizado por muchos, y el capital, medios de producción que
pertenecen a unos pocos. Explotación: dominación de una clase
social sobre otra a partir de la apropiación del trabajo
impago, del tiempo de trabajo excedente y del plusvalor. En el
capitalismo, aunque la clase trabajadora logre salarios
“altos”, sigue siendo explotada. Clases sociales: grandes
conjuntos de seres humanos que comparten un mismo modo de vida
y una misma condición de existencia. Se diferencian, se
enfrentan entre sí, construyen su propia identidad social y se
definen tanto por su posesión o no posesión de los medios de
producción como por sus intereses, su cultura política, su
experiencia de lucha, sus tradiciones y su conciencia de clase
(de sí mismos y de sus enemigos). Las clases explotadoras
viven a costa de las explotadas, las dominan y las oprimen,
por eso están en lucha y conflicto permanente a lo largo de la
historia. Proletariado: conjunto de la clase obrera cuyos
medios de existencia dependen por completo de la venta de su
fuerza de trabajo, y no de los beneficios del capital. Los
proletarios carecen de todo medio de producción, ya que no son
propietarios de las máquinas ni de la tierra que trabajan. Por
esto no pueden trabajar por su cuenta, sino que dependen
totalmente de la demanda de trabajo, lo que les pone a total
merced de los capitalistas. Por ello, el proletariado es la
clase más explotada por el sistema capitalista, y por ello
mismo es la única clase verdaderamente revolucionaria. Lucha
de clases: conflicto histórico entre grandes conjuntos de
individuos. Esta confrontación divide a la sociedad en
opresores y oprimidos: esclavistas y esclavos, patricios y
plebeyos, señores feudales y siervos de la gleba,
terratenientes y campesinos, burgueses y trabajadores; entre
poseedores y desposeídos de los medios de producción. Esta
contradicción impulsa el desarrollo de la historia, desde que
ésta es historia de la dominación. Marx demostró cómo toda la
existencia de estas clases esta estrechamente relacionada con
el grado de desarrollo de la producción en una época
determinada. Conciencia de clase: Identidad cultural y
comprensión política, pensada, vivida y sentida por cada grupo
social sobre sus intereses a largo plazo. No se adquiere ni se
logra por decreto, sino a partir de experiencias históricas,
tradiciones y luchas políticas. Nunca está dada. Jamás
preexiste. Se va construyendo a partir de los conflictos. La
mayoría de las veces se genera a saltos. Cuando se logra, la
clase trabajadora puede pasar de la necesidad económica a la
voluntad política. La conciencia de clase es parte beligerante
en la lucha de clases. Empezar a construirla es comenzar a
ganar la lucha. Alienación: [ = enajenación]: Proceso
histórico-social en el cual el producto del trabajo humano se
independiza, se vuelve autónomo, escapa al control racional y
termina siendo hostil contra su creador. Aunque Marx los
utiliza como sinónimos, etimológicamente “alienación” tiene un
origen psicológico y “enajenación” económico. Hegel define
“alienación” como “otro distinto de sí mismo”. En Hegel su
contenido no es negativo. En Marx, sí. Además de una pérdida,
expresa el desgarramiento, la escisión y la fragmentación del
ser humano. Algo está alienado o enajenado cuando ya no nos
pertenece. Ideología: En el marxismo “ideología” tiene dos
significados distintos: [1] concepción del mundo que implica
una determinada perspectiva de vida ligada a los intereses de
las clases sociales, una escala de valores, junto con normas
de conducta práctica. [2] Falsa conciencia, obstáculo para el
conocimiento de la verdad, error sistemático, inversión de la
realidad por compromisos con el poder establecido. El marxismo
es una concepción ideológica del mundo vinculada a los
intereses de los trabajadores (significado [1]) que cuestiona
toda falsa conciencia ideológica de la burguesía (significado
[2]). “Padecemos en la medida en que somos una parte de la
naturaleza que no puede concebirse por sí sola, sin las demás
partes.” Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico.
Los conceptos definidos, si bien se pueden ajustar más o
menos, son rigurosamente fieles a la realidad analizada y
establecen las condiciones objetivas desde las que toda
crítica que se pretenda rigurosa, tanto del sistema
capitalista como del movimiento obrero, debe partir si no
quiere alejarse del conocimiento verdadero y transformador de
la realidad. Y afirmamos esto con la serenidad de no caer en
un detestable dogmatismo que flaco favor le hizo a la
tradición marxista. Hoy, que decir la verdad se ha convertido
en un acto revolucionario, no tememos pecar de violentos ni de
intolerantes para con la ideología (en tanto que falsa
conciencia) que pretende la negación y bloqueo de cualquier
investigación auténticamente científica en base a un
pretendido humanismo y una hipócrita tolerancia, que no tiene
vergüenza de reivindicar su derecho a expresarse libremente
mientras pone en la picota cualquier análisis serio de la
realidad social, mientras viven de los beneficios de las
empresas de sus antepasados. Son los mismos perros que desde
su autocomplacencia burguesa piden caridad cristiana para con
los muertos de hambre y represión para los que ponen en
cuestión su reducida racionalidad que no es otra que la que
genera y planifica las carencias y necesidades. Estos mierdas
nada quieren saber de la solidaridad –actividad y concepto que
desgraciadamente brilla por su ausencia también en los medios
obreros. Hoy día los herederos de los intelectuales de
izquierda buscan privar a los trabajadores de los instrumentos
de emancipación, informándonos de que el proyecto de los
enciclopedistas ha muerto, que debemos abandonar las ilusiones
de la ciencia y de la racionalidad –un mensaje que llenará de
gozo a los poderosos, encantados de monopolizar esos
instrumentos para su propio uso-. De este modo, el
posmodernismo ha contagiado a gran parte de la población con
el síndrome de inmunodeficiencia mental, que aniquila nuestras
defensas racionales, haciéndonos vulnerables a cualquier idea
inadecuada, por débil que sea. Cabe recordar que este síndrome
tiene vacuna y prevención: el uso de la razón. Con el repaso
de estas nociones pretendemos colaborar en la recuperación de
la conciencia de clase del proletariado, piedra angular para
cualquier movimiento real que pretenda subvertir el estado de
cosas imperante. Por eso, aunque se pueda decir con otras
palabras que no suenen a tiempos pasados, volvemos a tales
categorías ante la desorientación que muchos pretendidos
compañeros padecen a la hora del análisis social. Cierto es,
como decíamos líneas arriba, que en el capitalismo más
avanzado, la propia evolución técnica de la producción ha
conducido a una amplia diversificación profesional, y
consecuentemente a ella, a una compleja estratificación
social. Entre la burguesía capitalista y la última escala del
proletariado existe una variada gama de subclases (pues se
derivan unas de otras) o grupos sociales que, aunque todas son
clases explotadas, poseen niveles económicos y culturales muy
distintos, lo que provoca que entre ellas apenas haya un débil
sentimiento de solidaridad. La consecuencia inevitable de esta
nueva estructuración social que se forma bajo el
neocapitalismo, es que la revolución proletaria no puede
surgir espontáneamente y condicionada únicamente por
motivaciones económico-sociales, sino que hace falta además un
elemento considerable de actividad y voluntad
político-ideológica; es decir, hace falta una clara toma de
conciencia por parte de todas las clases subyugadas de una u
otra forma, de que cada vez es más necesaria una lucha
decidida por un mundo más humano y más justo en el que no sean
posibles el hambre y la pobreza, las guerras, la tiranía... y
que ello sólo podrá conseguirse con la eliminación
revolucionaria del capitalismo. Claro que tal toma de
conciencia, fácil en los proletarios menos favorecidos, sólo
será realizada de manera significativa entre los proletarios
totalmente integrados y entre los pequeños propietarios y
autónomos cuando éstos empiecen a notar la pérdida de
bienestar y privilegios que el capitalismo irá continuamente
provocando con sus necesarias “vueltas de tuerca” para que las
oligarquías financieras y las corporaciones multinacionales no
pierdan terreno ante la posible ascensión de una clase media
fuerte que posee, gracias al avance tecnológico, sus medios de
producción –vinculados siempre al sector terciario-; esta
clase de privilegiados viven en una burbuja de aparente
autonomía. Y decimos de aparente autonomía porque dependen
totalmente del mismo sistema que les facilitó los medios de
producción, y por otro lado están totalmente separados del
sector primario y secundario sin percibir que una crisis
fuerte de ambos sectores echaría a pique su superficial modo
de vida. Queremos con ello apuntar que sólo cuando estos
grupos sociales empiecen a entrar en crisis porque ya no se
les deja “ascender” más socialmente, empezarán a tomar
conciencia de la condición objetiva en la que se encontraban y
será posible que pasen a luchar del lado del proletariado. Por
otra parte, la proletarización cada vez más intensa de
sectores que antaño gozaban de la protección estatal, como son
las instituciones académicas, y que su producción no estaba
directamente dirigida hacia la mercantilización, contribuirá
progresivamente a la toma de conciencia del movimiento de la
burguesía de privarnos de los medios que acabarían por
destruirla. La mercantilización y destrucción del sistema
educativo no es más que una evidencia de lo que decimos. Las
escuelas y las universidades cada vez se distinguen menos de
las cárceles y las fábricas. Trabajar por la conciencia de
clase hoy día supone librarse en primer lugar de los falsos
prejuicios de que tales términos y cosas no existen. Esto es
fácil entre los obreros y entre los que padecen día a día la
explotación laboral y la asfixia económica. Entre los
proletarios que gozan de una mayor flexibilidad económica la
cosa se complica y es dónde se encuentra la verdadera
problemática que bloquea la lucha de clases. ¿Cómo mostrar que
su bienestar es aparente y que se sustenta en los miles de
muertos del Capital? Dejamos abierta la cuestión. En lo que a
conciencia de clase se refiere, al contrario que Marcuse, no
confiamos en la potencia revolucionaria del
lumpenproletariado. Pues si bien es una subclase susceptible
de ser revolucionaria, ya que es la más explotada y la que más
padece la miseria, también lo es de ser contrarrevolucionaria,
cosa más fácil que la primera, ya que para quien vive en la
más absoluta miseria cualquier cosa le vale para conformarse.
Hoy es difícil que el lumpen devenga revolucionario, ya que
las aspiraciones del mismo son tenazmente burguesas y se
encuentra desplazado de la injusticia social de la producción,
por lo que desconoce lo malo del capitalismo y sólo conoce su
confort. Cabe recordar que los mineros asturianos que en 1934
participaron en la insurrección contra el Estado, eran los
mejor pagados de toda España, sin embargo quisieron ser dueños
de sus vidas y no esclavos de un salario, aunque esté les
asegurará unas condiciones de vida relativamente pasables
comparadas con las del resto del Estado, tenían conciencia de
lo que hacían. Sin embargo, fueron muchos los ignorantes y
pobres diablos desclasados que por un plato de lentejas
pasaron a integrar las líneas de las fuerzas de choque de la
reacción más bestial durante la guerra civil española. Por
último, consideramos de suma importancia la recuperación y el
trabajo de una noción duramente combatida por la actual
estructura social de la ideología dominante. Hablamos de la
solidaridad. El sistema capitalista fomenta una fuerte
ideología de la competitividad y de la lucha por la vida como
supervivencia del más fuerte, invirtiendo la “costumbre”
biológica que cabezona ella, hace que prime el funcionamiento
de solidaridad sobre el de lucha por la vida, en pro del
mantenimiento de la especie. En este sentido, la solidaridad
obrera es la ayuda material o moral que se expresa entre todos
los proletarios del mundo en un solo combate: el de la
liberación total de la clase proletaria. La ayuda económica a
los obreros en lucha es la forma más conocida de solidaridad,
pero no la más importante. La forma de solidaridad más
perfecta es el hecho de ponerse en lucha por el mismo hecho
que ha llevado a otros a la lucha de clases. U.H.P.
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“Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas,
tanto como a las colectividades individuales y a los que,
entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o,
simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.”
César Vallejo, Poemas en prosa. Conscientes de la necesidad de
una transformación radical del actual sistema económico, y
conscientes de que tal transformación implica un choque
frontal con los intereses del mercado internacional, con los
intereses de las oligarquías de cada Estado-Nación, y contra
la integración cada vez más acentuada del proletariado,
consideramos de suma importancia la puesta a punto y
desarrollo de la capacidad analítico-científica, artística y
revolucionaria, y su articulación en un movimiento con unas
capacidades defensivas superiores a la maquinaria de guerra
que posee el Capital. Para tales fines es necesario evitar
tanto el exceso de culturalismo proveniente de capas de la
sociedad que vinculadas a movimientos alternativos mantienen
aún una cultura burguesa bajo la máscara del nihilismo o
revolucionarismo, como el exceso de anti-intelectualismo
proveniente de egos minusválidos que tratan de encubrir su
minusvalía bajo la máscara de una ideología de la acción.
Ambas posiciones sólo conducen al bloqueo y liquidación de
cualquier posibilidad de una auténtica acción dirigida a la
construcción de los elementos necesarios para provocar el
cambio social; tan sólo tienden a reproducir la última moda en
anti-moda y la miseria cotidiana de lo mismo que
pretendidamente se trata de transformar, esto es, las formas
actuales de dominación. Tales excesos y desviaciones burguesas
hacen que se desatienda el trabajo de la verdadera cultura
proletaria, que parte del trabajo explotado y ha de tender a
la revolución comunista. El resto son pamplinas. Para los
proletarios, cualquier tipo de formación que no vaya
encaminada a fortalecer y desarrollar la lucha de clases, es
un desvío hacia el individualismo burgués. Estamos hasta los
cojones de hijos de concejales corruptos o hijos de
empresarios que viven “alternativamente” y montan sus negocios
de “comercio justo”, o que se convierten en pequeños
productores hortelanos de cultivo “ecológico”, para luego
lanzar lo que producen al mercado –todo ello, claro está, con
el colchón auxiliar del nido familiar o alguna sabrosa
subvención estatal; así es fácil-. Para los proletarios
salvajes no hay comercio justo, sino justo el comercio que
queremos destruir porque nos explota, bajo la forma que sea.
Lo mismo nos da que nos estafen en un bar de pijos que en otro
que tenga una foto del Che en la pared. También estamos hasta
las narices de gilipollas que tienen que hacerse 10.000 u
8.000 kilómetros para darse cuenta de la miseria que hay en el
mundo y que caen en el más absurdo relativismo defendiendo por
ejemplo el derecho de una iraní a ser una reaccionaria; como
si no hubiera gente en su país encantada de serlo, ni muertos
de hambre, ni miseria... y no hacemos esta crítica por no ser
internacionalistas, sino porque lo somos; tampoco
menospreciamos la labor del voluntariado que le da por ayudar
a otra gente a mejorar sus condiciones de vida, simplemente no
queremos ver delante a aquellos que pecando del más flagrante
etnocentrismo utilizan los foros izquierdistas
chachis-megaguais para contarnos que el mediterráneo existe.
Para nosotros, los comunistas sin partido, las apreciaciones
izquierdistas sobre el proletariado resultan dañinas respecto
al objetivo de emancipación social. El izquierdismo sigue
siendo la enfermedad infantil del comunismo, pues no responde
a las condiciones objetivas y sigue evidenciando su
incapacidad de aplicación práctica de sus adorados y sectarios
principios. Pruebas de la falta de apreciación de las
condiciones objetivas del proletariado por parte del
izquierdismo las encontramos en afirmaciones como que el
“ser-proletario” y la lucha de clases ya no existen. Señores
izquierdistas posmodernos, vayan a decirle a un hipotecado
obrero de la construcción que el “ser-proletario” no existe, a
ver qué les contesta... El que haya gente perteneciente al
proletariado que sea feliz con su hipoteca o que tengan un
nivel adquisitivo mayor que las capas más bajas del mismo, no
cambia su condición de proletarios, otra cosa es que sean
malos obreros... Las putas de lujo, no por ser de lujo dejan
de ser putas... En tales apreciaciones, existe por parte del
izquierdista una tremenda confusión entre lo que es la
conciencia de clase, el proletariado y la lucha de clases.
Tales nociones se pueden reinterpretar lo que se quiera, pero
siguen manteniendo, bajo distintas formas, la actualidad y
vigencia tal como aparecieron en la obra de Karl Marx;
cualquier otra interpretación es revisionismo barato e
intoxicador. Y esto vale tanto para el izquierdismo como para
los actuales partidos comunistas oficiales, los cuales
demuestran su inutilidad y anacronismo, incapaces de librarse
del aparataje burocrático que les otorga el poder sobre la
militancia. En lugar de limitarse a pasear retratos de Lenin
(e incluso de Stalin los muy inmorales) mejor aprendieran algo
de estrategia; claro que hay Secretarios Generales que están
muy cómodos con su vida de puteros cocainómanos. Los actuales
partidos comunistas realmente flaco favor le hacen al
comunismo, cosa que llevan demostrando con sus constantes
traiciones desde que usurparon los términos y las acciones del
conjunto social obrero y se dedicaron a liquidarlo al
someterlo a los intereses del Partido... A continuación, vamos
a dar las definiciones pertinentes para evitar confusiones.
Tales definiciones, lejos de ser antiguallas de la tradición
marxista, siguen siendo verdaderas e indiscutibles. Lo que sí
es discutible son las formas bajo las que aparecen hoy día,
que gran parte del proletariado de los países europeos vive
totalmente integrado en el bienestar de la ideología del
consumismo, y la lucha de clases cobra formas subrepticias
cada vez más sutiles, lo que genera más y más alienación entre
la clase obrera –el campesinado y ganaderos tradicionales, al
estar en contacto directo con la producción de los bienes de
uso del sector primario, están menos sometidos a la
alienación, pero eso lo dejamos para otra ocasión. Vayamos con
las definiciones... Capitalismo: sistema económico dentro del
cual los medios de producción y el aparato de distribución de
bienes están en manos de algunos poseedores, los capitalistas,
y los manejan a su arbitrio con fines de lucro. El capitalismo
genera así la lucha de clases al introducir la explotación en
el cuerpo social. El capitalismo produce una acumulación de
capital que conduce a los monopolios y a la creación de la
oligarquía financiera, es decir, al poder y la dominación de
unos cuantos banqueros. El desarrollo de los monopolios
conduce al imperialismo, que es la última fase del
capitalismo, en la que se pone más en evidencia su principal
contradicción: la que existe entre el trabajo que es social,
realizado por muchos, y el capital, medios de producción que
pertenecen a unos pocos. Explotación: dominación de una clase
social sobre otra a partir de la apropiación del trabajo
impago, del tiempo de trabajo excedente y del plusvalor. En el
capitalismo, aunque la clase trabajadora logre salarios
“altos”, sigue siendo explotada. Clases sociales: grandes
conjuntos de seres humanos que comparten un mismo modo de vida
y una misma condición de existencia. Se diferencian, se
enfrentan entre sí, construyen su propia identidad social y se
definen tanto por su posesión o no posesión de los medios de
producción como por sus intereses, su cultura política, su
experiencia de lucha, sus tradiciones y su conciencia de clase
(de sí mismos y de sus enemigos). Las clases explotadoras
viven a costa de las explotadas, las dominan y las oprimen,
por eso están en lucha y conflicto permanente a lo largo de la
historia. Proletariado: conjunto de la clase obrera cuyos
medios de existencia dependen por completo de la venta de su
fuerza de trabajo, y no de los beneficios del capital. Los
proletarios carecen de todo medio de producción, ya que no son
propietarios de las máquinas ni de la tierra que trabajan. Por
esto no pueden trabajar por su cuenta, sino que dependen
totalmente de la demanda de trabajo, lo que les pone a total
merced de los capitalistas. Por ello, el proletariado es la
clase más explotada por el sistema capitalista, y por ello
mismo es la única clase verdaderamente revolucionaria. Lucha
de clases: conflicto histórico entre grandes conjuntos de
individuos. Esta confrontación divide a la sociedad en
opresores y oprimidos: esclavistas y esclavos, patricios y
plebeyos, señores feudales y siervos de la gleba,
terratenientes y campesinos, burgueses y trabajadores; entre
poseedores y desposeídos de los medios de producción. Esta
contradicción impulsa el desarrollo de la historia, desde que
ésta es historia de la dominación. Marx demostró cómo toda la
existencia de estas clases esta estrechamente relacionada con
el grado de desarrollo de la producción en una época
determinada. Conciencia de clase: Identidad cultural y
comprensión política, pensada, vivida y sentida por cada grupo
social sobre sus intereses a largo plazo. No se adquiere ni se
logra por decreto, sino a partir de experiencias históricas,
tradiciones y luchas políticas. Nunca está dada. Jamás
preexiste. Se va construyendo a partir de los conflictos. La
mayoría de las veces se genera a saltos. Cuando se logra, la
clase trabajadora puede pasar de la necesidad económica a la
voluntad política. La conciencia de clase es parte beligerante
en la lucha de clases. Empezar a construirla es comenzar a
ganar la lucha. Alienación: [ = enajenación]: Proceso
histórico-social en el cual el producto del trabajo humano se
independiza, se vuelve autónomo, escapa al control racional y
termina siendo hostil contra su creador. Aunque Marx los
utiliza como sinónimos, etimológicamente “alienación” tiene un
origen psicológico y “enajenación” económico. Hegel define
“alienación” como “otro distinto de sí mismo”. En Hegel su
contenido no es negativo. En Marx, sí. Además de una pérdida,
expresa el desgarramiento, la escisión y la fragmentación del
ser humano. Algo está alienado o enajenado cuando ya no nos
pertenece. Ideología: En el marxismo “ideología” tiene dos
significados distintos: [1] concepción del mundo que implica
una determinada perspectiva de vida ligada a los intereses de
las clases sociales, una escala de valores, junto con normas
de conducta práctica. [2] Falsa conciencia, obstáculo para el
conocimiento de la verdad, error sistemático, inversión de la
realidad por compromisos con el poder establecido. El marxismo
es una concepción ideológica del mundo vinculada a los
intereses de los trabajadores (significado [1]) que cuestiona
toda falsa conciencia ideológica de la burguesía (significado
[2]). “Padecemos en la medida en que somos una parte de la
naturaleza que no puede concebirse por sí sola, sin las demás
partes.” Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico.
Los conceptos definidos, si bien se pueden ajustar más o
menos, son rigurosamente fieles a la realidad analizada y
establecen las condiciones objetivas desde las que toda
crítica que se pretenda rigurosa, tanto del sistema
capitalista como del movimiento obrero, debe partir si no
quiere alejarse del conocimiento verdadero y transformador de
la realidad. Y afirmamos esto con la serenidad de no caer en
un detestable dogmatismo que flaco favor le hizo a la
tradición marxista. Hoy, que decir la verdad se ha convertido
en un acto revolucionario, no tememos pecar de violentos ni de
intolerantes para con la ideología (en tanto que falsa
conciencia) que pretende la negación y bloqueo de cualquier
investigación auténticamente científica en base a un
pretendido humanismo y una hipócrita tolerancia, que no tiene
vergüenza de reivindicar su derecho a expresarse libremente
mientras pone en la picota cualquier análisis serio de la
realidad social, mientras viven de los beneficios de las
empresas de sus antepasados. Son los mismos perros que desde
su autocomplacencia burguesa piden caridad cristiana para con
los muertos de hambre y represión para los que ponen en
cuestión su reducida racionalidad que no es otra que la que
genera y planifica las carencias y necesidades. Estos mierdas
nada quieren saber de la solidaridad –actividad y concepto que
desgraciadamente brilla por su ausencia también en los medios
obreros. Hoy día los herederos de los intelectuales de
izquierda buscan privar a los trabajadores de los instrumentos
de emancipación, informándonos de que el proyecto de los
enciclopedistas ha muerto, que debemos abandonar las ilusiones
de la ciencia y de la racionalidad –un mensaje que llenará de
gozo a los poderosos, encantados de monopolizar esos
instrumentos para su propio uso-. De este modo, el
posmodernismo ha contagiado a gran parte de la población con
el síndrome de inmunodeficiencia mental, que aniquila nuestras
defensas racionales, haciéndonos vulnerables a cualquier idea
inadecuada, por débil que sea. Cabe recordar que este síndrome
tiene vacuna y prevención: el uso de la razón. Con el repaso
de estas nociones pretendemos colaborar en la recuperación de
la conciencia de clase del proletariado, piedra angular para
cualquier movimiento real que pretenda subvertir el estado de
cosas imperante. Por eso, aunque se pueda decir con otras
palabras que no suenen a tiempos pasados, volvemos a tales
categorías ante la desorientación que muchos pretendidos
compañeros padecen a la hora del análisis social. Cierto es,
como decíamos líneas arriba, que en el capitalismo más
avanzado, la propia evolución técnica de la producción ha
conducido a una amplia diversificación profesional, y
consecuentemente a ella, a una compleja estratificación
social. Entre la burguesía capitalista y la última escala del
proletariado existe una variada gama de subclases (pues se
derivan unas de otras) o grupos sociales que, aunque todas son
clases explotadas, poseen niveles económicos y culturales muy
distintos, lo que provoca que entre ellas apenas haya un débil
sentimiento de solidaridad. La consecuencia inevitable de esta
nueva estructuración social que se forma bajo el
neocapitalismo, es que la revolución proletaria no puede
surgir espontáneamente y condicionada únicamente por
motivaciones económico-sociales, sino que hace falta además un
elemento considerable de actividad y voluntad
político-ideológica; es decir, hace falta una clara toma de
conciencia por parte de todas las clases subyugadas de una u
otra forma, de que cada vez es más necesaria una lucha
decidida por un mundo más humano y más justo en el que no sean
posibles el hambre y la pobreza, las guerras, la tiranía... y
que ello sólo podrá conseguirse con la eliminación
revolucionaria del capitalismo. Claro que tal toma de
conciencia, fácil en los proletarios menos favorecidos, sólo
será realizada de manera significativa entre los proletarios
totalmente integrados y entre los pequeños propietarios y
autónomos cuando éstos empiecen a notar la pérdida de
bienestar y privilegios que el capitalismo irá continuamente
provocando con sus necesarias “vueltas de tuerca” para que las
oligarquías financieras y las corporaciones multinacionales no
pierdan terreno ante la posible ascensión de una clase media
fuerte que posee, gracias al avance tecnológico, sus medios de
producción –vinculados siempre al sector terciario-; esta
clase de privilegiados viven en una burbuja de aparente
autonomía. Y decimos de aparente autonomía porque dependen
totalmente del mismo sistema que les facilitó los medios de
producción, y por otro lado están totalmente separados del
sector primario y secundario sin percibir que una crisis
fuerte de ambos sectores echaría a pique su superficial modo
de vida. Queremos con ello apuntar que sólo cuando estos
grupos sociales empiecen a entrar en crisis porque ya no se
les deja “ascender” más socialmente, empezarán a tomar
conciencia de la condición objetiva en la que se encontraban y
será posible que pasen a luchar del lado del proletariado. Por
otra parte, la proletarización cada vez más intensa de
sectores que antaño gozaban de la protección estatal, como son
las instituciones académicas, y que su producción no estaba
directamente dirigida hacia la mercantilización, contribuirá
progresivamente a la toma de conciencia del movimiento de la
burguesía de privarnos de los medios que acabarían por
destruirla. La mercantilización y destrucción del sistema
educativo no es más que una evidencia de lo que decimos. Las
escuelas y las universidades cada vez se distinguen menos de
las cárceles y las fábricas. Trabajar por la conciencia de
clase hoy día supone librarse en primer lugar de los falsos
prejuicios de que tales términos y cosas no existen. Esto es
fácil entre los obreros y entre los que padecen día a día la
explotación laboral y la asfixia económica. Entre los
proletarios que gozan de una mayor flexibilidad económica la
cosa se complica y es dónde se encuentra la verdadera
problemática que bloquea la lucha de clases. ¿Cómo mostrar que
su bienestar es aparente y que se sustenta en los miles de
muertos del Capital? Dejamos abierta la cuestión. En lo que a
conciencia de clase se refiere, al contrario que Marcuse, no
confiamos en la potencia revolucionaria del
lumpenproletariado. Pues si bien es una subclase susceptible
de ser revolucionaria, ya que es la más explotada y la que más
padece la miseria, también lo es de ser contrarrevolucionaria,
cosa más fácil que la primera, ya que para quien vive en la
más absoluta miseria cualquier cosa le vale para conformarse.
Hoy es difícil que el lumpen devenga revolucionario, ya que
las aspiraciones del mismo son tenazmente burguesas y se
encuentra desplazado de la injusticia social de la producción,
por lo que desconoce lo malo del capitalismo y sólo conoce su
confort. Cabe recordar que los mineros asturianos que en 1934
participaron en la insurrección contra el Estado, eran los
mejor pagados de toda España, sin embargo quisieron ser dueños
de sus vidas y no esclavos de un salario, aunque esté les
asegurará unas condiciones de vida relativamente pasables
comparadas con las del resto del Estado, tenían conciencia de
lo que hacían. Sin embargo, fueron muchos los ignorantes y
pobres diablos desclasados que por un plato de lentejas
pasaron a integrar las líneas de las fuerzas de choque de la
reacción más bestial durante la guerra civil española. Por
último, consideramos de suma importancia la recuperación y el
trabajo de una noción duramente combatida por la actual
estructura social de la ideología dominante. Hablamos de la
solidaridad. El sistema capitalista fomenta una fuerte
ideología de la competitividad y de la lucha por la vida como
supervivencia del más fuerte, invirtiendo la “costumbre”
biológica que cabezona ella, hace que prime el funcionamiento
de solidaridad sobre el de lucha por la vida, en pro del
mantenimiento de la especie. En este sentido, la solidaridad
obrera es la ayuda material o moral que se expresa entre todos
los proletarios del mundo en un solo combate: el de la
liberación total de la clase proletaria. La ayuda económica a
los obreros en lucha es la forma más conocida de solidaridad,
pero no la más importante. La forma de solidaridad más
perfecta es el hecho de ponerse en lucha por el mismo hecho
que ha llevado a otros a la lucha de clases. U.H.P.
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