Después de unos meses de ausencia regresa el boletín Contra la Contra, esta vez con un breve balance sobre la situación mundial actual con la que los proletarios venimos lidiando día con día.
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La pandemia es domesticación
"La palabra mágica “seguridad” se impone frente al delincuente como ante el terrorista y el virus, y la crisis sanitaria muestra hasta qué punto el Estado obtiene nuestra sumisión en nombre de la salud."
Gilles Dauvé
En la sociedad del Capital los discursos que se nos presentan como “verdades” son expresados por diferentes portavoces de la clase en el poder, desde los medios masivos tradicionales hasta los supuestos medios alternativos, junto al sin número de redes sociales digitales. De este modo, el discurso informativo que nos advierte desde principios del 2020 acerca de la pandemia del Covid-19 evidencia que la información desde el poder se pretende inobjetable, a tal grado que no solo suscita consenso
entre los organismos de la burguesía, sino que ésta es aún reforzada a través de la opinión pública de las redes sociales y hasta de los supuestos medios disidentes.
La cuestión no es si la enfermedad es altamente infecciosa o si se deben seguir medidas de protección y cuidado o no. Es obvio que estamos frente a un virus que se propaga rápido y que en una minoría de personas infectadas causa la muerte. Aquí el problema es que el conjunto de información es tergiversado e instrumentalizado para validar cualquier acción del Estado capitalista. Desde encerrar obligatoriamente a una población, matar a personas que tuvieron el infortunio de salir durante
un toque de queda, justificar el hecho de que los individuos deben aislarse de sus seres queridos o recluirse sin tener qué comer; porque aquí, como en muchos lados sobre el planeta “cada uno se rasca con sus propias uñas”.
Desde que se expandió el virus por el mundo, los noticieros no hicieron otra cosa que bombardearnos con noticias de los miles de muertos, notas sobre hospitales a reventar de pacientes, ahondando en supuestos tan contradictorios que al día de hoy sólo causan estupor, más una cantidad de información improbable, confusa y sesgada venida de los “expertos”. Todo ello con un claro objetivo de perturbarnos para de este modo aceptar guardarnos en confinamiento. Sin cuestionar un ápice esta jodida situación. Sin importar que en nombre de la “salud pública” nos han quebrado la salud mental, y a lo sumo, han hecho cada vez más difícil la sobrevivencia del día a día.
La santa “verdad”
Anteriormente cuando se nos quería hacer creer en algo, imponernos la fe o someternos al designio de un amo era necesario la biblia en la mano y la espada en la otra, hoy no han cambiado tanto las cosas, solo se ha cambiado la biblia por el argumento “científico” en boga, sin faltar el garrote y el fusil cuando éste no basta. Hoy día la visión positivista recalcitrante que antepone la nueva fe “científica” intenta hacernos creer que fuera de sus verdades (temporales y transitorias) no hay más verdad, y cualquier otra especie de interpretación o análisis que no esté certificado por los institutos o no haya sido validado en los “papers” científicos carece de valor y debe descartarse a la primera.
¿Acaso el pensamiento científico o, mejor dicho, lo que han validado las instituciones burguesas y puesto ese sello, debería ser la base para regir, controlar y gestionar nuestras vidas, como si fuésemos sujetos de un experimento, sin más, simples ratones con los que se ejecuta el disciplinamiento social, el control y los diferentes proyectos de dominación sobre nosotros?
Entonces, ¿Por qué deberíamos creer que los designios sanitarios del capital ahora son neutrales si parten de una concepción burguesa de lo que es la higiene, la sanidad y la salud del cuerpo humano?; ¿Desde cuándo la OMS, la institución de la ciencia, los hospitales y la industria farmacéutica son los aliados de la humanidad?
En este sentido es necesario entender que la situación actual es una continuación de lo que comenzó en los orígenes del Capital: separar al ser humano de su propio cuerpo y de su ser colectivo, negándole la
subsistencia primero, y luego, negándole el control de sí mismo; es decir, creando instituciones para domesticar su salud física y mental, para desarrollar en nosotros la dependencia a los órganos de poder, como si fuésemos becerros necesitados del pastor que nos lleve a pastar. Bajo la dictadura del Capital, nuestros cuerpos no nos pertenecen.
Bendito sea el control social
El mejor ejemplo de manejo de la crisis del coronavirus es el que se desarrolló en varios países de oriente, en especial China, teniendo como excusa la enfermedad, se dio rienda suelta al aparato represivo y de vigilancia que desde hace años se ha perfeccionado en aquel país; primero para ocultar el desarrollo de la enfermedad y después para “contenerla”, haciendo énfasis en tratar como delincuentes a toda la población, sometiéndola a cuarentena extrema, toques de queda y controles suigéneris, como en los existentes en las películas de ciencia ficción.
Si no fuera eso ya catastrófico, lo peor de todo es que la opinión pública mundial no tardó en aplaudir dichas medidas y ponerlas como ejemplo de contención de la pandemia. Exacto, los aplaudidores
descerebrados ocultan los arrestos políticos, asesinatos y el maquillaje de cifras por parte de aquel país, además del ocultamiento de información y el lavado de geta de las instituciones represivas.
Si bien esas medidas de contención fueron consideradas un tanto “extremas” por las democracias occidentales, esto no fue impedimento para su implementación en varios países del globo, desarrollando el doble discurso del policía bueno y malo: “no actuamos con tanta represión como en China, por eso siéntete afortunado y quédate en casa… o te multamos o encarcelamos” (o asesinamos, falto decir).
La “mea culpa” del proletariado mundial
Por otro lado, la fórmula más fácil de la contención y que ha sido probada cantidad de veces es redirigir la culpa al proletariado, ya sea que se diga que la extensión de esta crisis es por su falta de
compromiso por salir de sus casas y no acatar la normalidad en pandemia, o por no ser lo suficientemente cauteloso, responsable y civilista al no ponerse un cubrebocas las 24 horas del día.
Al final de cuentas, el alarmismo reaccionario en las redes sociales se ha volcado en culpar y señalar al vecino que sale de su casa u organiza fiestas, a la persona que no usa un trapo en la boca o a los que se
aglomeran en los mercados a comprar sus insumos. Como si este hecho fuera el centro del problema, dejando de lado que la responsabilidad de esta situación y la forma en qué se obliga a la gente a relacionarse es gracias a la estructuración del Capital, y no depende de la elección de ningún individuo, ni grupo social.
Ahora bien, debe quedar claro que muy a pesar de la idealización de la contención y de la idiota creencia de que las medidas sanitarias son las fórmulas mágicas que nos van a salvar la vida, la realidad de la circulación mercantil y las relaciones capitalistas hacen imposible mantenerse a resguardo de cualquier virus o enfermedad. Aún más, si bien la infección de cualquier virus no es un hecho excepcional, sino la consecuencia del desarrollo de la vida orgánica en la tierra, no debemos
descartar que la generación de patógenos y su extensión están estrechamente relacionados al modo de producción. La devastación de la tierra sumado al continuo deterioro de la vida de los proletarios más la
dinámica de circulación de capital son el caldo de cultivo de las enfermedades que se expanden por el mundo desde hace ya varios siglos.
Además, hay que remarcar que por más que fuese “nuestro deseo” el quedarnos aislados en casa, el proletariado no tiene la vida garantizada, es obligado a venderse como mercancía, y a circular como
tal en el espacio público. Está obligado a hacer su consumo de productos en los lugares donde se los vendan a menos costo, aunque estos espacios estén abarrotados, está supeditado a realizar trayectos en transporte público, porque no tiene de otra, y lo peor de todo, nadie tiene la capacidad de soportar el aislamiento de forma sana y los ejercicios y actividades que pretenden sustituir la actividad física y social de la población con alternativas virtuales tarde o temprano terminan en fracaso total.
La ilógica lógica del capital
Hasta ahora cualquier análisis que se haya hecho sobre la pandemia solo ha recalcado cifras, muertos, políticas públicas, medidas de control y alarmismo a más no poder. En ningún momento, desde hace varios meses, ha habido alguna voz de peso que hable sobre la relación de esta crisis sanitaria con la estructuración política y social dentro de la economía del Capital. Y es obvio que nunca va a ocurrir. En este, como en tantos otros temas, los propagandistas del orden burgués se lavarán las manos y dirán que “la culpa no es del sistema, sino de la gente”.
Ahora bien, ¿cómo es que desde el capitalismo se ha respondido a esta calamidad más allá de las glorificadas medidas de control social, más allá de las cuarentenas, de los cubrebocas y las botellas
desinfectantes? Bien, pues tristemente no se ha hecho nada significante, y si se cree que medidas desesperadas (y a la vez añoradas) como una vacuna son la solución a este problema, estamos seguros de que muchos más morirán esperando su vacuna, y que de hecho está ni siquiera garantizará el retorno a la “normalidad”, ni mejorará un ápice las ya de por sí jodidas condiciones de existencia de la mayoría de la población mundial.
En el terreno de la economía (del capital) se pensaría que ha sido un año catastrófico para el mercado, la industria y las finanzas. Así es como lo expresan los noticieros y otros merolicos. Sin embargo, las
cifras actuales revelan que la producción de materias primas ha tenido un aumento histórico, los trabajadores de la industria están prolongando sus horarios de trabajo, así como los empleados de telecomunicaciones, farmacéuticas y otros sectores. Algo que a simple vista parece contradecir las intenciones de los gobiernos de “quedarse en casa”, cuando ha sido todo lo contrario para los trabajadores en general.
La cantidad de ganancias ha sido lo mejor que le ha ocurrido al Capital durante las últimas fechas, contrario a lo que la “lógica” diría, en esta pandemia quienes han quebrado no son los grandes conglomerados empresariales, sino solo los proletarios que viven al día y los pequeños comerciantes que tenían su fe puesta en el caprichoso dios de los negocios.
Pero sería reduccionista decir que todos los sectores de la producción y los servicios han tenido un repunte, en esta crisis como en tantas otras ha habido sectores afectados, como por ejemplo las tiendas
departamentales, los bares, gimnasios y comercios que dependen del servicio directo a clientes. Pero como bien sabemos, en la economía capitalista, mientras unos se derrumban otros se levantan omnipotentes en el escenario mundial.
Así mismo, es evidente que dichos acontecimientos son los signos de un nuevo reseteo económico o reestructuración. Algo que podemos constatar si tomamos como base los periodos de crisis y decadencia de la economía capitalista de finales del siglo XIX y principios del XX. Confirmando
que solo la dinámica de guerra para reventar fuerzas productivas, siendo remplazadas por otras, posibilitó la reconfiguración de la producción y la valorización de mercancías, brindándole nueva vida al cadáver de la economía mundial.
Antagonismo y debilidades del proletariado
Algo curioso que viene desarrollándose en la última década es la influencia mediática que ejercen los grupos de fundamentalistas cristianos, conservadores y neonazis que han multiplicado su retórica
conspiracionista seudo crítica. Dando la apariencia de que esas minorías ridículas son la “oposición” al orden establecido.
Bien sabemos que esos discursos están plagados de fantasías retorcidas donde villanos como los Bildenberg, Soros y los Rockefeller se enfrentan a sus príncipes azules como Trump, los cristianos blancos, y hasta ¡el gobierno ruso! Más allá de sus delirios, debemos comprender que estos
grupos y su propaganda es más que nada otra forma de expandir la confusión entre nuestra clase.
Su supuesto discurso crítico es sólo una conveniencia, su crítica al “nuevo orden mundial” solo se limita a señalar a los burgueses del “ala liberal”, dejando como unos santos a los burgueses conservadores y retrogradas. No está de más decir que estos sujetos en la pandemia son
protagonistas del negacionismo, y han ido más allá pretendiendo jugar el papel de ciudadanos “rebeldes” por la libertad. Sí, por la libertad de reabrir sus negocios y sus centros de esparcimiento para regresar a su normalidad anterior.
Y como era de esperarse, la respuesta a este tipo de contestación conservadora vino de parte de la ciudadanía, igual de conservadora, pero sumida en la dependencia del discurso oficial. Lo cual ha jugado un papel extraordinario en el ámbito de las posibilidades de superar esta situación; pues si te enfrentas al discurso y la razón dominante no eres más que un “conspiranoico”, para así hundirte en el pantano del discurso oficial y validar las medidas de represión, la inmovilidad de la lucha proletaria y la aceptación de las condiciones de miseria existentes.
Cabe mencionar que incluso muchos compañeros que se autoproclaman antagonistas, anarquistas y críticos al Capital, fueron presas en un comienzo del terrorismo mediático que, a inicios de este año, presentó al virus y la pandemia como los “monstruos enemigos de la humanidad”, calando psicológicamente y reforzando la atmosfera de miedo, incertidumbre y terror. Resultó una ironía que, tras años de prédica anti-estatal ahora se secundaba el discurso y accionar del Estado, exhortando también a “quedarnos en casa” y cerrar filas para obedecer las medidas sanitarias dictadas por la OMS.
La cuestión ante este hecho no es enfrascarnos en un burdo juego de ver quién es más ultra o más “radical” ante el problema. De lo que se trata es entender que si una teoría (en este caso, una teoría radical adversa al Estado y al Capital) debe ser desechada al primer obstáculo que pone la realidad, entonces no sirve.
Sabemos que la velocidad con que avanzó el actual proceso no ha tenido precedentes desde hace décadas, por lo que se hizo imposible digerirlo y entenderlo en lo inmediato. No obstante, nuestra percepción nunca puede partir de la razón ni de la lógica de nuestro enemigo de clase. A estas
alturas donde son más visibles las contradicciones y falacias del Capital y su pandemia, ya no hay justificación en un repliegue y consenso a la dictadura sanitaria que impuso el capital.
Sobre la lucha proletaria en tiempos de contención
Como ya se ha remarcado, la situación de la pandemia ha significado un deterioro de las condiciones de vida del proletariado, ya sea que por un lado haya sectores obligados a aumentar su jornada de explotación, así como del otro lado muchos proletarios hayan terminado en la cola del paro.
A esto se suma que el mismo trabajo a distancia o la escuela virtual también han reforzado el hecho de que solo unos cuantos tienen la posibilidad de adaptarse a los bruscos cambios que se implementan bajo
este modo de producción. Sin embargo, ni siquiera quienes cuentan con las herramientas necesarias para cumplir con los designios del tele-trabajo o la tele-educación se han salvado del deterioro físico y
mental que esto ha ocasionado. Y no es que reivindiquemos el trabajo y la educación de la “vieja normalidad”, sino que hacemos hincapié en el aumento de la moral del autosacrificio hasta reventar.
Pero contrario a lo que se pensaría esto también ha desembocado que grupos proletarios, con todo y la cuarentena encima, tomen las calles y se desplieguen frente a las fuerzas del orden, no porque “regrese la normalidad” sino por el hambre y la vida de mierda a la que nos tienen sometidos desde mucho antes de la pandemia. La enfermedad ha intensificado las revueltas en respuesta a los asesinatos de la policía
en las calles o por los controles abusivos que impiden que siquiera se pueda obtener unas monedas para la sobrevivencia, disparándose el racismo y la misoginia estructural. Teniendo claro que habiendo o no
pandemia, nuestras vidas están marcadas por la violencia de un orden asesino e inhumano.
Ante este clima de crispación, donde nuestra clase se alza contra sus enemigos de siempre, aún con todas las medidas de sometimiento “voluntario”, pregonar el “quédate en casa” es contribuir a reforzar
este desastre amorfo y contradictorio gestionado por la clase dominante, porque incluso va más allá de consensuar el poder militar y control social que ejerce el Estado. Es aceptar toda la estupidez e ignorancia a la que estamos siendo sometidos, conllevando a volvernos un panóptico delator, ciudadanos paranoicos defensores de la pulcritud y la pureza donde cualquier persona conocida o desconocida funge como enemigo por ser un posible agente infeccioso… en suma su pandemia nos advierte que “todos son el enemigo”. El “Quédate en casa” es negar la responsabilidad del único y verdadero culpable que es el Capital y su Estado. Es de hecho, reforzar la atomización y el aislamiento, un sálvese quien pueda desde la individualidad, para que con el encierro permanezcamos pasivos
y expectantes, aterrados y castrados en cuerpo y mente.
Es importante y necesario hacer desde ya, una ruptura con la razón dominante, para avanzar y reconstruir la lucha en comunidad, misma que ha sido mermada por este proceso. El Capital no caerá por sí solo y retroceder en los momentos de mayor necesidad es sinónimo de aceptar que no hay más esperanza que la que nos quieran otorgar nuestros enemigos. Y más allá de las vacías discusiones sobre cómo sería óptimo gestionar esta miseria, de nuestra parte negarnos a aceptar las supuestas alternativas y preferir plantear la respuesta a esto secundando los brotes de rabia donde se presenten, promoviendo la conjunción autónoma de clase, luchando sin hacer concesiones. Señalando que debemos
permanecer en la perspectiva de revolución social mundial para acabar de una vez por todas con esta infamia asistida.
(Recopilación) INFORMES sobre la SITUACIÓN LABORAL durante el Estado de Alarma

NÚMERO 19 - Suplemento 2, mayo 2020.
- Coronavirus, pandemia y cinismo burgués.
- Estado de alarma, ¿Qué debe esperar el proletariado?
LAS EPIDEMIAS EN LA ERA DEL CAPITALISMO
Recopilación de textos. Análisis internacionales durante el estado de alarma.
Para descargar pincha aquí.
Más información: contratodanocividad.espivblogs

2º número de "Madrid Cuarentena City", mediados de abril, publicación por la guerra social en tiempos de estado de alarma.
En este número podéis encontrar:
-Todo va a ir bien.
-Trabajo, producción y consumo. La rueda de la explotación continúa.
-Crónica de la guerra social en estado de alarma.
-La solidaridad como arma.
-La ciudad: caldo de cultivo para enfermedades y control social
-De aquellos fangos estos lodos.
-Llamamiento a extender la okupación: "Okupa la cuarentena"
TODO VA A IR BIEN
Todo va a ir bien.
“Es la historia de un hombre que cae de un edificio de 50 pisos.
Para tranquilizarse mientras cae al vacío no para de decirse:
Hasta ahora todo va bien.
Hasta ahora todo va bien.
Hasta ahora todo va bien…
Pero lo importante no es la caída, es el aterrizaje.
Como en la metáfora de la película francesa de "La haine", vivimos en un mundo que venía condenado al desastre. La destrucción continuada de los ecosistemas para extraer materias primas, la degradación sistemática de la corteza terrestre por los monocultivos y la agroindustria, la expulsión o aniquilación de especies, la transformación de los océanos en estercoleros, los daños irreversibles en la capa de ozono… han tenido un avance exponencial en los últimos años. Nos han encaminado hacia una más que evidente transformación, para mal, de la vida en la tierra.
Al mismo tiempo, hemos generado sociedades aniquiladoras de lo diferente, enemigas del riesgo y la aventura. Perpetuadoras de jerarquías y autoridades, esclavas de un sistema económico que prima el
discurrir de la mercancía por encima de todo. El beneficio como única ideología. En las que lo virtual se impone a lo real. La simulación a la experiencia.
Estas últimas semanas se iniciaron campañas en lugares como Italia o España en la que se pedía a niñxs que dibujasen carteles con arcoíris y el mensaje “todo va a salir bien” o “andrá tutto bene” para luego colgarlos en los balcones o edificios públicos. Lamentablemente, este iluso e inocente mensaje implica complacencia con todo lo anterior, un anhelo de regreso a una realidad autodestructiva para las personas y perjudicial para nuestro entorno.
Y todo esto lo hemos ido acompañando con una autoinculpación, considerando a los individuos como culposos agentes responsables de la transmisión de un virus, cuando es evidente que las enfermedades no se convierten en pandemias por el hacer de unas cuantas personas, se necesitan, y desde luego se dan y se daban, una serie de condiciones de infraestructura (como el hacinamiento en grandes ciudades, por ejemplo), ambientales, de movimiento, etc
Asumimos, entonces, los mandatos en tono paternalista y patriarcal, de quedarnos en casa por nuestro bien y el de lxs demás. Pero cuando se nos prohíbe ir solxs, o con las personas con las que compartimos casa, por la calle, ¿estamos respondiendo a criterios médicos o de orden público?
Mientras, aplaudamos en los balcones y colguemos carteles… pero quizá no va a ir bien. Es posible, incluso, que hagamos lo que hagamos no vaya a ir bien. Las posibilidades de recuperación del planeta son infinitas, no lo es tanto, sin embargo, que en este resurgir tras las cenizas podamos seguir existiendo como especie. Pero no vamos a negarnos el placer de disfrutar de este trayecto, aunque sea el último. Vamos a enfrentar, pelear, experimentar, imaginar… Señalar y golpear a lxs responsables de esta realidad y alejarnos con nuestras prácticas de su perpetuación.
Otro mundo es posible, decían los clásicos eslóganes izquierdistas, otro final del mundo es posible, es la consigna que no nos queda más remedio que adoptar, y lo hacemos con pasión. Muchxs sin esperanza, pero con la llama en los ojos de cuando estás tan cerca que puedes asomarte al
abismo.
El Proletario nº 19 - Suplemento Covid-19
- Covid 19, una pandemia como pretexto para que la burguesía de cada país se enroque en una despiadada lucha de compentecia para prepararse para una guerra sucia y continuada que tendrá como teatro todo el mundo. La sociedad burguesa no está preparada para priorizar la prevención de eventos naturales y la aparición de epidemias o pandemias.
- La España de los heróes y de los balcones
- Un ejemplo de lucha.
PDF para leer y descargar: http://www.pcint.org/40_pdf/05_Elprol-pdf/El-proletario_019_supl_covid-19.pdf
MUNDO COVID - 19. Nº1:
LAS EPIDEMIAS EN LA ERA DEL CAPITALISMO
- Recopilación de textos de análisis internacionales durante el estado de alarma.
https://contratodanocividad.es
contratodanocividad@riseup.net
Sale a la luz el primer número de una nueva publicación anarquista en Madrid, en tiempos de Estado de Alarma, por la extensión de la guerra social.
Contenido:
-Hacia aguas desconocidas
-Que vuelvan las huelgas. Que proliferen las okupaciones. Que lleguen los saqueos
-Sobre el ataque a nuestros lazos
-Crónica de motines, fugas y sucesos en las cárceles y CIES a causa de la crisis del coronavirus
-¿Volver a dónde? ¿Volver a qué?
Hacia aguas desconocidas
Llevamos más de una semana en estado de emergencia. La capacidad destructiva del virus no es algo ya cuestionable. Pero nos gustaría hacer unos apuntes sobre sus consecuencias no clínicas y sobre sus orígenes.
Si el COVID-19 surgió por un murciélago o por un intento estadounidense, que se ha ido de las manos, de deshabilitar la economía china, nos parece poco relevante ahora. Este virus, como otros anteriores en la historia que masacraron poblaciones enteras en la Amazonía, Mesoamérica,
África y Oceanía, es un fenómeno biológico. Pero el contexto donde nace, la forma en que se propaga y la gestión de este son cuestiones sociales. Este virus es el resultado de un sistema que mercantiliza cada proceso, objeto, relación o ser vivo en la tierra. Extendido rápidamente por la macroconcentración de mano de obra y corpus consumista de las ciudades, que se alimenta de la agroindustria y la ganadería intensiva. Un flujo constante de bienes humanos (5.000 millones de personas vuelan anualmente alrededor del planeta) a velocidades frenéticas, reflejados
en 200 caracteres y 5000 likes.
Es precisamente este empeño en artificializar todo, hasta nuestras emociones, basando todo en el beneficio, viendo el mundo a través de una pantalla, dejando que nuestra mente sea colonizada por la “eficacia”, lo que nos ha llevado a una pérdida paulatina de lo “humano”, de lo “vivo”.
Facilitando que medidas tan extremas, en las que solo hay dos motivos para salir de casa (trabajar y consumir) hayan entrado de una manera no exageradamente traumática. A la vez que se nos plantea como vía de escape las mismas dinámicas tecnófilas que nos han conducido al desastre. Si a esto le añadimos el miedo, el gobierno del miedo, terminamos perdiendo el norte y reinterpretando conceptos como el de responsabilidad o solidaridad.
Serás tildadx de irresponsable, por ejemplo, si no te sometes al arresto domiciliario voluntario. Menuda perversión del significado, que no es otro, en realidad, que el abrazo entre el corazón y la cabeza, entre el análisis, la decisión y la acción. Con ese grito de “inconsciente”, como poco, que recibirás desde la ventana si vas, por ejemplo, de la mano con tu compañerx por la calle, se te está gritando, en realidad, “¡obedece la norma!”. De la misma manera sucede con las llamadas a la solidaridad que son traducidas por servidumbre voluntaria colectiva cuando se convierten en un acrítico #yomequedoencasa.
¿Qué pasa con las cientos de personas que se acumulan en Atocha y y Chamartín entre 6.30 y 8.30 de la mañana? ¿Por qué no se han paralizado las obras de construcción de edificios en una ciudad que tiene un excedente desorbitado de viviendas? ¿Las personas hacinadas en IFEMA no son personas? ¿Es desquiciante estar una semana encerrada? ¿y pasar 5, 10, 15, 30 años y que ahora no puedas recibir ni una visita, ni un vis a vis y en muchos casos las llamadas y el correo absolutamente
restringido? Por citar solo algunos hirientes ejemplos.
Para las personas que no tienen hogar ya no es posible una anónima supervivencia, ya no pueden pasar desapercibidas cuando la jungla de cristal se ha convertido en un desierto de hormigón. Son, más si cabe que antes, personas prohibidas. Que en el mejor de los casos serán pastoreadas hacia rediles como IFEMA. También se ha desatado la, ya de por sí exacerbada, impunidad policial contra lxs otrxs prohibidxs, lxs que no pueden acreditar mediante escritos burocráticos que son personas
con “plenos derechos”, o que sus rasgos o color de piel inducen a los torturadores uniformados a pensar que no. (La prensa mayoritaria acredita numerosos casos de agresiones policiales en Lavapiés, Centro y otras ciudades). Porque una pandemia sigue siendo una cuestión de clase, de privilegio, de muertes no tan aleatorias.
No se nos ha otorgado el poder del augurio como a Casandra, pero sí, en cambio, la maldición de Apolo. Es decir, no tenemos la certeza de que estos pronósticos se cumplan (aunque hay evidencias inequívocas de hacia donde apunta el poder y muestras, ya fehacientes, de este tipo de medidas), sin embargo, nos tememos que difícilmente seremos escuchadxs.
Creemos que todas estas medidas de control se volverán permanentes, como ya ocurrió con las leyes antiterroristas tras el 11S, o recurrentes; que no nos extrañe que en el futuro seamos nuevamente llamadxs al confinamiento en circunstancias como tempestades, huracanes y todo tipo de crisis climáticas, que por seguro llegarán, o nuevas y viejas epidemias que volverán a llamar a nuestra puerta. Rastreo de movimiento por teléfono, controles biométricos y de temperatura, limitaciones de
movimiento en función de estos… son una realidad ya y han venido para quedarse. A esto habría que sumar la precarización generalizada de la vida que vendrá a medio plazo, la socialización de la pobreza...
Llegados a este punto queremos compartir la idea de que el presente, o el pasado más bien, el mundo tal y como lo conocemos: basado en la dominación, con sus estructuras perpetuadoras de miseria, su ortodoxia, su afán liberticida… no nos vale. Y de ninguna manera queremos volver a él.
Empecemos a intentarlo. Teniendo en cuenta que hay gente que no nos gustaría infectar, rompamos el aislamiento. Actuemos, si es necesario, a nivel individual. En esta realidad incluso golpeando a ciegas es muy fácil acertar. Comuniquémonos, hablemos, circulemos información y seamos críticxs, forcemos los toques de queda, mapeemos el control (dónde y cuándo se patrulla, que espacios han quedado vetados, dónde habiendo abastecimiento…). Fomentemos las huelgas y el cierre de empresas. No queremos una gestión de la crisis. Queremos experimentar, chocar, luchar, conflictuar…
Esforcémonos por incidir en un presente aunque cuando levantemos la vista no veamos el horizonte. Quizá precisamente aquí se encuentre la clave, dejemos atrás verdades, convicciones y seguridades, naveguemos con pasión por la aventura hacia aguas desconocidas, hacia amaneceres de libertad y revuelta.
Por el combate en el ámbito laboral
Dossier "por el combate en el ámbito laboral" by Valladolor on Scribd