El 6 de diciembre falleció Alfredo María Bonanno, un destacado teórico y activista anarquista italiano.
Bonanno fue redactor de las revistas Provocazione y Anarchismo durante la década de los ochenta. Además, fue el autor de numerosos ensayos (como Poder y Contrapoder, La dimensión anárquica, Teoría y práctica de la insurrección, La destrucción necesaria y Afinidad y organización informal) y panfletos (como «La tensión anarquista», «Otra vuelta de tuerca del capitalismo» y «El placer armado«).
Este último texto fue prohibido en Italia y le supuso una condena a dieciocho meses de cárcel, por hacer “apología de la violencia y subversión”.
Como dice Helios Escalante, «para muchos de nosotros sus textos y su práctica fueron importantes en los años 90 y 2000 y abrieron debates sobre la organización y la acción libertarias en el contexto español» que han marcado el desarrollo de los últimos años.
Pese a las diferencias filosóficas o estratégicas que cada una pueda tener con él o la evolución de cada uno en los años posteriores a sus textos, lo que está claro es que sus aportaciones teóricas y prácticas al anarquismo han sido fundamentales para cualquier activista de nuestra generación y siempre le estaremos agradecidas por ello.
Bonanno fue un libertario que contribuyó con la acción y el trabajo teórico al desarrollo del pensamiento anarquista de manera decisiva, en clave insurreccional.
Dejamos a continuación un programa de Radio Onda Expansiva donde se recoge una intervención del compañero italiano.
También recogemos este podcast con una breve entrevista con uno de los editores de El anarquismo entre la teoría y la práctica seguida de los fragmentos de charla que el propio Alfredo María Bonanno realizó el 15 de junio de 2012 en Barcelona. Por otro lado, os remitimos también al libro No podréis pararnos. La lucha revolucionaria del anarquismo en Italia publicado en su momento por la Editorial Klinamen donde se recogen las principales aportaciones de Alfredo María Bonanno al pensamiento libertario.
Porque criticamos constructivamente a todos aquellos que se retardan en posiciones de compromiso con el poder o que sostienen ya imposible la lucha revolucionaria. Porque mucho mejor que esperar, estamos decididos a pasar a la acción incluso cuando los tiempos no están maduros. Porque queremos acabar con este estado de cosas ya, y no cuando las condiciones externas hagan posible su transformación. He aquí los motivos por los que somos anarquistas, revolucionarios e insurreccionalistas. ( Alfredo Maria Bonanno )
POR EL COMUNISMO. POR LA ANARQUÍA.
Fuentes: Todo por hacer/DiariodeVurgos/elaboración propia
Algunos textos de A. Bonanno:
> https://es.theanarchistlibrary.org/category/author/alfredo-maria-bonanno
Era el 17 de junio de 1953. Amplios sectores del proletariado se sublevaron en Berlín Este, antes de que la revuelta se extendiera a toda la “República Democrática Alemana” y fuera sofocada por la intervención del Ejército Rojo (por la sangre de los proletarios insurrectos).
En este breve texto, no vamos a desarrollar en detalle cómo se expresó este movimiento. Sólo queremos esbozar sus principales puntos fuertes y débiles, que se repiten históricamente de una lucha a otra, a pesar de las condiciones particulares que hacen que una lucha surja en un lugar y en un momento y no en otros. Nuestro objetivo no es contar una historia, sino extraer lecciones programáticas de luchas anteriores para futuras insurrecciones. No obstante, invitamos a los camaradas a leer el panfleto de Cajo Brendel “El levantamiento de la clase obrera en Alemania Oriental, junio de 1953” (que fue fuente de inspiración entre otros) a pesar de todas las reservas que tenemos sobre el marco ideológico (consejismo) postulado por este militante y que criticamos en el curso de este texto.
Esta sublevación, pocas semanas después de la muerte de Stalin, devolvió al primer plano de la historia el antagonismo visceral entre dos clases sociales con intereses y programas antagónicos y contradictorios. Y esto es así independientemente de la forma que adopte la burguesía para controlar a los proletarios. Porque es siempre con fuerza que el proletariado plantea su existencia como clase desposeída de todo y su necesidad de acabar con este viejo mundo, cualquiera que sea la naturaleza de la renovación de la fachada o el color (rojo, blanco, marrón…) con que se haya repintado nuestra explotación. En el apogeo de la contrarrevolución, en el momento en que nuestros enemigos han saqueado nuestras banderas, en que su Estado se proclama “Estado obrero” y pretenden gobernarnos en nombre de la “dictadura del proletariado” (que en realidad nunca existió y ha sido sustituida por su dictadura sobre el proletariado), son las contradicciones internas de la relación social las que están poniendo en primer plano la lucha de clases.
La fuerza de este levantamiento es que ha desmontado prácticamente todos los grandes mitos del “socialismo real” sobre los que la burguesía había construido su modelo local de gestión capitalista. Este modelo de acumulación fue, durante varias décadas, la respuesta más contundente del Capital (considerado en su singularidad global) a la más importante oleada de luchas (1917-21) que el proletariado ha impuesto hasta la fecha. A este tipo de modelo que impone la defensa de una “patria socialista”, de un “campo socialista” contra un enemigo exterior, de sacrificios a realizar para “construir el socialismo” y completar las previsiones del Plan, a todos estos mitos que son muy reales ya que son la concretización de nuestra explotación, el proletariado sólo podía responder con sus armas de clase: la huelga, el sabotaje, el levantamiento.
La insurrección obrera que estalló el 17 de junio de 1953 fue una verdadera conmoción para todos los sectores de la burguesía, tanto del Este como del Oeste. Frente al enorme poder del Estado y del Partido (bolcheviques), los proletarios insurrectos sólo podían parecer locos. Locos porque atacaban a ese autoproclamado “Estado obrero”, locos porque parecía una “locura” destruir lo que les pertenecía, locos porque la propia lucha sólo podía verse desde fuera como un acto “irracional”. Pero para el proletariado sublevado, todo sucedía según criterios diferentes que para los ciudadanos que aún no se les habían unido.
A pesar del manto de plomo que cubre nuestras luchas, de las masacres de guerra y de la imposición total de la paz social, siempre es el proletariado el que resurge. Los proletarios atomizados y derrotados están siempre determinados por las circunstancias históricas y el desarrollo social. Si hoy nuestra clase puede parecer indiferente, apática y sumisa, mañana puede levantarse (¡se levantará!) y podrá mostrar la mayor audacia. Nuestro movimiento de abolición del orden social no tiene nada que ver con ninguna fotografía fija, sino que son las leyes del desarrollo social las que provocan esas convulsiones tan temidas por todos los gestores de nuestra miseria. La lucha contra la explotación y contra la condición obrera está incluida en el desarrollo de las relaciones capitalistas. Cuando esta lucha toma la forma de insurrección o revolución, esta ley del desarrollo social pasa a primer plano y destruye radicalmente todos los mitos e ilusiones.
Los acontecimientos (tanto en 1953 como en otras épocas) muestran cómo pequeños grupos de trabajadores que luchan contra la degradación de sus condiciones de trabajo y de supervivencia se transforman en poco tiempo en una clase, en un ser colectivo (con sus fuerzas y sus debilidades, contradictoriamente) que actúa por objetivos mucho más amplios y radicales. En un proceso revolucionario de este tipo, las reivindicaciones iniciales cambian con enorme rapidez, y las consignas del momento son superadas y sustituidas poco después por consignas más radicales. En la lucha de clases, lo importante no es tanto lo que los proletarios imaginan que es su propia acción, sino lo que representan y lo que tienen que hacer por la fuerza de las circunstancias. Aunque la inadecuación del movimiento real del proletariado con las banderas que porta constituirá siempre una debilidad, una falta de reapropiación del programa invariable de destrucción de la comunidad del Capital. No somos fetichistas de las banderas ni de las reivindicaciones avanzadas, somos capaces como dialécticos de comprender en toda su amplitud las contradicciones que animan a este ser complejo que es el Capital, y por tanto también al proletariado como capital variable determinado por la relación social, y que en última instancia se determina a sí mismo ya no como simple objeto, sino como sujeto de su propia historia. No estamos, pues, apegados a las banderas, pero la revolución sólo podrá triunfar el día en que el movimiento real recupere su verdadera bandera, se reapropie de la totalidad de su programa, es decir, del comunismo…
Ya entonces, como siempre, todas las fracciones de izquierda intentaban desacreditar la lucha librada por los proletarios en la RDA en junio de 1953, imprimiéndole el sello de la espontaneidad. Lo único que estos fetichistas de la forma retienen fundamentalmente de este movimiento, como de tantos otros, es su explosión espontánea y la materialización formal de la lucha. Aunque reconocemos el carácter espontáneo de todos los movimientos y levantamientos de nuestra clase, no somos partidarios del espontaneísmo. En otras palabras, no transformamos un elemento de fuerza de la lucha de clases (la capacidad del proletariado de levantarse espontáneamente como resultado de los choques de intereses provocados por el propio capitalismo) en una debilidad de esa lucha. No separamos la espontaneidad del proletariado de la totalidad de sus tareas, y por tanto también de su necesidad de organizar y centralizar su acción, una vez que la “chispa de la lucha” ha incendiado el viejo mundo.
Porque incluso en la espontaneidad, siempre se tiende, para aumentar la eficacia del movimiento, a organizarlo para que vaya más allá de sí mismo. Como dice el refrán: “Quien no avanza, retrocede”. Lo mismo ocurre con la expresión de todas las fuerzas sociales. Detenerse ante las primeras explosiones de cólera proletaria es ya negar su verdadera sustancia. En última instancia, las necesidades de la lucha nos obligan a poner en el orden del día el proceso de construcción de nuestra clase como fuerza, la necesidad de organizarnos cada vez con más fuerza, de romper el mito de la fotografía congelada del movimiento. Es la oposición violenta al Estado, al orden existente, lo que tiende a la constitución de dos polos purificándose y dispuestos a enfrentarse aún más violentamente, hasta que uno venza al otro. La debilidad del proletariado será siempre su falta de organización y de centralización hacia el objetivo de destruir de arriba abajo el sistema que atacaba en la práctica.
El levantamiento de junio de 1953 tuvo que enfrentarse a más de 30 años de contrarrevolución, durante los cuales todas las fracciones burguesas se habían esforzado desde el reflujo de las luchas por borrar de la escena de la historia a los núcleos obreros que intentaban mantener el programa de nuestra clase. El trabajo de la burguesía será cortar a las nuevas generaciones de proletarios de las anteriores, de las que vivieron el proceso revolucionario de 1917-21, cortar el hilo rojo que nos une a las luchas del pasado e impedir así que marquemos la continuidad de la lucha de clases. Desde los socialdemócratas hasta los nazis y los estalinistas, todos se unieron para asesinar prácticamente a todos los trabajadores activos que sobrevivieron a la más formidable oleada de luchas. Por no hablar de todos los “veteranos” abandonados en los campos de batalla, muertos en los campos de concentración o aplastados bajo las bombas de los bombardeos terroristas de la aviación aliada.
Pero, a pesar de todo, minorías activas siguieron manteniendo a contracorriente la invariabilidad del programa de la revolución mundial, contra todas las fábulas consejistas que ensalzan la espontaneidad del proletariado. El movimiento revolucionario crea sus propias organizaciones en la conjunción de dos momentos: grupos de proletarios decididos surgen de la lucha que se desarrolla ante nuestros ojos, y se unen a otras minorías que han continuado sus actividades militantes una vez que el reflujo de la lucha se ha hecho realidad. La revolución nunca surge de un terreno virgen. Incluso en el peor período contrarrevolucionario, el proletariado nunca está muerto. La lucha nunca parte de cero, sino que cada movimiento de nuestra clase se desarrolla de nuevo, y sobre todo logra un salto cualitativo, sobre la base de la experiencia de los movimientos anteriores. Hay un pasado acumulado, una experiencia, lecciones aprendidas por el proletariado. La acción de las minorías, de las vanguardias (y rechazamos aquí cualquier concepción bolchevique de esta realidad) consiste precisamente en llevar estas lecciones extraídas del pasado, y armados con estas críticas, dirigir la revolución hacia su plena y última realización. Cuando, en junio de 1953, los obreros de la fábrica de Leuna convocaron una huelga, los “viejos” camaradas que habían luchado en 1918-21 volvieron a la acción, aportando su experiencia y las lecciones aprendidas a las “nuevas generaciones”. Ni una sola parcela de esta tierra escapó a las garras de esta realidad: en todas partes el proletariado se enfrentó a su enemigo hereditario en furiosas batallas, en todas partes había una memoria colectiva de nuestra clase. Como dice una vieja canción de lucha de la época: „In Leuna sind viele gefallen – in Leuna floss Arbeiterblut“ (“En Leuna han caído muchos – en Leuna ha corrido sangre obrera”). (Recordemos que en 1920-21 la fábrica de Leuna era un importante bastión proletario donde la intensidad de la guerra de clases está grabada en nuestra memoria. La mayoría de estos proletarios se organizaron en el seno del KAPD y de las Uniones revolucionarias, fuera y contra los partidos políticos en el sentido tradicional, fuera y contra los sindicatos…)
Existe, pues, una experiencia colectiva, una conciencia forjada a través de la lucha, una memoria de clase, propiedad intemporal del proletariado, que saca lecciones de la experiencia pasada. Los proletarios “vírgenes”, sin pasado, sin lucha, sin experiencia, sublevándose “espontáneamente”, sin vínculo con otras luchas, sólo existen en el trauma de nuestros actuales modernistas y otros consejistas.
Haciendo la apología de la espontaneidad (y convirtiéndose así en espontaneísmo), fetichizando la forma “consejo” (del mismo modo que otros socialdemócratas se fijan en la forma “partido”, que representa una forma en sí misma y no un contenido de subversión de este mundo), el consejismo (como ideología y, por tanto, como fuerza material) no puede evidentemente sino ignorar, o peor aún denigrar, toda tentativa autoritaria y dictatorial del proletariado de organizarse como clase y, por tanto, como partido. (Subrayemos aquí con toda claridad que toda autoridad y dictadura que el proletariado tendrá que ejercer será la que ejerza contra la explotación, la tiranía del valor y de la tasa de ganancia, y contra el Estado capitalista), o incluso necesaria para el surgimiento de un movimiento proletario, las necesidades de la lucha empujarán cada vez más a los proletarios a organizarlo, centralizarlo, extenderlo e internacionalizarlo, de lo contrario se marchitará. A la organización de la burguesía en clase, partido y Estado para defender y reproducir la relación social capitalista y su esclavitud asalariada, el proletariado sólo puede responder organizándose “en clase y, por tanto, en partido” para acabar con la negación de nuestra humanidad. El proletariado se constituye en clase, no para perpetuarse, como hace la burguesía, sino para dotarse de los medios materiales que le permitan constituirse en clase, y así abolir todas las clases y, por tanto, la sociedad de clases… El proletariado se constituye en partido, que no es un partido en el sentido tradicional, burgués, porque en esta sociedad hay un enfrentamiento a muerte entre dos partidos antagónicos: Por un lado, el “partido del orden”, como decía Marx, y por otro, el “partido de la anarquía”, es decir, el proletariado revolucionario… Y finalmente, el proletariado se constituye con toda su fuerza para enfrentarse al Estado capitalista, se organiza y se afirma como un contra-Estado, un anti-Estado… Al terror blanco hay que responder con el terror rojo. Al proyecto burgués de preservar el viejo mundo debe enfrentarse el contraproyecto proletario de subvertir y destruir el viejo mundo…
Es todo esto, es la reapropiación de nuestro programa histórico lo que el proletariado está decidido, y debe tener la fuerza, de imponer al mundo. Y los medios apropiados deben corresponder a este objetivo. Frente a esta necesidad de lucha, los consejistas sólo pueden ofrecernos sus anodinas apologías de la masividad del movimiento, de su espontaneidad y de la organización formal del proletariado en los míticos “consejos obreros”. Estos consejos son evidentemente UN MOMENTO de la lucha, una necesidad de organización y una expresión del asociacionismo obrero. Es por y para la lucha que los trabajadores, de ciudadanos atomizados e individualizados congelados en la muerte del trabajo y en las prisiones industriales, redescubren su verdadera humanidad, se funden en un proyecto colectivo de vida y dan los primeros pasos hacia la aplicación de la sentencia de muerte pronunciada por la historia contra esta pesadilla secular. Pero esos consejos obreros no eran garantía de la “pureza” del movimiento. Una vez que las necesidades de la lucha impusieron otras formalizaciones del partido proletario, las viejas estructuras tuvieron que desaparecer, como la piel de una serpiente que se desprende para dejar paso a otra…
El levantamiento de junio de 1953 se desarrolló en torno a varios aspectos clave de la lucha. Incluso yendo más allá de la formalización de las estructuras que el proletariado estaba poniendo en marcha, se tomaron algunas medidas elementales. Las huelgas se imponían por la fuerza si era necesario, y los insurrectos no esperaban a reunir a la mayoría de los trabajadores de una fábrica para ocuparla, parar las máquinas y declarar dictatorialmente la huelga. Y esto, de forma práctica, contra el consejismo, el democratismo y el asamblearismo, donde la fuerza del proletariado, la fuerza de la lucha, se diluye y se disuelve en la consulta democrática y el doblegamiento a la voluntad de “la mayoría”. Contra todo este veneno, minorías de proletarios se organizaron con fuerza.
Los huelguistas no sólo empezaron a organizar y centralizar sus acciones para que fueran más eficaces, para que se extendieran, sino que rompieron cada vez más con el localismo y el regionalismo para intentar centralizar la lucha con más fuerza. Así, el comité de huelga de Bitterfeld llamó a una huelga general en todo el país, marcando su voluntad de imponer la huelga no localmente, sino en toda la RDA, para dirigir el movimiento en su nivel más fuerte. Desgraciadamente, el proletariado sigue marcado por gigantescas debilidades y en este caso no se dará los medios para aplicar REAL Y PRÁCTICAMENTE lo que preconiza de palabra. Sin embargo, la intensidad de la lucha nos demuestra que la mera “espontaneidad” o el fetichismo formal de los “consejos obreros” no bastan para comprender los hechos, la lucha de nuestra clase. Fue esta misma lucha, la organización de su extensión, la que impulsó a las minorías a organizar precisamente la continuidad de la lucha. A pesar de la represión y de la imposición del estado de sitio (con todo lo que ello implica) el proletariado seguía siendo capaz no sólo de continuar la lucha, de convocar nuevas huelgas, sino también de seguir extendiendo su movimiento.
El proletariado en lucha, por las propias necesidades de la lucha, debe organizarse y aspirar a tener en cuenta todos los medios necesarios para la extensión de la lucha, y para el ataque más generalizado a este sistema mortífero. Aunque la burguesía de todos los sectores se complazca en describir a los proletarios “enfrentándose con sus propias manos a los tanques rusos” y muriendo “heroicamente”, es decir, desarmados, aplastados bajo las orugas de los tanques; a pesar de que el proletariado tuvo que enfrentarse a un gigantesco movimiento de inercia que intentaba congelarlo, fijarlo en posiciones de defensa y de reorganización (y por tanto de refuerzo) de la relación social; a pesar del despliegue de todas estas fuerzas materiales al servicio del Capital, los proletarios empezaron a organizar su necesidad de armarse. Se crearon estructuras de intervención rápida (como unidades motorizadas) para ocupar puntos estratégicos lo más rápidamente posible. Se practicaron actos de terrorismo proletario, como el sabotaje de las “herramientas de trabajo” con explosivos y el incendio de edificios.
La contradicción social y la envergadura de la sublevación hicieron que muchos actos de DERROTISMO se cebaran con las fuerzas del orden, tanto con la “Volkspolizei” como con el Ejército Rojo. El desarme y la disolución de los cuerpos de represión estaban a la orden del día. Muchas unidades se negaron a disparar, fueron desarmadas por los trabajadores o simplemente cruzaron al otro lado de la barricada social. En varias ocasiones, los huelguistas (como en Leuna) obligaron a la policía de fábrica a desarmarse. Como consecuencia, las reservas de armas pasaron a manos de los insurrectos, que las utilizaron en el momento álgido de la revuelta.
Sin embargo, tras unos días de vacilación, el Estado tomó cartas en el asunto y utilizó la fuerza y el terror, matando y asaltando los barrios obreros, para imponer la vuelta al trabajo. La correlación de fuerzas ya no estaba a favor del proletariado…
Se tomaron las medidas “clásicas” de todo levantamiento proletario, como el ataque y la destrucción de las cárceles, la liberación incondicional de TODOS los presos (contra todas las mentiras burguesas que afirman que sólo fueron liberados los “políticos”); la toma y ocupación por destacamentos de obreros de los puntos neurálgicos de la burguesía: centros estratégicos de comunicación, emisoras de radio y periódicos que los proletarios utilizarían para difundir su propaganda, etc.
Sin embargo, tras varias décadas de sangrienta contrarrevolución y terror, nuestra clase no ha salido indemne. Se han hecho numerosas concesiones al programa burgués, y gigantescas debilidades siguen frenando y desarmando nuestro movimiento de abolición del orden social existente. Gravísimos retrocesos en la ofensiva se reflejarán en posiciones defensivas, en retrocesos en supuestas “conquistas” que diluirán la fuerza del proletariado. Estas tendencias serán concretadas por ciertos dirigentes de comités de huelga que, convencidos de que la fuerza de los obreros se encontraba en las fábricas, llamarán a los proletarios que estaban en la calle a volver a sus fábricas para luchar allí por sus reivindicaciones. Esta ocupación de las fábricas, este confinamiento en un bastión, en una “base roja”, en un territorio que hay que defender, esta táctica significa la pérdida de nuestro movimiento que precisamente no tiene espacio que proteger. La guerra social total no tiene nada que ver con las estrategias clásicas de las guerras burguesas.
Por otra parte, y como consecuencia de lo anterior, a pesar de los grandes esfuerzos, el proletariado no dispone en todas partes de los medios para extender realmente la lucha. Demasiado a menudo, esta extensión se reduce a la expresión de una simple voluntad, no traducida en la práctica, al menos si tomamos el nivel más elevado, es decir, la extensión de la lucha a todas las regiones, a todos los sectores, e incluso la extensión internacional de la lucha. Demasiado a menudo, lo que predomina, como fijación del movimiento en posiciones de reconversión del Capital, son las concesiones al democratismo, el fetichismo de la masividad y de la forma que sería garantía de la pureza de la lucha. En Bitterfeld, por ejemplo, las ilusiones democráticas llegarán a proponer la participación de los trabajadores en el gobierno, lo que significa que a este nivel de compromiso y resignación en cuanto a las tareas reales que debe asumir el proletariado, es a una no destrucción del Estado a lo que participa nuestra clase. Allí donde los proletarios afirmen enérgicamente su no adhesión tanto al modelo de gestión occidental “liberal” como al modelo estalinista de “derechos de los trabajadores”, su debilidad se manifestará en forma de concesiones a la socialdemocracia formal (es decir, al SPD). Aunque el SPD no era precisamente alabado, constituía una alternativa que aún conservaba cierta credibilidad a pesar del papel contrarrevolucionario que había desempeñado no sólo desde la supresión de la oleada revolucionaria de 1917-21, sino también desde su nacimiento, desde su constitución…
Sin embargo, a pesar de todas estas contradicciones, de todas estas debilidades, a pesar de la implacable represión de la que fue víctima el proletariado después de junio de 1953, las contradicciones sociales de las que surgió la resistencia obrera permanecen, por supuesto. Las fuerzas que surgieron durante el levantamiento de junio no pueden ser destruidas. Mientras cualquier sociedad se base en el trabajo asalariado, una revuelta de sus esclavos es la espada de Damocles que pende sobre esa sociedad. Los trabajadores de la RDA demostraron precisamente cómo puede producirse una revuelta de este tipo.
Al igual que todas las fracciones locales de la burguesía mundial, el SED (el partido “comunista” que gobernaba Alemania Oriental en aquella época) se vio obligado, para mantener la paz social y estabilizar el orden, a hacer ciertas concesiones de carácter material para que la revuelta del proletariado no resurgiera en breve. Se revisarían a la baja las previsiones del Plan Quinquenal, la URSS anularía el pago del saldo de las reparaciones de guerra, devolvería las últimas empresas que aún administraba, entregaría a crédito grandes cantidades de alimentos y materias primas, etc. Se aumentarían los salarios de algunos trabajadores y la URSS se vería obligada a hacer ciertas concesiones. Se aumentarían los salarios de algunos trabajadores y se desarrollaría la producción de “bienes de consumo”. Así, con sus luchas, los proletarios de la RDA y del bloque soviético en general harán temblar los cimientos mismos del modelo “socialista” de acumulación, obligando a los gestores locales de nuestra miseria a tener siempre en cuenta nuestras necesidades y los riesgos que planteamos de arrasar su sistema. Para la burguesía, nuestras luchas significan que siempre tendrá que revisar a la baja sus previsiones de aceleración del proceso de acumulación de valor, que debe ser cada vez más valioso, pero que al mismo tiempo tiende inexorablemente a ser menos valioso. Esto es lo que llevará al Capital a su ruina por la explosión definitiva de sus contradicciones internas y mortales, de las cuales nuestra clase es la pieza clave para lograr su destrucción…
Posdata: El texto de Cajo Brendel, al que nos referíamos al principio de este texto, está disponible en https://www.marxists.org/
CUANDO LAS INSURRECCIONES MUEREN, de Gilles Dauvé
¿Cuál es el verdadero motor del fascismo, si no la unificación política y económica del capital, una tendencia que se ha vuelto general desde 1914? El fascismo fue un modo particular de llevar a cabo aquella unidad en países - Italia y Alemania - donde, aunque la revolución había sido derrotada, el Estado era incapaz de imponer orden, incluso en las filas de la burguesía. Mussolini no era ningún Thiers, con una sólida base de poder, ordenando a fuerzas armadas regulares masacrar a los comuneros. Un aspecto esencial del fascismo es su nacimiento en las calles, su uso del desorden para imponer orden, su movilización de las viejas clases medias semi-enloquecidas por su propia decadencia, y su regeneración, desde afuera, de un Estado incapaz de tratar con la crisis de capitalismo. El fascismo fue un esfuerzo de la burguesía para resolver por la fuerza sus propias contradicciones, para usar los métodos de la clase obrera de movilización de masas a su favor, y desplegar todos los recursos del Estado moderno, primero contra un enemigo interno, luego contra uno externo.
Otras formas de leerlo:
> Biblioteca de Cuadernos de Negación: http://bibliotecacuadernosdenegacion.blogspot.com/2017/01/cuando-las-insurrecciones-mueren.html
> https://es.scribd.com/document/315927383/Gilles-Dauve-Cuando-Las-Insurrecciones-Mueren
Otros textos:
> Ediciones Mariposas del Caos: http://edicionesmariposasdelcaos.blogspot.com/
> Gilles Dauvé: Capitalismo y Comunismo: https://proletarios.org/books/Dauve-Capitalismo_y_comunismo.pdf
Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937
por Agustín Guillamón


Conclusiones:
Tapa en PDF Libro en PDF
El término insurreccionalista hace referencia, en toda su acepción histórica, al partidario de la insurrección. En este sentido, nosotros somos, sin duda alguna, insurreccionalistas, como lo es en última instancia el proletariado cuando se hace fuerte como clase, cuando se constituye en fuerza para negar el capitalismo. Sin embargo, en los últimos años se ha extendido una moda particular de autodenominarse insurreccionalista como individuo o grupo, y que hace referencia a una ideología surgida en las últimas décadas.
las posiciones defendidas en el mismo, y evidentemente nuestras posiciones en general, siguen
siendo hoy totalmente minoritarias y defendidas a contracorriente, hemos podido centralizar en
torno a esta obra toda una serie de discusiones y profundizaciones programáticas entre compañeros
de diversas partes del mundo que consideramos fundamentales. Toda esta actividad ha servido ante
todo para poner en el centro de la polémica las tareas de la revolución social y la necesidad vital de
asumirlas juntos. Algo sin duda a remarcar en esta época que vivimos donde sigue dominando la
delegación, el individualismo y el espectáculo. Como parte y resultado de todo este proceso, el libro
se ha editado en varios lugares del mundo, se ha terminado recientemente la edición francesa, se
encuentran en plena elaboración la edición inglesa y la alemana, y hay perspectivas de nuevas
traducciones y ediciones.
Por supuesto, la importancia de subrayar todo esto no es otra que impulsar esa dinámica que aporta
oxígeno y vida a nuestra comunidad de lucha frente a la muerte cotidiana que reproduce esta
sociedad. Es un llamado a asumir los materiales de nuestra clase como parte inseparable de la praxis
revolucionaria, una denuncia al consumismo que convierte a estos materiales en mercancía
destruyéndolos como expresión de nuestra comunidad de lucha, una reivindicación a tomar la
iniciativa y romper con el rol del mero lector-espectador.
En cuanto al contenido específico del libro, las diferentes discusiones desarrolladas han ido
generado aportes, apreciaciones y críticas. Como siempre hemos defendido, todos los textos de
nuestra clase son borradores inacabados, que se van profundizando, mejorando, y asumiendo en la
misma lucha y discusión compañera. En consecuencia, siempre que reeditamos alguno de nuestros
materiales, o cuando lo editamos en un nuevo idioma, no perdemos la oportunidad de incorporar
aportes cualitativos allí donde la discusión los ha generado, ya sea en el mismo texto o en forma de
notas, anexos o nuevas presentaciones. En el mismo proceso de publicación de este libro ya se
generaron discusiones con compañeros a los que hicimos llegar el borrador del mismo. Algunas
generaron críticas y aportes que fueron incluidos directamente en el texto en su primera edición.
Otras, con las que estábamos en desacuerdo, decidimos que era necesario responderlas en el mismo
libro, ya que percibíamos que iban a reproducirse. De ahí la decisión de incorporar desde esa
primera edición dos apéndices finales con ciertas aclaraciones. En este sentido, no nos ha extrañado
que las críticas que más se han ido repitiendo desde ciertos ámbitos que se reivindican del
insurreccionalismo, en su gran mayoría verbalmente, estén ya contempladas en dichos apéndices.
Insistimos por ello en la importancia que le damos a los mismos y emplazamos a su lectura
Los propios autores expresan en las primeras líneas del libro que la idea del mismo es partir de la crítica de los errores de las “falsas críticas” contra el “insurreccionalismo”. Al mismo tiempo expresan su intención de que sirva de base para futuras discusiones.
Nuestro libro, Crítica de la ideología insurreccionalista, ocupa un lugar destacado dentro de lo que ellos combaten como “falsas críticas”. Si bien es cierto que su lectura nos llevó a cuestionarnos si era necesaria una respuesta a un texto que insistía en lo mismo que ya habíamos criticado en nuestro libro y poco más teníamos que añadir, valoramos que la respuesta podía servir para clarificar mejor algunas cosas y contraponernos a algunos métodos y confusiones que oscurecen la crítica a la ideología insurreccionalista que en su día hicimos. De ahí que decidimos dedicar esfuerzos para hacer esta respuesta detallada que dejamos aquí:

A nuestros amigos
Parece que la época haya incluso comenzado a secretar sus propios lugares comunes - empezando por ese 'All Cops Are Bastards' (ACAB).
Las insurrecciones, finalmente, han venido. A tal ritmo y en tantos países, desde 2008, que el edificio entero de este mundo parece, fragmento tras fragmento, desintegrarse. Hace diez años, predecir un levantamiento te exponía a las burlas de los sentados; hoy, los que anuncian el retorno al orden son los que pasan por bufones. Nada más firme, nada más seguro, se nos decía, que el Túnez de Ben Ali, la diligente Turquía de Erdogan, la Suecia socialdemócrata, la Siria baazista, el Quebec bajo tranquilizantes o el Brasil de la playa, de las bolsa família y las unidades pacificadoras de policía. Se ha visto la consecuencia. La estabilidad ha muerto. Ahora en política también se reflexiona dos veces antes de otorgar una triple A.
Fuente: http://www.lahaine.org/libro-a-nuestros-amigos
Rescatamos un texto histórico de los años de difusión del insurreccionalismo en el Estado español...
LA REVOLUCIÓN DEL DESEO
contra las tropas del rey.
Hemos desarrollado y nos hemos apropiado de un concepto totalmente inapropiado para los miserables y pobres trabajadores que somos. Y han logrado que nuestros propios compañeros de esclavitud y condición servil defiendan su violencia legítima que “preserva el orden y las libertades y derechos de los ciudadanos” y repudien toda forma de rebeldía y de defensa, en definitiva. El Estado-capital y su mugriente élite de cerdos capitalistas fascistas han logrado lo que tanto ha deseado e intentando por diferentes y retorcidos medios el llamado “socialismo científico”, hacerle creer al pueblo que es libre y que sus gobernantes representan sus sueños e intereses...
Día a día vivimos expuestos a la más absoluta violencia y desigualdad, de manera que han logrado que ésta sea pan de cada día tras día y día, es decir, han logrado deshumanizarnos frente a ésto, frente a éste desorden que reina en la actualidad. Nuestro objetivo principal es volver a humanizarnos... Una vez llegado a esto, podemos plantearnos la idea de defendernos contra el sistema que nos violenta cada día. Cuando atacamos las máquinas no es para defender el trabajo, si no para acabar con la esclavitud. [...]
Extractos de la segunda edición de nuestro fanzine: "Del Kaos y la Violencia"
Con este fanzine pretendemos desacreditar y sacar a la luz la estupidez característica de las nuevas formas de anarquismo que tienen como único modelo a seguir y como única forma de "revolución social" a Ghandi y a Mandela, cuando se han visto en contadas ocasiones los intereses políticos y económicos que éstos escondían, como también las diferentes formas de resistencia activa y reaccionaria en sus respectivos tiempos históricos.También comentamos la innata relación que existe entre el anarquismo y el caos y la violencia. Cabe destacar que también hacemos una feroz crítica a las democracias liberales, comunismo autoritario (entendido como socialismo científico) y todo lo que pretenda imponer una forma de pensar, actuar, vivir sobre los individuos.
¡Por la anarquía y por nuestr@s compañer@s!
Para bajaros el fanzine completo:http://
Interesante texto que llego hace un tiempo. Propuesta para los demás núcleos anticapitalistas, comunistas y anarquistas. El crecimiento teórico es a la vez práctica. Las tareas de la insurrección no requieren “expertos”, sino una organización de las mismas: estrategia practica, claridad teórica (en una reducción grosera)… Sabemos que no todos tendremos la misma capacidad para lanzar bien una molo o empuñar un arma así como manejar teóricamente las necesidades que nos impone el capitalismo en la lucha. El punto de partida en esta guerra es la no exclusión de cada tarea, sino un manejo básico de cada cual para que en la mancomunion con otros compas que quizás se manejan mas en otros temas nos permitan retroalimentarnos como nosotros a ellos. De eso se trata la guerra de clases…de saber organizar las tareas para la insurrección, sin dejar ninguna de lado pues todas son invariantes en la historia de esta guerra…quizás algunas requieren mayor preparación que otra en determinado momento pero nunca podrá priorizarse una sobre otra en tanto cada una entra en relación con otra, cada una lleva a la necesidad de la otra. Si clarificamos la experiencia en el mundo de la mercancía, inevitablemente requeriremos saber como enfrentarlo e intervenir en el proceso global de reproducción del capital, alterando el mismo y haciendo del momento presente uno diferente al pasado, uno que resquebraje la representación del espectáculo y crear las condiciones para nuestra emancipación.
Propuesta para una Praxis Revolucionaria
El siguiente texto, es un trabajo colectivo, que nace de la discusión teórica entre compañeras y compañeros, que luchamos a diario para fortalecernos como sujetos revolucionarios. Tomamos conciencia y en la lucha hemos avanzado y seguiremos avanzando. Creemos que es necesario compartir estas reflexiones que pretenden ser una herramienta teórica alternativa que ayude a constituir la práctica revolucionaria. Se las entregamos para que la sometan a la crítica, teórica y prácticamente. Creemos que otro mundo es posible pero solo en la medida que dejemos de ser masa, y nos volvamos sujetos autónomos conscientes, creativos y activos, que nos articulemos, que ejecutemos, que nos atrevamos, que nos equivoquemos, aprendamos y sigamos avanzando, podremos cambiar el orden existente. Lo importante es tomar posiciones, decidirse, caminar en serio, la revolución no es un juego, y necesita de todos y todas, necesita práctica y teoría, ninguna más importante que la otra, ambas deben ir de la mano e ir marchando juntas y dialécticamente.
La cosa va enserio, y por lo tanto debemos ser conscientes de los riesgos y el trabajo que implica tomar la decisión de vivir un camino de lucha. La revolución requiere voluntad y esfuerzo de aquellxs que decidimos tomar posiciones, es imprescindible sacar de nuestras mentes fantasías simplistas que nos llevan a creer que solo el placer y la satisfacción moverán cada una de nuestras acciones. Habrá momentos de cansancio y agotamiento, de desidia, pero otros sin duda de mucha satisfacción. No será fácil, el esfuerzo debe existir si queremos dar golpes certeros que nos encaminen a la victoria.
Es por la seriedad de las palabras que están leyendo que creemos necesario hacerles llegar este texto, que es una apuesta por la construcción teórica colectiva. Es imprescindible que se difunda, que circule que corra, pues creemos que hoy más que nunca estamos carentes de teoría. Los movimientos sociales son una masa uniforme que no cuestiona, hay instinto pero no critica, no hay trabajo teórico ni contenido político, y se vuelven una imagen, un espectáculo, una válvula de escape que deja de tensionar y se estira, un embudo y una salida fácil para mantener vigente el sistema. Es por esto que creemos que es necesario revisar la teoría y la práctica de “viejos” revolucionarios, para reinventarlas y contextualizarlas, reconociendo que en esta modernidad tardía o capitalismo tardío1 ningún paradigma teórico ni mucho menos ideológico nos ofrecerá una buena lectura del momento histórico del que somos parte, ni el marxismo, ni el anarquismo, ni en su versión situacionisita,2 pueden satisfacer hoy las explicaciones teóricas necesarias para comprender el estado actual de las cosas
Este texto entonces, es una invitación a la reflexión a la crítica y a la práctica, y una propuesta teórica del quehacer revolucionario. Hoy más que nunca es necesario e imprescindible un cambio de estas proporciones, un mundo que se agota ante la industrialización y la violencia del capitalismo, donde las personas somos arrastradas a la condición de objetos y nuestra libertad vive encerrada en una pantalla, en un espectáculo.
De este modo el siguiente texto pretende contextualizar conceptos teóricos tomados de luchas de antaño, para revitalizarlos y construir una herramienta teórica que nos permita acceder desde una perspectiva autónoma a la crítica y a la propuesta
Aclaramos que no somos marxistas, no somos anarquistas, utilizamos la teoría de Marx y las ideas anarquistas como herramientas de lucha que nos permiten comprender la sociedad, criticarla y transformarla en la acción y en la palabra. Somos parte de la lucha que emprendieron los primeros seres humanos que se rebelaron contra la explotación y la esclavitud, por lo tanto herederos históricos de sus luchas, nos hacemos cargo de sus errores para transformar constantemente nuestra teoría-práctica, estamos conscientes de su entrega, aciertos y desaciertos, y nos hacemos parte de ese camino que aquellas mujeres y hombres tuvieron la valentía mostrarnos, somos sus continuadores, somos historia, somos presente y futuro, somos revolucionarios.
Contacto : proletas@riseup.net
ESPACIOS PELIGROSOS
RESISTENCIA VIOLENTA, AUTODEFENSA Y LUCHA INSURRECCIONALISTA EN CONTRA DEL GÉNERO
Espacios Peligrosos by Valladolor
En una parte de la entrevista Gustavo Rodríguez aborda el libro que recientemente hemos editado y habla sobre Proletarios Internacionalistas, aunque a decir verdad habla más bien del GCI.
Sólo decir que no tenemos nada que decir que lo que incluimos en uno de los apéndices del libro y que añadimos aquí abajo.

CRÍTICA REVOLUCIONARIA
SECTARISMO DOGMÁTICO
Durante el largo proceso que nos llevó concretar los diversos aspectos y niveles de la crítica al insu rreccionalismo, de la cual este libro es una expresión, hubo aportaciones y críticas compañeras que nos ayudaron a mejorar diversos aspectos, también se dieron distanciamientos sanos e inevitables con otros militantes y, por desgracia, aparecieron por otra parte «críticas» cuyo eje argumental fueron la difamación y la amalgama, provocando rupturas entre compañeros, por significar un ataque a la confianza militante y a la comunidad de lucha.
En absoluto queremos darle propaganda al contenido de estas «críticas», pero sí queremos dejar claro el total antagonismo que existe entre la crítica revolucionaria y el sectarismo ideológico .
Nosotros no buscamos el aplauso de nadie, ni que los materiales que publicamos gusten más o menos a nuestra clase. Nos entristece que eso nos lleve a ser minorías en el interior de la propia militancia revolucionaria, pero nuestro objetivo es impulsar la constitución del proletariado en clase para barrer este mundo infernal del trabajo, aniquilar todo rastro mercantil y dinamitar todos los Estados. Y sabemos que ese objetivo requiere entre otras cosas la crítica a todas las ideologías, incluida la insurreccionalista, por mucho que esa ideología no quiera reconocerse como tal. La represión o la muerte de compañeros no puede inhibir esta necesidad de la crítica. Si por eso fuera nunca se podría criticar nada, nunca sería el momento. Entre otras cosas porque eso es la regla general en nuestra vida, en la vida de los revolucionarios, es más, es la regla de la gran mayoría del proletariado. La represión, la tortura, la muerte, no es una excepción, son el contexto terrorífico bajo el que se despliega la lucha de clases, son el medio natural en el cual emerge la crítica armada y el arma de la crítica contra este mundo.
Sabemos que un texto como éste, necesario y comprometido, va a suscitar animadas discusiones en el seno de la comunidad de lucha. Lo importante es que todo ese proceso de crítica, de discusiones, se articule como parte integrante de la lucha y del proceso de fortificación del sujeto de la revolución. Los desacuerdos, las contradicciones, incluso potentes, son propias de las minorías revolucionarias y del proceso de constitución en fuerza del sujeto de la revolución.
Crítica de la ideología insurreccionalista
comprender que la crítica proletaria posee dos aspectos: el constructivo respecto a nuestras luchas y el destructivo respecto a nuestro enemigo.
Quede claro que nosotros ni nos disociamos ni condenamos a ningún compañero que «decide pasar al ataque». Nosotros no escupimos sobre nuestro compañero preso por haber sido acusado de poner explosivos, no escupimos sobre el compañero apresado tras el atraco a un banco y por haber liquidado a dos esbirros, no escupimos sobre el compañero que decide empuñar un fusil y cepillarse a tal o cual burgués... Confundir la defensa de los compañeros que se definen insurreccionalistas con la defensa de la ideología, o el ataque a la ideología con el ataque a los compañeros, es propio de aquél que percibe todo por medio de la diosa ideología. A nosotros toda acción contra el capital nos parece la reacción más natural de nuestra clase frente a este mundo de mierda y siempre la reivindicaremos como expresión de la vida frente a la muerte. Por eso queremos dejar clara nuestra denuncia frente a esta metodología propia del enemigo que trata de asimilar la crítica contra la ideología insurreccionalista –o cualquier otra ideología– , con la disociación de los proletarios que pese a estar influidos por esa ideología luchan contra el capital. Esta amalgama es una maniobra que busca dividir e impedir el fortalecimiento de la comunidad de lucha.
Por otro lado nuestra concepción de la lucha nos impide hablar en los términos que algunos utilizan, tales como «compañeros que deciden pasar al ataque». En primer lugar porque nuestros compañeros están siempre atacando, de una forma u otra. Y en segundo lugar porque en lo que a la lucha se refiere, respecto a la comunidad de lucha, el «nosotros» y el «ellos» es una falsa concepción de la realidad. Bajo las lentes deformantes de la ideología algunos no ven a una clase peleando y estructurándose a diversos niveles para destruir de arriba abajo el capitalismo. Lo que ven son individuos, grupos, corrientes,
ideologías que pueden solidarizarse entre sí, ser más o menos compañeros... Nosotros entendemos por el contrario la lucha por la revolución como un movimiento de una clase que lucha en todas partes contra el mismo enemigo. La lucha y los reprimidos somos nosotros: SOMOS EL PROLETARIADO que se levanta contra la tiranía mercantil. Y somos nosotros, el proletariado, el que porta debilidades e ideologías, sí, pero también nuestra clase genera críticas a esas debilidades e ideologías. Sólo a nuestros enemigos puede interesarles que no se forjen esas críticas en el seno de la comunidad de lucha, sólo al capital puede interesar que el proletariado sea totalmente acrítico para que no se avance ni un paso en la destrucción de este mundo.
Algunos se muestran incapaces de entender en las luchas proletarias la diferencia entre la ideología como fuerza material del enemigo y la práctica de nuestra clase, identificando siempre las banderas con el movimiento. Son incapaces de comprender que la lucha proletaria contiene ideologías e influencias del enemigo –y nosotros, como proletarios, no nos libramos de estas debilidades, faltaría más– y la autocrítica es fundamental para desprenderse de ellas. La contrarrevolución no sólo se expresa en estructuras organizadas como pueden ser los partidos y los sindicatos, sino también como fuerza ideológica que se convierte en fuerza material que atrapa a los proletarios. Pero a algunos esto le tiene sin cuidado pues son incapaces de comprender que cuando se criticaba el peso de la ideología democrática en las luchas que se desarrollaron en el norte de África en el 2011, nadie se disociaba de nuestras luchas en esa región, sino al contrario, estábamos en plena pelea para fortalecer esa lucha, para criticar ideologías que porta nuestra lucha y que arrastran a la transformación de ésta en conflicto interburgués; que cuando se critica la ideología gestionista no se escupe a los compañeros que enfrentándose con el capital ocupan las fábricas en las que trabajan, sino que se está actuando contra la fuerza de integración de esa lucha en la dinámica del capital; que cuando se critica la ideología insurreccionalista no se está haciendo una disociación respecto al compañero que bajo esta ideología realiza un sabotaje, ni tampoco respecto al sabotaje, se está asumiendo la lucha a la vez que se
despliega una crítica a la fuerza material que representa la ideología intentando encuadrar esa expresión de lucha; y así podríamos seguir poniendo ejemplos. Sólo en la cabeza de los ideólogos existe esa separación en la verdadera comunidad de lucha en la que por un lado está el compañero que se autodenomina insurreccionalista, por otro el compañero que critica la ideología insurreccionalista, por otro el rebelde armado que ataca al Estado en el norte de África, por otro el que critica la democracia... Repetimos que para nosotros son expresiones de un mismo ser, de una misma práctica que se asocia y orga-
niza en múltiples estructuras asumiendo los diversos aspectos de la lucha para la abolición del capitalismo.
Entonces insistimos una vez más, somos intransigentes frente a la ideología democrática en las luchas recientes en el norte de África y compañeros del proletario que lucha con el fusil contra el Estado en esa región, somos intransigentes frente a la ideología insurreccionalista y compañeros de los que se autodenominan insurreccionalistas y atacan realmente al capital, somos intransigentes frente al propagandismo y compañeros de los que realizan publicaciones subversivas, somos intransigentes frente al tertulianismo y compañeros de los que asumen la discusión dentro de la lucha por abolir este mundo... Y es una manera de expresar esto en la forma en que el ideólogo lo percibe, pues para nosotros todo está unido y entrelazado, y el proletariado como ser asume todo eso. La ideología no sólo concibe todo esto de forma separada, sino que justamente lo que concibe como una unidad es ideología y lucha, definiendo toda separación de estos elementos como utilezas dialécticas», pues no perciben diferencia alguna entre la lucha proletaria y las ideas que flotan sobre esa lucha actuando como fuerza ideológica.
Nuestra identificación con todos los que luchan contra el capital, con todos los reprimidos en esta lucha, es tajante. Al mismo tiempo, nuestra lucha intransigente contra todas las debilidades, contra todas las ideologías que buscan dominarnos es incansable, pese a quien pese.
¡Arriba los que luchan!
¡Abajo todas las sagradas familias!
¡Por la anarquía, por el comunismo!
PROLETARIOS INTERNACIONALISTAS
Para otros textos: http://www.es.proletariosinternacionalistas.org/
Por el combate en el ámbito laboral
Dossier "por el combate en el ámbito laboral" by Valladolor on Scribd