Beyond Amnesty es
un texto único que disecciona la dura realidad de la autolesión y el
absoluto deterioro de la salud mental de los habitantes de los países
capitalistas occidentales. Una oportunidad para romper tabúes, una
lectura que perturba y obliga a pensar...
Avisamos
al lector: posiblemente te duela lo que leas, es el precio a pagar
cuando no se quiere mirar a otro lado y hacer como si nada.
[Texto completo]
“Si
unx no sabe cómo hablar es porque unx no sabe qué decir y viceversa. Y
unx no sabe cómo hablar y qué decir porque todo ha sido banalizado,
reducido a mero símbolo, a apariencia. El significado, que ha sido
considerado una de las grandes fuentes para la revuelta, una forma de
energía radiante, ha sido erosionado. Lo han roto, molido y pulverizado…
¿Qué dice unx? ¿Qué hace unx en medio de un desierto? Despojadx de
palabras para expresar la rabia por el sufrimiento que se ha vivido,
despojadx de esperanza para superar la angustia emocional que devasta la
existencia diaria, despojadx de deseos con los cuales luchar contra la
razón institucional, despojado de sueños hacia los cuales dirigirse para
barrer la repetición de lo existente, muchos sujetos se barbarizan en
la acción. Una vez que la lengua se paraliza, las manos tiemblan por
hallar alivio a la frustración. Inhibido de manifestarse, el impulso
hacia la alegría de vivir se trastoca, transformándose en su opuesto, el
instinto de muerte. La violencia explota y, al carecer de significado,
se manifiesta de una manera ciega y furiosa, contra todo y contra todos,
trastocando cualquier relación social. Donde no hay una guerra civil,
están las piedras que se lanzan desde los puentes a las autopistas o los
asesinatos de padres, amigxs o vecinxs.”
Crissus & Odosseus. Barbarians: Disordered Insurgence
A
veces me pillo riendo… y el sonido de la alegría en el espacio muerto y
amurallado que es el mundo civilizado queda atrapado en mi garganta.
Será
provocador o polémico decir que hay veces en que quisiera tener un
enemigo visible. Que mi alma anhela ser una guerrillera, una insurgente,
vivir una insurrección. Y, con ello, que también acepto que mis amigos o
yo podríamos resultar heridos, encarcelados o muertos en la batalla,
pero que lo haremos con una alegría de líneas claramente marcadas y la
sensación de que algo mejor que esto pueda llegar. Mi cuerpo desea
luchar y liberarse. Moverse. Escalar. Bailar. Hacer el amor. Atravesar e
ir más allá. Correr. Destrozar.
Quiero
vivir entre gente que es consciente de que vivimos en guerra. Una
guerra contra la vida. Contra el espíritu. Quiero vivir entre gente que
no se mire a las manos ni evite tu mirada cuando hables de lucha o
insurrección porque, en el fondo, saben que han claudicado, y porque
-tal vez, sólo tal vez- nunca han odiado realmente el sistema. Entre
personas que no hayan sido compradas. Que no comieron las pastillas que
les ofrecían porque preferían luchar con su sensación de angustia
patologizada que vivir en la zona muerta. Que no fingen estar luchando
cuando es obvio que lo que están haciendo es convertir un campo de
batalla en un jardín. Quiero estar en un lugar en donde la guerra sea
admisible.
Me
encuentro con alguien a quien no había visto en 5 años. Hablamos sobre
gente que conocemos y gente que no – cómo les va, qué hacen. Muchxs de
ellxs están quebradxs. Deprimidxs, perdidxs, al borde. Algunxs se han
suicidado. Otrxs se han asentado y están satisfechos, entablando un
compromiso emocional con el sistema porque, como un amigo escribió, si
fuera fácil no lo llamarían lucha, y algunas veces te cansas demasiado
de luchar contra el fantasma.
No necesitas una pistola para matar a alguien.
No necesitas ladrillos para hacer una cárcel.
Quiero
un enemigo que no sea yo, que no sea los enemigos en que convierto mis
relaciones. Quiero que mi sensación de tensión y belicosidad – mi
sensación política y emocional de estar sitiada, de estar bajo ocupación
– se refleje en el exterior. Alguien dijo una vez que ir a Palestina
era un alivio porque, de repente, la realidad exterior iba a la par con
su experiencia emocional cotidiana en el Reino Unido (RU): una situación
de crisis. Y yo también siento esto. En disturbios, en grupos, en
acciones. En donde vivo, el enemigo es tan grande que engloba todo,
incluso a mí misma. No hay esperanza más allá de esta realidad. Después
de todo, éste es un lugar a donde la gente viene buscando asilo. Sigue
siendo una tierra prometida en donde las calles están pavimentadas con
oro. ¿Cómo se pelea contra eso? No hay ningún dentro o fuera del
sistema. Y parece que no hay salida.
Uno
de los sucesos más conmovedores para mí en los últimos años fueron los
disturbios de París – o al menos las noticias que leí sobre ellos. Un
joven describía su rabia, su grito de rechazo. Muchos no podían entender
sus acciones – había quemado los coches de sus amigos, había destrozado
el lugar en el que vivía. ¿Estaba confuso? No lo creo. Para él no había
futuro, ni ninguna esperanza de cambio, así que destrozó lo que odiaba.
Su vida. Al igual que los suicidios y autolesiones “sin sentido” que
tienen lugar cada minuto en el RU y el resto del mundo, fue un acto de
rabia, desafío y tristeza. Fue un intento de ser efectivo, aunque el
acto en sí mismo pueda parecer inútil y caótico.
Algunas veces lo único que nos queda es chillar con la esperanza de que algo se haga añicos.
…
Estoy
intentando entender la política de la violencia autoinfligida en el RU
y, como siempre, mi escritura es un pensamiento extendido, una idea, una
perspectiva, una intuición, un trabajo en curso y, por supuesto, está
basado en mi propia experiencia y posición dentro de la vida y la
sociedad. Algunas veces, cuando estoy mejor, me siento muy lejos de las
ideas que aquí exploro. Y entonces vuelvo a tropezar, mi habilidad para
levantarme decae y vuelvo a estar en el más oscuro de los lugares; es
allí donde nació este texto, y es allí donde vuelve a tener sentido. Así
que toma de él lo que quieras en donde sea que te encuentres.
Lo
que originalmente me inspiró a escribir fue sospechar que la idea de
que somos unos privilegiados por vivir en un estado capitalista avanzado
como el RU persiste incluso entre aquellos que consideran que tienen
una postura política radical, o sea, anticapitalista y/o antiestado.
Esto se revela en los comentarios más casuales, por la insistencia de
alguna gente, cuando hablamos acerca de salud mental y de la vida en el
RU, en que no puedo comparar el vivir aquí con vivir en el Tercer Mundo o
en un país en desarrollo. Hay indignación. Hay una cierta postura…
defensiva. ¿Cómo me atrevo siquiera a comparar estas cosas? Y también me
siento un poco incómoda con lo que estoy escribiendo porque, aunque no
estoy intentando entablar una comparación, la propaganda del privilegio
también ha echado raíces en mí. Claro está, puedes tener un puesto
privilegiado dentro del marco de referencia de un sistema particular –
por ejemplo, ser un hombre blanco con dinero es muy distinto a ser un
hombre negro y pobre en una sociedad capitalista. Pero esto es distinto a
pensar que de todos los posibles sistemas sociales, políticos,
espirituales, emocionales y económicos de los seres humanos, nosotros en
el RU hemos creado el sistema en el cual somos capaces de alcanzar
nuestro potencial humano y satisfacer nuestras necesidades y deseos.
No
quiero hacer ninguna comparación de experiencias, ni infravalorar los
horrores, la pobreza, y la lucha de la gente en otros países…, tampoco
glorificarlas. Está claro que hay gente de otros países que arriesga su
vida para llegar aquí y, algunas veces, encuentra refugio de otros
sistemas políticos y una mejor calidad de vida y salud. Sin embargo,
creo que es posible y vital señalar el impacto que tiene sobre nuestra
humanidad, libertad y salud el vivir en una sociedad capitalista,
tecnológicamente avanzada y de alta-vigilancia, e intentar desafiar
cualquier noción de privilegio, sin entrar en una competencia entre
mundos, entre experiencias en diferentes escenarios del capitalismo
global.
Si
no lo hacemos, la gente de aquí siempre luchará por “la otra/el otro”,
debilitando la resistencia genuina, haciendo que las expresiones de
solidaridad escondan un sentido taimado de “qué suerte tenemos”, de
paternalismo, y se vuelvan una excusa para no impulsar la lucha de aquí.
Hay cientos de personas en una noche de solidaridad con luchas
latinoamericanas, pero sólo veinte en un evento de apoyo a presos
encarcelados como consecuencia de luchas en Occidente.
Creo
que la poca salud mental de una gran parte de lxs británicxs desmiente
cualquier idea de que exista un buen sitio para estar en el capitalismo.
Los problemas de salud mental son pandémicos, pero yo sólo sé cómo es
crecer y vivir aquí, así que éste es el lugar que analizaré. La
depresión es una de las principales causas de muerte en Occidente. Donde
yo vivía, en el noreste de Leeds, de una población de 170.000 personas,
aproximadamente el 25% sufre o ha sufrido en algún momento (es decir,
ha buscado ayuda) problemas de salud mental. Son muchxs.
…
La primera cosa que quiero hacer al despertar es destruir las paredes…
…la segunda es destruirme a mí misma.
…
Al
lado de mi cama hay un gráfico colgado en la pared. Muestra cuántos
pacientes han sido atendidos en el departamento de urgencias de este
hospital en los últimos 6 meses y la razón por la que fueron ingresados.
Sólo en este hospital de urgencias casi 1600 personas llegaron tras
haberse autolesionado.
…
Cientos
de miles de personas se autolesionan cada año en el RU y se estima que
alguien se quita la vida en esta isla cada 82 minutos. El despotismo de
los modelos biomédico, farmacológico y psicoterapéutico de salud mental
continuará intentando persuadirnos de que el problema está dentro de
nosotros, como individuos, como organismos desajustados que están
fallando. Puedo estar de acuerdo con esto, en cuanto a que nuestras
condiciones existenciales tienen un efecto devastador en nuestra salud
física y mental: nutrición pobre, ambientes estresantes, relaciones
inestables, polución (aire, luz, material y ruido), agresiones
generalizadas, soledad, trabajo y tecnología omnipresente; todo esto
dificulta, a mi parecer, extraordinariamente, nuestra capacidad para
crear y mantener una buena salud, un buen cerebro, unas buenas
relaciones sociales y un buen humor. Pero, por otra parte, creo que
nuestra salud mental, o la falta de ella, es sobre todo una respuesta
normal a unas circunstancias anormales y constituye, de alguna manera,
la línea de frente, las trincheras, en la guerra contra la humanidad
llevada a cabo por el estado-nación y la masacre económica.
…
Hay
23 paredes en mi piso de una sola habitación. Hay 6 ventanas, 4 cuatro
de ellas permiten que entre algo de luz, todas están en frente de más
paredes. Hay techos y suelos. Hay 4 pisos en mi bloque, sin contar los
dos bajos. Casi nunca veo a la gente que vive en ellos. Hay una puerta
eléctrica pesada que da al pasillo de entrada comunitario, flanqueado
por paredes de ladrillos, cubierto por una fina alfombra desgastada y
que acaba en unas estrechas escaleras de metal. El bloque, como un día
bromeó un policía que venía a detenerme tras haber dado conmigo, es una
fortaleza.
Salgo
de mi piso para ir a pasear, acudir a citas y asambleas o para tomar un
café con lxs amigxs. Algunas veces ni salgo. No tengo ninguna razón
para hacerlo. O ninguna motivación. Estoy deprimida. Suicida. Encuentro
actividades para ocupar mi tiempo. Cuando salgo del piso, estoy rodeada
por ruido, gente, edificios, tráfico, malos olores, cámaras y uniformes;
policía, oficiales de apoyo a la comunidad, agentes peatonales, agentes
de tráfico, seguratas, conductores de autobús, oficinistas,
cybergóticos y emos, canis, antifascistas, yonkis, padres, anarcos,
hippies. Nunca veo el horizonte, casi nunca veo la luna. Ni las
estrellas. Hay un pequeño espacio verde pero está apartado y por lo
visto tengo adicción a mi jaula. Recuerdo que cuando era niña tuve un
hámster. Se pasaba casi todo el tiempo intentando cavar un túnel en una
esquina de la jaula para encontrar la libertad, así que lo saqué de
ella. No demoró ni un segundo. Se dirigió directamente a una esquina de
la habitación y siguió cavando. No se dejaba engañar por la jaula más
grande. Soy como un perro atado a una cadena, me puedo apartar un poco
pero el arnés alrededor de mi cuello vuelve a tirarme hacia atrás para
recordarme que hay limitaciones, que la única revolución en mi vida es
su circularidad implacable. Que tengo una circunferencia, que no soy
libre, no importa cuánto intente convencerme a mí misma de que tengo el
control, de que puedo causar efecto. Me aplasta la ilusión de poder
escoger. Me siento obligada a tener que escoger entre un millón de tipos
de naranja cuando, en realidad, lo que quiero es una manzana. No cabe
duda de que la vida está hecha para vivirla con urgencia, con
imperativos o, al menos, con algún significado que venga desde fuera de
mi propia invención. No cabe duda de que yo no debería estar
preguntándome en qué momento escogeré la muerte…
…
Mi
sentido del olfato ha cambiado, es más agudo por la fetidez de la
civilización. Madreselva y azufre. Perfume y meados. El humo de un
autobús como si alguien me hubiera aplastado la cara contra una alfombra
vieja. Como una epiléptica antes de su ataque, alertada por el olor de
peras o almendras. Me inmoviliza para que no luche. Mordiéndome la
lengua porque si comienzo a gritar nunca pararé.
…
Se
piensa que las autolesiones son la segunda causa de ingreso en las
salas de emergencia del RU (la primera son los “accidentes”). La
definición de autolesión intencionada (Deliberate Self-Harm, o DSH) se
refiere a comportamientos de violencia autoinfligida como cortes,
ingestión de sustancias tóxicas (incluidas las sobredosis de droga),
quemaduras, cabezazos contra las paredes, tirones de pelo e intentos de
suicidio. Otros comportamientos arriesgados más aceptados socialmente y
más extendidos como el abuso del alcohol, el tabaco, los desórdenes
alimenticios y el sexo sin protección también se consideran
autolesiones, aunque no se incluyen en las estadísticas de autolesión.
…
Entre
la pobreza demoledora de Lincoln Green, estoy tumbada en una cama de
hospital, un lugar de seguridad momentánea, con frío, sola, asustada,
avergonzada, consumida por la culpa, desesperada por escapar de mi
propia cabeza. Sólo quiero dejar de ser yo misma. Dejar de estar aquí.
Hacer algo que rompa mi vida, que la abra y revele algo mejor. Algo más
tolerable. Tengo dos heridas en mi muñeca izquierda y puñaladas en mi
muslo derecho. Supongo que no es normal atacarse a una misma. Un doctor
con cara preocupada lee mis notas. ¿Te alegras de estar viva?, me
pregunta. No mucho, le respondo. Lo que sea. Con tal de que algo cambie.
…
Corto para que las cosas sean mejores.
…
Las
estadísticas de autolesiones son problemáticas. La violencia
autoinfligida se suele llevar a cabo en secreto, y muchos casos nunca
llegan a los hospitales de urgencias. Sin embargo, un estudio
gubernamental publicado en 2001 indica que aproximadamente 215.000
adultos en el RU podrían haberse autolesionado en un periodo de doce
meses, y que más de 24.000 adolescentes ingresan cada año en los
hospitales por herirse a sí mismxs. Una vez más, estas cifras no
incluyen la violencia doméstica, el abuso de sustancias tóxicas, el
suicidio, los desórdenes alimenticios ni otros comportamientos
autodestructivos. En su ensayo La política de la tortura: Dispersando
los mitos y entendiendo a los supervivientes, Joan Simalchick escribe
que “…el uso sistemático y generalizado de la tortura hoy en día no
tiene precedentes… Amnistía Internacional describe la tortura como la
epidemia del siglo XX.” En el RU parece que hay una epidemia sin
precedentes de autolesiones que ofrece, con sólo mirarla someramente, el
inquietante panorama de una cultura caracterizada por la violencia
sistemática y generalizada, pero, en este caso, autoinfligida.
La
violencia autoinfligida es un tema complicado y mucha gente no lo
entiende -incluso lxs que la llevan a cabo-. También hay gente que
manifestará públicamente no entender estos actos mientras en privado se
autohiere, o se dedica a otras formas de autoabuso socialmente más
aceptadas, algunas de las cuales han sido históricamente instituidas por
los gobiernos y la industria con el objetivo concreto de establecer un
control social y beneficiarse de él, las más conocidas son el alcohol,
las drogas (las recreativas y las recetadas) y el tabaco.
La
autolesión se suele explicar como una necesidad de control,
comunicación y castigo. De la misma manera, la tortura trata de
controlar al individuo, forzarlo a comunicar y castigar a la víctima y
su comunidad. La violencia autoinfligida ha sido descrita como “una
respuesta normal a circunstancias anormales.” Es un indicador de que no
todo está bien en el mundo interno de alguien. Y el hecho de que sea un
problema tan grande dentro de nuestra sociedad -junto con los problemas
de salud mental en general- muestra que no todo está bien en nuestro
mundo colectivo. Los animales en cautividad se autolesionan, y los seres
humanos, sobre todo en Occidente, son cada vez más propensos a ello.
…
Me
parece que casi no existe la necesidad de “desaparecer” personas,
torturarlas, someter directamente a la población a aquellos que la
controlan. Hemos sido entrenadxs para hacerlo nosotrxs mismxs.
…
El
sistema en el que vivimos ha estado desarrollando y perfeccionando sus
técnicas de control social durante cientos de años: masacres,
persecución religiosa, colonización, patrullas de reclutamiento forzoso,
ahorcamientos masivos, esclavitud y servidumbre, cercamientos de
tierras[1] y destrucción de propiedades colectivas, deportaciones, el
manicomio, la fábrica, la cárcel, el aula de escuela, el fascismo, la
sociedad de vigilancia en Alemania del Este, donde había un agente de la
Stasi por cada 50 habitantes (sin contar a los informadores), y, en el
RU de hoy en día, un estado neofascista en donde cada ciudadano puede
esperar que le filmen con cámaras de circuito cerrado al menos 300 veces
al día (“Démosles algo que observar” dice una publicidad al final de mi
calle), y donde se esta construyendo una inmensa base de datos que
constituirá los cimientos de un proyecto de tarjeta de identificación
que proporcionará acceso a toda tu historia personal (perfil familiar,
expediente escolar, historial de salud física y mental, muestra de ADN,
escáner de retina y huellas digitales), a los cuales podrá acceder
cualquier autoridad que consulte tu tarjeta de identidad, y que
contendrá también un perfil de tus actividades, como la cantidad de
alcohol que compras o dejas de comprar.
…
Gran
Bretaña está fundada en la violencia, el exterminio y la tortura: hacia
la tierra, hacia otras especies, hacia individuos y comunidades. Y
antes de que el imperio saliera a conquistar el mundo, tenía que
conquistar a la gente dentro de sus propias fronteras. El sistema en el
que vivimos se basa en el genocidio y en el cercamiento. Algunos
teóricos definen hoy nuestra transición de una vida basada en la
naturaleza a otra dependiente de la agricultura, la industria y la
tecnología como un ‘trauma original’, cuyo resultado psicológico es una
nación poblada por gente que padece un trastorno por estrés
postraumático como forma de vida.
Algunos
de estos sucesos ocurrieron hace tanto tiempo que no los recordamos.
Pero estamos rodeados de las consecuencias. Y aquí, el gobierno, los
educadores, las instituciones y los que sacan provecho han aprendido
lecciones valiosas de la historia y han conseguido un perfeccionamiento
de control social que hace de la resistencia un acto complicado: porque
los perpetradores de violencia ya no son tan obvios, ya no es
directamente el estado sino nosotrxs contra nosotrxs mismxs.
…
Chelis
Glendinning habla sobre el trauma original que sufren todas las
personas que se han criado en Occidente. El trauma original es un pesar
profundo: pérdida de lugar, de personas, de propósito. Imagina estar
sumidx en un ciclo eterno de angustia. Disforia. No tienes que
imaginarlo, lo vivimos. ¿A qué distancia está tu familia biológica? ¿Con
qué frecuencia los ves? ¿Cuándo los perdiste o cuándo te dejaron?
¿Cuántas personas de tu “familia escogida”, es decir, tus amigxs, viven
en un rango de 200 km desde tu casa? ¿Con qué frecuencia las ves?
¿Cuántos campos en los que solías jugar o pasear han sido cercados o
están urbanizados? ¿Cuántos amantes has tenido y perdido? ¿Puedes llegar
a entablar una relación sin necesidad de preguntarte cómo y cuándo
acabará? ¿En cuántos lugares has vivido y de cuántos te has ido? ¿Cómo
de asustadx te sientes? ¿Cómo de perdidx? ¿Cuántas veces has vivido un
sentimiento profundo de propósito colectivo y después, sin que tú lo
puedas impedir, cambian los tiempos, la gente o tu mismx y te encuentras
de nuevo solx y sin propósito?
No deberíamos tener que sufrir tanto. ¿O sí?
…
Soy
un bebé, una niña, una chica pequeña. Vivimos en un pueblo naval
sórdido, mis abuelos viven en Londres. Los vemos con bastante
regularidad, pero cuando se van a casa me agarro a ellos y grito. No
quiero que se vayan. Comienzo el colegio. Dejo el colegio. Empiezo en
otro. Amigos distintos. Mi hermano va a un internado, lo paga la Marina.
Lo extraño. Abusan sexualmente de mí y pierdo mi cuerpo. Dejo el
colegio. Mi padre se va. Nunca vuelvo saber de él. Intento ahorcarme.
Entro a otro colegio. Amigos distintos. Mi madre se vuelve a casar. La
pierdo. Una abuela muere. Su marido se vuelve a casar y se muda al
norte. Nunca volvemos a saber de él. Dejo el colegio. Voy al instituto.
Intento matarme. Entro en la Universidad. Amigos distintos. Ciudad
diferente. Amo a alguien. Rompemos. Intimidad, después silencio. Dejo la
universidad. Me mudo de pueblo en pueblo. Amo a alguien. Nos perdemos
el uno al otro. Cambio de pueblo. Cambio de pueblo. Cambio de casa.
Cambio de pueblo. Intimidad. Retiro. Cambio de país. Lxs mismxs amigxs.
En diferentes lugares. Amo a alguien. Rompemos. Cambio de ciudad. Amigxs
en diferentes lugares. Lxs amigxs se mudan. Yo me mudo. Conexión.
Retroceso. Esperanza. Miedo. Aniquilación. Alienación. Estoy en un
calabozo. Estoy en una prisión. Estoy en un hospital. Estoy en el
trabajo. Estoy en mi piso. En ningún lugar me siento bien. Siento que
ningún lugar es seguro. Nadie es seguro. Nadie me sienta bien. No me
siento segura. No me siento bien. No quiero estar sola, pero mis
relaciones parece que sólo me hacen daño. No se cómo amar, ni a mí misma
ni a lxs otrxs. No sé como dejar que me amen. No sé como vivir. Y sigo
jodiéndolo todo.
…
Una
breve comparación entre las técnicas de autolesión y las técnicas
oficiales de la tortura da qué pensar. Y la autolesión es más frecuente
entre la población más expuesta a la tortura: mujeres y niñxs, sus
familiares, presxs (la incidencia de autolesiones entre hombres presos
es igual a la de las mujeres “libres”), grupos étnicos oprimidos,
cualquier persona que haya sufrido violencia sistémica y sistemática.
Hay más hombres que se suicidan de forma efectiva, pero también hay más
hombres que mujeres que mueren en combate.
Analizar
las razones y las funciones sociopolíticas de la tortura, sus
definiciones y técnicas y las consecuencias para la víctima y las
comunidades involucradas, es, a mi modo de ver, un camino útil y
revelador para entender la violencia autoinfligida en las economías
capitalistas como el RU.
La
función sociopolítica de la tortura es romper el poder del individuo.
Es una forma de desarticular la voluntad psicológica de la víctima y de
crear una cultura del miedo, no sólo en el individuo torturado, sino
también en la comunidad de la que se podría extraer la próxima víctima.
El torturador pocas veces quiere matar. Es un medio para el control
social y las víctimas de la tortura son su herramienta.
Las
técnicas empleadas por el torturador abarcan un amplio abanico de
posibilidades. Incluyen palizas, heridas de corte o punzantes,
quemaduras, electrocución, experimentación forzada, extracción de
extremidades o tejidos, condiciones físicas extremas, tortura sexual,
tortura mental (amenazas, ejecuciones simuladas, encierros en soledad o
privación sensorial). Las técnicas de autolesión son parecidas.
…
“¿Te
cortas con cuchillos, cuchillas, vidrio roto, agujas, clavos, clips,
pins, tijeras, tachuelas, cualquier cosa que caiga en tus manos?
¿Golpeas tu cabeza contra las paredes? ¿Das puñetazos contra ellas hasta
que tus nudillos se magullan o sangran? ¿Te lanzas contra cristaleras?
¿Quemas tu piel o tu cabello? ¿Te tragas pilas para que se abran y su
ácido te queme por dentro? ¿Te golpeas con objetos contundentes? ¿Te
golpeas en el estómago, las piernas, la cabeza? ¿Intentas romper tus
propios huesos? ¿Expones tu cuerpo a condiciones climáticas extremas sin
cubrirte y así quedas insolada, congelada, resfriada o febril? ¿Miras
directamente al sol hasta que casi te ciega? ¿Te tiras del pelo? ¿Te
muerdes o arañas hasta sangrar?”
Razor (sitio web sobre la autolesión).
…
Un
director de operaciones de la Stasi en la antigua RDA (Alemania del
Este) describe, en relación a las formas de paralizar a los ciudadanos
opositores, el objetivo de estos procedimientos como “desarrollar apatía
(en el sujeto)… para llegar a una situación en la cual sus conflictos,
ya sean de índole social, personal, profesional, de salud o políticos,
se vuelvan irresolubles… suscitar miedos en él… crear y desarrollar
desilusiones… restringir sus talentos o capacidades… reducir su
capacidad de acción y utilizar desavenencias o contradicciones a su
alrededor con este propósito.” Claro está, la forma en que actuaban en
la RDA es bastante diferente de lo que sucede en el RU, pero estas
descripciones se podrían aplicar al estado de salud mental de muchos
británicos hoy en día. La directiva ‘Zersetzungsmassnahmen’ significa,
literalmente, ‘aniquilación del ser interior’ e incluye la creación de
“situaciones comprometedoras para ellos generando confusión acerca de
los hechos… y engendrando comportamientos depresivos e histéricos en la
persona-objetivo.” Aquí (Reino Unido) no hay agentes secretos que
decidan si puedes acceder a uno u otro trabajo, casa o escuela. Sólo hay
una ingeniería social. No hay agentes secretos que nos comprometan
confundiendo los hechos o engendrando comportamientos depresivos en
personas-objetivo. No hay agentes secretos: sólo hay un sistema
intangible pero eficazmente opresivo en donde el carcelero es todo
aquello que deseas (y que se nos dice que es lo que la gente de todo el
mundo desea), todo lo que piensas, todo lo que te rodea. Hay una
confusión masiva perpetrada por los medios de comunicación y hay una
cultura del miedo creada por el gobierno y su guerra contra el
terrorismo, contra los jóvenes, los sin techo y los inmigrantes, además
de por los métodos tradicionales para crear miedo a través de la
imposición de normas culturales como el trabajo y la familia nuclear.
Allí está la pobre salud mental de millones de británicos. No hay
agentes secretos, pero el resultado es el mismo. No hay
personas-objetivo, sólo una sociedad de individuos desvinculados de
forma generalizada, alienados los unos de los otros y de sí mismos,
fuera de control, jodidos y apáticos, deprimidos o caóticamente
cabreados.
Aquí,
en Gran Bretaña, los ciudadanos no son torturados de manera rutinaria.
Hay ejemplos de violencia evidente hacia individuos, perpetrada por el
estado y sus instituciones -en particular, dentro del sistema policial,
del sistema de prisiones y del sistema de salud mental-, con detención
obligatoria, neutralización farmacológica forzada y prácticas como la
TEC (terapia electroconvulsiva o por electroshock -básicamente, daños
cerebrales-) y la neurocirugía (la infame lobotomía, que todavía se
practica aquí) , pero nada de esto sería enmarcado en un contexto de
tortura. La mayoría de la violencia en Gran Bretaña parece ocurrir entre
ciudadanos o contra sí mismos.
La
tortura ocurre en cuartos pequeños, celdas manchadas de sangre
vigiladas por guardias penitenciarios psicópatas. La tortura ocurre en
países con dictaduras o guerras. La tortura se refiere a la amenaza.
Amenaza a nuestra integridad: como una mente, un cuerpo, un alma, como
una comunidad. La tortura se refiere a la creación de una cultura del
miedo, círculos de silencio y obediencia absoluta a algo o alguien que
no eres tú. Pero, ¿es posible que la sociedad capitalista en la cual
vivimos no sea más que una vasta cámara de tortura sin lugar fijo que
utiliza técnicas psicológicas muy avanzadas, tan astutas que llegamos a
confundir un estado de tortura con un estado de privilegio?
…
En
cualquier lugar del mundo hay gente con cicatrices. Después de todo,
esto es el capitalismo global. ¿En qué piensas cuando piensas en
cicatrices? ¿Piensas en las fotos de piel negra marcada por instrumentos
de tortura en dictaduras lejanas publicadas por Amnistía Internacional?
¿Piensas en las cicatrices en los cuerpos de mujeres, niños y hombres
sometidos a violencia doméstica? ¿Piensas en las marcas de jeringas en
brazos de yonkis en los lugares más oscuros de la ciudad? ¿Piensas en
cicatrices en el rostro de hombres que se han peleado en un pub o que
han sido asaltados o atacados por chavales encapuchados? ¿Piensas en el
pequeño círculo de vacuna en la parte superior del brazo de todos los
adultos para protegerlos de las enfermedades de la civilización? ¿Alguna
vez has notado las cicatrices en los brazos de la gente “normal”?
Líneas blanquecinas extrañas e inexplicables que surcan la piel de
hombres y mujeres de todas las edades. Mira a tu alrededor. Las verás.
Es como quitarse una venda y volverse sensible a estas marcas y lo que
hay detrás de ellas. Las cicatrices no son el privilegio del Tercer
Mundo, de dictaduras evidentes, de zonas de guerra oficial. La guerra
contra la vida no tiene fronteras, y sea cual sea el punto del
capitalismo en que vivamos, en cualquier lugar del mundo en que nos
encontremos, por mucho que nos digan lo privilegiados o lo
desafortunados que somos, todos y todas estamos heridxs y marcadxs por
ella. Estas cicatrices cuentan la historia de la civilización. Son todo
lo que necesitas saber.
…
“Hay
una diferencia entre la pobreza en el Tercer Mundo y en Occidente…
cuando mi amigo filipino me preguntó por qué tanta gente intenta
suicidarse aquí, simplemente no supe qué responderle. Para quien nunca
la ha padecido, la pobreza de nuestra cultura es muy extraña… [...] hay
otra solidaridad en un nivel más profundo de la lucha. Tiene que ver con
el acto cotidiano de vivir, es la lucha contra la alienación de
nuestras propias vidas”.
Extraído de un panfleto de Solidaridad Pacífico Sur
…
A
cada vez más gente en el RU se le diagnostica un trastorno por estrés
post-traumático (TEPT) o un DESNOS (Desorden de Estrés Extremo sin
Especificar, que involucra la exposición repetida y prolongada a
experiencias traumáticas). Yo considero que los diagnósticos no reflejan
lo importante, pero en este caso me parecen útiles. El TEPT solía ser
un problema aplicado a supervivientes de la tortura o de situaciones de
guerra, amenaza a la integridad física o desastres naturales. Pero
incluso las autoridades psiquiátricas han tenido que admitir que hay
mucha gente que cumple los síntomas de TEPT sin haber sido sometidas a
las causas comunes que se le asignaban (es decir, no siempre pueden
explicar sus síntomas como el resultado de un acontecimiento traumático
concreto como una guerra o un encarcelamiento), de ahí viene el DESNOS.
Abusos
a niñxs, abusos sexuales, violencia doméstica, ruptura matrimonial,
divorcio de los padres, todos son reconocidos como posibles factores que
contribuyen al inicio de un TEPT. Pero todos los síntomas que componen
el TEPT también son comunes en muchos otros desórdenes mentales: la
ansiedad, la depresión y los problemáticos “desórdenes de personalidad”
(cualquier personalidad o comportamiento que te marca fuera del
consumidor somatizado, con salario, obsesionado con los productos que
puede comprar, conformista y políticamente inactivo), que han sido
inventados por las compañías farmacéuticas para vender más drogas y por
los psiquiatras y el sistema de justicia para poder invalidar y extraer
de la sociedad a todos aquellos que rehúsen someterse.
…
Tengo
doce años. Un año después de que mi padre nos abandonara. El año en que
mi madre se vuelve loca, rompiéndome cepillos en la cabeza cada noche a
causa de su frustración, abusando emocionalmente de mí, golpeándome,
empujando mi cara contra la nieve porque está enfadada y sola y lo
exterioriza con la persona equivocada porque la persona correcta no la
escuchará, dejándome sola porque ya no puede aguantar la casa que alguna
vez compartieron. Estoy de pie bajo el marco de su puerta, es de noche,
no puedo dormir, estoy desesperada por decir algo pero perdí mis
palabras. Me ruega que me vaya a la cama, que la deje dormir. No puedo
moverme. No puedo hablar. Mi padre finge no conocernos si nos lo
cruzamos en el supermercado o en la playa. Mis sentimientos ya no
cuentan. Trato de ahorcarme, llena de odio y rabia, de amor reventado,
de esperanza reventada y de confianza reventada.
…
Me
arrastran al psiquiatra. Literalmente arrastrada, pateando y gritando, a
través del páramo de la Costa Sur, a la sombra de buques de guerra,
barcos prisión y viejas fortalezas, por debajo Portsdown Hill y sus
instalaciones de investigación militar de ladrillo rojo, pasando una
urbanización tras otra de pisos de protección oficial podridos y
cuarteles navales, bajo la lluvia, a un psiquiatra y, desde entonces
hasta hoy, soy yo quien ha hecho algo mal, hay algo equivocado en mí. Mi
padre le envía a mi madre textos sobre análisis transaccional y mi
madre se deleita con que el primer psiquiatra rehúse recibirme porque
hago demasiadas preguntas, forzándolo, a mi manera infantil, a mirarse a
sí mismo. Soy una chica difícil, al menos eso dicen. Incontrolable.
Demasiado lista para mi propio bien. Soy mi peor enemiga.
…
Entonces, ¿qué, en nuestro mundo, podría llevar hacia un TEPT o un DESNOS?
“Los
sucesos traumáticos experimentados directamente incluyen, pero no se
limitan a, combate militar, asalto violento contra la persona (agresión
sexual, ataque físico, robo, atraco), ser secuestradx, ser tomadx como
rehén, atentado terrorista, tortura, encarcelamiento como prisionerx de
guerra o en un campo de concentración, crimen, desastres naturales o
causados por el ser humano, accidentes de coche graves o ser
diagnosticadx de una enfermedad que amenace tu vida. Para los niños, los
eventos sexuales traumáticos pueden incluir experiencias sexuales en
momentos inapropiados del desarrollo personal, sin que necesariamente
haya amenaza de violencia, violencia o daños. Los sucesos traumáticos
presenciados incluyen, pero no se limitan a, observar heridas graves o
la muerte por causa no natural de otra persona debidas a ataques
violentos, accidentes, guerra, desastres, o haber visto inesperadamente
un cadáver o partes amputadas de un cuerpo. Los sucesos traumáticos
experimentados por otrxs de los cuales se tiene noticia, incluyen, pero
no se limitan a, asalto violento a la persona, accidente grave, heridas
graves sufridas por un miembro de la familia o amigo cercano…”
(DSM-IV-TR: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
de la Asociación Americana de Psiquiatras, 1994)”
…
Un
informe de 1989 estimaba que a los catorce años, lxs chicxs en
Occidente han presenciado alrededor de 11.000 asesinatos en televisión.
…
Tenemos
más comida de la que podemos comer. Tenemos acceso a diferentes medios
para entretenernos: televisión, cine, radio, la industria musical,
Internet, PlayStations. Nuestrxs hijxs tienen juguetes y tecnología con
las que se mantienen ocupadxs. No nos atacan ejércitos, paramilitares o
policías secretas. Podemos transportarnos fácilmente de un lugar a otro.
Podemos vivir donde queramos y viajar por el mundo. Tenemos educación
para todxs y oportunidades laborales. Tenemos suficiente dinero para
vivir -algunxs más que otrxs-, pero pocxs de nosotrxs no tenemos nada.
Tenemos drogas recreativas para disfrutar y drogas médicas para
mantenernos vivxs y dejar de sentir demasiado. La mayoría no teme por su
seguridad física, nuestras casas están protegidas y nuestras prisiones
están literalmente desbordadas (la solución es meter a lxs presxs en
contenedores de mercancía modificados).
La
gente muere aquí de malnutrición, no por hambre, sino por obesidad.
Muchos occidentales la sufren en su día a día. La comida que comemos ha
sido descrita como ‘anti-nutritiva’ por algunos nutricionistas
-importada, empaquetada con materiales tóxicos, y producida por una
maquinaria de agricultura industrial masiva (suelos pobres e
insecticidas)-. La comida rápida y las chucherías no son comida. La
comida que comemos no nos sana, nos hace daño. El conocimiento y proceso
de cultivar, cosechar y recolectar nuestra comida también se ha perdido
-junto con el proceso curativo de estas actividades, nuestra conexión
con la naturaleza y la sensación de autonomía sobre nuestras necesidades
básicas y supervivencia-.
Soportamos
sobredosis de información -una especie de ruido blanco- totalmente
banal, anestésica y paranoica. La capacidad de concentración ha
disminuido y la interacción humana está cada vez más mediada por la
tecnología. En lugar de nuestras vidas “reales” tenemos “realities”.
Nuestras conversaciones, así como nuestros espacios privados, son
interrumpidos constantemente por llamadas al móvil, nuestras amistades
se mantienen a través de los mensajes de texto y los e-mails.
Vivimos
en una cultura del miedo al otrx. Estamos enchufadxs a los ordenadores y
la televisión. La educación -como siempre- se basa en enseñarnos a no
cuestionar, a pasar exámenes, a aprender sólo lo que el gobierno quiere
que aprendamos, a rompernos para que seamos un engranaje más de la
máquina. Un informe reciente de la UNICEF sobre niñxs en el RU lxs
describió como lxs más infelices del mundo desarrollado.
Aquí
tenemos el estado del bienestar. Tenemos tarjetas de crédito. Tenemos
una pobreza relativa, en vez de absoluta, junto a la propaganda de las
oportunidades y la elección.
Ya
no recordamos cómo curarnos a nosotrxs mismxs. Incluso si nos
acordáramos, las enfermedades producidas por la sociedad
tecno-industrial probablemente estén fuera del alcance de los remedios
tradicionales, y la industrialización ha eliminado muchas de las plantas
que empleaba la medicina natural. El RU es un desierto agrícola e
industrial.
Estamos
sujetxs a una vigilancia constante, aumenta el número de policías,
agentes cívicos, seguratas, cámaras, furgonetas con vídeo, equipos de
seguimiento de audio en los McDonald’s y las estaciones de tren,
pulseras de seguimiento electrónico, móviles con cámaras y rastreo de
llamadas y de correo electrónico.
…
[bares]
[tiendas] [restaurantes] [parques] [comiendo] [caminando] [calles]
[centros urbanos] [bloques de oficinas] [cajeros automáticos]
[probadores] [dormitorios] [desvistiendo] [vistiendo] [piscinas]
[puertas] [autopistas] [polideportivos] [playas] [tejados]
[helicópteros] [furgonetas de vigilancia] [hablando] [abrazando]
[luchando] [mcdonald's] [juzgados] [cafeterías] [comisarías] [teléfonos
móviles] [llorando] [bailando] [clubs] [pubs] [centros de salud]
[corriendo] [empresas de taxi] [taxis] [cárceles] [pasillos de escuelas]
[aulas] [patios de escuelas] [parques infantiles] [parkings]
[aeropuertos] [estaciones de tren] [estaciones de autobús] [trenes]
[autobuses] [puertos de ferry] [esquinas] [vallas publicitarias]
[webcams] [aprendiendo] [viajando] [estando quietx] [análisis de
movimientos] [vestíbulos] [ascensores] [ayuntamientos] [starbucks]
[casas] [bancos] [barracones del ejército] [análisis biométricos]
[análisis de patrones de grupos] [planetarios] [cines] [teatros]
[gimnasios] [parques de atracciones] [causando disturbios] [polígonos
industriales] [barrios de protección oficial] [gasolineras] [satélites]
[escaleras] [observando] [tosiendo] [metiendo goles] [sonriendo]
[muriendo] [robando] [amando] [follando] [besando] [agarrando]
[bebiendo] [quedando] [despidiendo] [comprando] [fumando] [perdiendo el
tiempo] [durmiendo] [trabajando] [esperando] [jugando] [rezando]
[desobedeciendo] [universidades] [centros comerciales] [galerías de
arte] [bibliotecas] [hospitales] [vendiendo] [mercados] [en el R.U. eres
grabado un promedio de 300 veces al día]
…
Imagina
los diferentes uniformes que patrullan las calles, cielos, edificios y
centros urbanos en Gran Bretaña y ponlos todos en el mismo uniforme,
digamos, un uniforme militar…
…
Se
están introduciendo sistemas de altavoces en las zonas comerciales del
RU: ladran mensajes desde un cuerpo invisible que te previene contra los
carteristas o te dice que recojas lo que acabas de tirar al suelo.
…
Tenemos
drogas para hacernos felices -legales e ilegales-, para hacernos
olvidar que estamos estresadxs y ansiosxs, para hacernos sentir cercanxs
a otras personas o simplemente para no sentir nada en absoluto, para
mantener la economía funcionando, para levantarnos por la mañana y
dormirnos por la noche. Tenemos terapias que nos ayudan a adaptarnos a
un sistema que nuestros cuerpos y mentes rechazan. Si las drogas y las
terapias no ayudan, tenemos drogas más fuertes, hospitales psiquiátricos
y otras prisiones. El diccionario de “enfermedades mentales” está en
crecimiento, la mayoría de ellas podrían describirse simplemente: la
civilización y el rechazo a la civilización.
La
muerte, la enfermedad o las lesiones resultantes de abusos de
sustancias, incluyendo el tabaco y el alcohol, la actividad sexual, los
accidentes de transporte, la obesidad, la contaminación, el estrés, el
suicidio y las autolesiones son epidémicas. La gente sí que teme por sus
vidas. Pregunta a los Samaritanos. Pregunta a las miles de personas que
cada año terminan en salas de urgencias porque se hicieron daño ellas
mismas, o bebieron mucho, o no podían garantizar que no se matarían
antes de que acabara la noche. Pregunta a todos los muertos o mutilados
como resultado de accidentes en la carretera, insuficiencia cardíaca o
cáncer.
La
forma en que vivimos es de cautividad, un estado esquizoide. Es
interesante que muchos de los problemas de salud mental que padecen
hombres y mujeres urbanxs, industriales y tecnológicxs tienen un
paralelismo con el comportamiento de los animales en cautividad:
reacciones de escape (corriendo de aquí para allá, haciéndose daño o
quedando postrados sin moverse), desórdenes alimenticios (anorexia,
bulimia, comer compulsivamente), sobre-acicalarse, balancearse y andar
de un lado a otro, automutilación, comportamiento sexual anormal y
comportamiento estereotípico (desorden obsesivo-compulsivo), apatía,
relaciones anormales entre padres e hijos (abandono, infanticidio),
prolongación de un comportamiento infantil, incluyendo la falta de
confianza social y una agresividad incontrolada, debido a la
superpoblación o al aislamiento, y dirigida a las personas u objetos
“equivocadxs” (los objetivos correctos, sus captores y los guardias del
zoológico, están fuera de su alcance). Todxs hemos escuchado las
historias de delfines intentando romperse la cabeza contra los cristales
de sus acuarios, y sabemos que los animales en cautividad tienen
dificultades para criar, la infertilidad y los abortos son una respuesta
al estrés (también para muchos occidentales) o una “elección”, traer
crías en un estado de cautividad se podría, después de todo, considerar
como un acto extraño de crueldad.
…
En
los últimos años se ha impuesto un toque de queda a lxs chicxs
británicxs, no se les deja congregarse en grupos de más de dos, se les
obliga a hacer exámenes académicos a la temprana edad de 7 años, tendrán
que pasar por una entrevista de 200 preguntas que “defina quiénes son”
para obtener un pasaporte, son el objetivo de la draconiana Normativa de
Comportamiento Antisocial (ASBO, Anti-Social Behaviour Order), se les
toman las huellas digitales en las escuelas (muchas de las cuales están
rodeadas por cámaras y ya no tienen corredores sino puertas que tienen
que ser abiertas y cerradas por “profesores”, lo que hace la libertad de
movimiento imposible).
…
Los
animales en cautividad, como los humanos modernos, tienen una vida
relativamente cómoda: se les alimenta, limpia, están a salvo del
salvajismo, tienen acceso a relaciones sexuales, un poco de espacio y
algo de estímulo. Como en nuestra “buena vida”. Y aún así, no parece que
la soporten. Nosotrxs tampoco.
Algunos
aspectos de la civilización son claramente una tortura como la que se
define en los manuales. Algunas definiciones de tortura mental incluyen:
“forzar a la víctima a torturar a otra persona, presenciar la tortura
de otra persona y presenciar asesinatos o violaciones…, detención en
completa oscuridad, exposición a luces brillantes, exposición a ruidos
constantes o privación del sueño. Condiciones precarias que incluyen la
falta de comida, cuidado médico y comunicación.” (de “Clinical Signs and
Symptoms”). Aplicar estas definiciones a la forma en que vivimos es
bastante fácil: secuencias violentas en los telediarios, películas y
juegos, alienación, policía por doquier, desinformación, exposición a
luces constantes y ruidos y condiciones pobres -cuanto menos, casi
endémicamente estresantes- para la mayoría de la gente.
Y el resultado:
“…
la siguiente constelación de síntomas se encuentra con frecuencia
asociada a un estresor interpersonal (por ejemplo, abuso físico o sexual
a niños, palizas domésticas, ser tomado como rehén, encarcelamiento,…
tortura): modulación afectiva disminuida, comportamiento autodestructivo
e impulsivo, síntomas disociativos, dolencias somáticas, sentimientos
de inutilidad, vergüenza, desesperación, desesperanza; sentirse
permanentemente herido; pérdida de creencias anteriores, hostilidad,
retraimiento social, sentirse constantemente amenazado, relaciones
interpersonales deterioradas o cambio de las características de
personalidad anteriores.” (DSM-IV-TR: Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales, de la Asociación Americana de Psiquiatras,
1994).
…
Ella
llora. Ella detiene su llanto, apretando dos dedos contra el puente de
su nariz hasta que las lágrimas dejan de salir. Está sentada en el borde
de la bañera, alumbrada sólo por la luz del pasillo que se filtra por
la puerta. No tiene razones para llorar. Sólo lo hace. Sólo lo desea.
Sólo está triste. Está avergonzada de esto, pero ella es así. Suelen
hacerle comentarios respecto a la tristeza de su cara, cada vez que hay
una pausa en la conversación, cuando ella es inconsciente de los ojos
que la observan. No quiere decir que no esté alegre a veces. Tiene
arrugas de risa. Pero a menudo ella siente su risa como si estuviera
captando con la mirada un animal que creía extinto. Y su tristeza es la
tristeza de un animal atrapado, al igual que su rabia, su letargia, su
odio; si no es hacia su carcelerx, es hacia sus compañerxs reclusxs,
aunque a veces es difícil hacer la distinción. Los vínculos íntimos son
un tirachinas listo, una pistola cargada sin el seguro puesto.
Le
cubre el agua turbia hasta las rodillas, cerca de Chichester. Vinieron
al estuario a nadar y a jugar. Ella, su hermanastro y su hermano. Ella
lleva un bikini. Azul eléctrico con borde rosa. Ella tiene 13 ó 14 años.
Tiene senos pequeños, apenas crecidos a su metro cincuenta de estatura.
Su hermanastro es mayor, 15 ó 16 años, no es alto pero sí robusto.
Están con el agua a las rodillas entre un juncal un metro más alto que
ellos. Él está intentando conseguir que ella se quite el bikini. Ella no
quiere hacerlo. Pero él es mayor, y proviene de una familia a la que su
madre admira. La chica cree que, de alguna manera, ella tiene que
ceder, incluso aunque no le guste estar aquí, incluso aunque se sienta
enferma y quiera llorar. Este “juego” lleva reproduciéndose durante
años. Ella no quiere ofenderlo ni iniciar un conflicto. Ella no es lo
suficientemente importante. Ella no tiene ningún derecho a negarle lo
que quiere. Después, él llena su bikini de barro cuando están nadando,
cogiéndole las tetas mientras lo hace, haciendo como si fuera una
inocente pelea de agua para que su hermano no note nada. En la tarde, se
sientan a comer con los padrinos y la novia de él. Él no la mira ni le
habla, pero cuando se van a dormir, él repta hasta la cama de ella e
intenta quitarle la ropa. Esta vez ella se resiste. Ella no quiere esto.
Aún ahora, muchos años después, cuando folla, cuando hace el amor,
cuando la toca un amante, tiene que apretar los dientes y resistir el
impulso de golpear, empujar o simplemente levantarse y correr.
…
¿Qué
hace la gente en cautividad, en las salas de tortura? Alguna gente
mantiene la mirada sobre el suelo hasta que la terrible experiencia
acaba. Pero si la situación continúa de manera indefinida -si es todo lo
que conoces-, entonces la mente buscará su propia salida. “Marx
predijo, erróneamente, que una profundización de la miseria material
llevaría a la revuelta y a la caída del capital. ¿No será, más bien, que
el incremento del malestar psíquico está llevando, por sí mismo, al
reinicio de la revuelta, y que, de hecho, esta puede ser la última
esperanza de la resistencia?” John Zerzan, La Psicología de Masas de La
Miseria.
La
incidencia de autolesiones entre los hombres encarcelados en el
floreciente sistema penitenciario británico iguala a la de las mujeres
“libres”. La autolesión (junto con la violencia doméstica, el abuso de
substancias y los trastornos alimenticios) es la respuesta del
superviviente a la forma de tortura que se puede describir simplemente
como “la forma en que vivimos”. La civilización y todo lo que la define
son, en esencia, los manuales de tortura psicológica aplicados a escala
masiva. El comportamiento de autoabuso de muchas personas aquí en el RU
(también en EE.UU.) tiene dos implicaciones: es al mismo tiempo un
intento de sobrevivir en el sistema exteriorizando todo aquello que se
nos ha enseñado a interiorizar, y, simultáneamente, una compulsión de
llevar a cabo el proyecto del Estado -aquello del control social y el
necesario desplazamiento de la ira y la desesperación desde su objetivo
genuino pero nebuloso (el sistema compuesto por el estado, la industria,
las finanzas y el comercio), hacia el único objetivo accesible, el
individuo aislado en una cultura en que la insurrección y la insumisión
masiva son cada vez menos pensables-.
De
alguna manera, la incapacidad de tantas personas de mantener un nivel
aceptable de salud mental en nuestro país es alentadora. Revela la lucha
de un organismo vital contra las instituciones opresivas y
aniquiladoras del Estado y el orden económico mundial: estar bien
adaptado en una sociedad profundamente enferma no es ningún indicador de
salud. Es el rechazo a una forma de vida intolerable. Es la incapacidad
de ajustarse a aquello que es dañino y antinatural, a pesar de la
existencia de lo que John Zerzan describe como La Sociedad Psicológica,
que a través de la terapia y las drogas hace todo lo posible para que
nos adaptemos cuando “el tema central es si ‘el mundo que refuerza
nuestra incapacidad para cambiar’ puede ser forzado a cambiar, hasta
dejarlo irreconocible.”
…
Sólo
tenemos que entender que hay una guerra declarada justo aquí, ahora
mismo. Si siempre crees que luchas por alguien que está peor que tú, ¿no
estás diciendo de forma implícita que tú estás mejor y, por tanto, que
en realidad hay partes del capitalismo (tu parte) que están bien?
Dondequiera
que estés, hay una guerra sin cuartel entre los imperativos
capitalistas y la pasión por la vida de la gente sometida a él. La
autolesión se entiende, por lo general, como una estrategia de aguante,
al fin y al cabo, se trata de mantenerse vivx ante circunstancias
intolerables. Sería un error, claro está, sugerir que la autolesión es
lo mismo que la resistencia, aunque los problemas de salud mental tienen
un gran coste para la economía. Es una reacción, una respuesta y un
rechazo. Es el grito. Pero hasta que no sea politizado, seguirá siendo
sólo un ataque del individuo contra el individuo.
Si
la lucha de aquellxs que sufren de problemas mentales o emocionales no
estuviera tan contenida, desplazada y estigmatizada hasta por aquellxs
que se consideran “radicales”, quién sabe qué tipo de sociedad forjaría
esa pasión por la vida desencaminada, esa inteligencia, ese rechazo.
Mientras situemos al enemigo dentro de nosotrxs, alentadxs por un
sistema entero, desde la educación hasta los modelos bio-médicos de la
enfermedad mental, y mientras sigamos viendo estos comportamientos como
enfermedades de las cuales hay una esperanza de cura basada únicamente
en cambiar el mundo interno del enfermo -en vez de en derrocar el
sistema-, nunca lo sabremos. Las sociedades capitalistas-imperialistas
avanzadas han sido tan eficaces, tan brillantes controlando y definiendo
cada aspecto de la vida y la psicología humanas (un préstamo de la
historia fascista y totalitaria) que ya poca gente es capaz de ver esta
situación; es omnipresente.
…
Creo
que la mayoría de gente que sufre en el RU un “problema de salud mental
común”, incluyendo mucha que se autolesiona (y esto incluye cualquier
comportamiento que no sea saludable para la mente o el cuerpo),
simplemente está revelando el estrés psicológico en masa causado por una
exposición prolongada a las condiciones de vida bajo un sistema
capitalista avanzado del cual no se puede escapar, una dictadura
elegida, una cultura del miedo deliberada, un ambiente altamente
contaminado y alienado, y un sistema omnipresente de vigilancia
altamente desarrollado.
No
hay lugar seguro al que podamos escapar, no hay ningún lugar adonde
podamos ir a pedir asilo por las condiciones bajo las cuales luchamos.
Occidente es, posiblemente, el final de la línea. Estamos, eso nos
enseñan a creer, en el mejor lugar que hay, el más seguro. Muchas
personas arriesgan sus vidas para llegar aquí. Pero el trauma
psicológico, físico, espiritual, económico, político y emocional que
soportamos es, pese a esta ilusión, a esta propaganda, constante e
interminable, cuando a diario se amontona una tensión tras otra, un
trauma sobre otro trauma (experimentado directa o indirectamente), miedo
sobre miedo, elección sin sentido tras elección sin sentido. No hay
ningún lugar donde estar bien en el sistema capitalista global; sólo hay
diferentes cámaras de tortura, con las herramientas adecuadas al
objetivo y la etapa de la batalla.
…
Hay
una historia de Augusto Boal, un dramaturgo brasileño radical pionero
del Teatro del Oprimido, que al encontrarse en el exilio europeo durante
los años setenta comentaba que no podía entender por qué la gente era
tan infeliz si no sufría una opresión política. Sin embargo, después de
un tiempo, llegó a la conclusión de que, aunque algunos estados europeos
no eran tan abiertamente opresivos, esto era porque la gente había
llegado a interiorizar la opresión y, a veces, ni siquiera veía a la
autoridad como el enemigo: a esto lo llamó “el policía interno”.
…
En
la relación con más abuso mutuo que he tenido, la que me jodió
emocionalmente hasta el punto en el que toda mi noción de la realidad,
lo que sabía de mí misma y el sentido de las cosas empezaron a
trastocarse, sin duda estaba luchando por mi vida. Él no estaba a punto
de matarme con sus manos, pero me dejaba sin palabras. Cuando alguien te
deja muda tergiversando todo lo que tú dices y, cuando le conviene,
todo lo que él dice, tienes que pelear con tus puños. Rara vez peleaba
contra él -sólo en la medida en que él peleaba contra mí: él empujaba,
yo abofeteaba-. Peleaba contra mí misma. Me quemé, tomé sobredosis, me
rajé las muñecas, pensé en el asesinato, rechacé a la gente que me
quería, muchas noches bebía casi hasta el coma, paré de comer, rompí
cosas, me detuvieron, intenté morder los dedos de un policía, intenté
morderme la lengua y grité. No fue un grito vocal. Salió de todo mi
cuerpo. Un grito impactante que duró cinco minutos hasta que me quedé
sin aliento y del cual no me creía capaz. Un grito de angustia absoluta,
incesante, inconsolable, atrapada, brutal, muda, impotente, histórica.
Era la única cosa que podía atravesar los barrotes, un sonido como una
mano extendida sin la esperanza de que el cuerpo pudiera seguirla. Era
lo único que quedaba por decir…
Ese
grito todavía está ahí. Está en todxs lxs que saben que están luchando
por su vida: lxs que se autolesionan, lxs alcohólicxs, lxs drogadictxs,
lxs parasuicidas y lxs suicidas, las víctimas de abusos domésticos,
policiales, racistas, homófobos, lxs que comen poco o demasiado; está en
las gargantas de chavalxs atrapadxs en familias nucleares, hogares
rotos o sin hogar y en escuelas y centros de menores, en las bocas de
lxs presxs y lxs prostitutxs, en las entrañas de millones de personas
dopadas por el Prozac, el litio y el Ritalin. Está en todxs, pero
algunxs están más cerca que otrxs de ese grito y lo que significa.
Si
no crees que estés luchando por tu vida, piénsalo de nuevo. Si sabes
que no estás luchando por tu vida, puede que estés en el lado
equivocado.
…
“Necesitamos
un programa de psicocirugía y control político de nuestra sociedad. El
objetivo es el control físico de la mente. Todo aquel que se desvíe de
las normas impuestas puede ser mutilado quirúrgicamente. El individuo
puede pensar que la realidad más importante es su propia existencia,
pero esto es sólo su punto de vista personal. Esto carece de perspectiva
histórica. El hombre no tiene derecho a desarrollar su propia mente.”
(Dr. José Delgado, un psiquiatra contratado por la CIA para el programa
de control mental MKULTRA después de haber servido al régimen
franquista).
“…
los oídos de lxs bárbarxs son sensibles únicamente a las voces que los
llaman a asaltar el Imperio, a barrer lo existente. Su furia incluso
produce terror en muchos enemigos del Imperio que dicen querer vencerlo,
pero de manera bien educada. Como cortacuellos civilizados, comparten
el desacuerdo pero no el odio, entienden la indignación pero no la
rabia; lanzan eslóganes de protesta pero no gritos de guerra, están
preparados para derramar saliva pero no sangre… Para lxs bárbarxs, como
para lxs niñxs, cuya naturaleza todavía no ha sido completamente
domesticada, la libertad no empieza con la elaboración de un programa
ideal sino con el ruido inconfundible de vidrios rotos.”
Crissus & Odosseus. Barbarians: Disordered Insurgence
[1]El
original se refiere a “enclosures”, el proceso de cercamientos de las
propiedades agrícolas, que comienza ya en el siglo XVI y se intensifica a
partir de 1760, a raíz del aumento de los precios de los cereales. Los
cercamientos se legalizaron cuando el Parlamento inglés aprobó la
“General Enclosure Act” (Ley de cercamientos) (1801). Este fenómeno
transformó la estructura del campo inglés sustituyendo los “openfield”
(campos abiertos) por los campos cerrados y convertían la tierra “común”
en propiedad privada.