La mutilación de los vínculos sociales que resulta del modo de producción basado en el valor necesita ser continuamente repetida y se expone abiertamente mediante la guerra. Así, una vez caído el barniz de “bienestar social”, aparece la violencia como experiencia vital de las relaciones sociales capitalistas. Aparece el mundo en ruinas que es tanto un producto del trabajo social de los sujetos económicos como mundo recreado a imagen y semejanza de las necesidades del capital. En él, frente a la progresiva “desubstancialización” del valor, la guerra como política de administración social y control territorial continua la brutal competencia económica e intensifica la lucha por la supervivencia en el mercado.
La creciente tensión entre el modo de producción basado en el valor y los resultados de su desarrollo histórico nos permite afirmar la necesidad de abolir el valor como medida de la riqueza social y el trabajo del que depende.
La negación del capitalismo como forma de reproducción social, solo puede ser llevada a cabo por aquellos que han sido negados por él. Si esta ruptura ocurre será producto de una autoemancipación asumida y practicada ya en el seno de la barbarie. El ahora es lo que orienta, sitúa y presiona.
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