La guerra que libran entre sí distintas fracciones burguesas es, más allá de los intereses inmediatos de éstas, una guerra contra el proletariado, que tiene como botín el derecho de dominación y explotación sobre el proletariado de determinada zona geográfica por parte de la burguesía triunfante. La distinta cobertura ideológica que adopte cada bando burgués (“defensa de la democracia y la nación”, “resistencia anti-imperialista”, “guerra santa”, “defensa de la legalidad internacional”, “lucha de liberación nacional”, etc...) es una cortina de humo que esconde, independientemente de que tengan conciencia o no de ello los participantes en el conflicto interburgués, un mecanismo de integración, captación y movilización del proletariado en pro de los intereses de la fracción burguesa de turno, con el que “por la democracia”, “por el Islam” o “por la patria” llevarnos al matadero contra nuestros propios hermanos de clase. Es por esto que la guerra que enfrenta, circunstancial y rotatoriamente, a dos o más fracciones imperialistas (cada fracción burguesa, cada átomo de capital, es imperialista en tanto que el capitalismo tiene su razón de ser en la producción y circulación de mercancías, en el beneficio, y por tanto, en distintos capitales compitiendo por un mercado, por materias primas, por una zona geoestratégica, etc.) y que conduce a la muerte a millones de proletarios, únicamente concierne a los intereses del proletariado en una cosa: en combatir a todos los bandos por igual, empezando, claro está, por el “nuestro”, atacando y saboteando a “nuestros” propios explotadores, atacando y saboteando “nuestra” propia economía nacional, combatiendo a “nuestros” propios empresarios y políticos, y en definitiva, a todos los sectores que, de una forma u otra, mantienen esta locura (sindicatos, ONG’s, ...). Las condiciones de supervivencia del proletariado mundial se van, poco a poco, homogeneizando. De la misma forma que las tan cacareadas “crisis” (no nos creeremos lo de las “crisis” hasta que no comencemos a ver a los empresarios suicidarse) de desvalorización del capital se van acercando lentamente a “los países ricos” (véase la rica Argentina, véase la intocable locomotora alemana, véanse los despidos masivos, reestructuraciones y “deslocalizaciones” en Estados Unidos y Europa, etc), el campo de batalla en el que la burguesía ajusta sus cuentas se va, como no puede ser de otra forma, extendiendo y aproximando al “mundo libre” de las democracias. Hoy más que nunca se hace evidente la necesidad de destruir cuanto antes el capitalismo para simplemente asegurar nuestra existencia. Hoy más que nunca se hace evidente que, o acabamos con el capitalismo, con la dictadura de la economía, junto con todas sus fracciones o, cayendo de un andamio, reventando de hambre, ahogados emigrando, devorados por un cáncer, o destrozados por la metralla, el capitalismo lo hará con nosotros. En Bagdag, en Casablanca, en Moscú, en Gaza, en Belgrado, en Grozny, en Jerusalén, en Nueva York, en Kabul o en Madrid, la burguesía se llena los bolsillos y nosotros ponemos los muertos. La única lucha que nos incumbe es la lucha de clases, la única unidad que existe es la de la burguesía mundial contra el proletariado.
TERROR PARA LOS ASESINOS DE PROLETARIOS, PARA TODAS LAS FRACCIONES BURGUESAS.
GUERRA A LOS CARROÑEROS DEL LAZO AZUL O NEGRO, A TODOS LOS DEFENSORES DE LA “PAZ” EN LA PESADILLA CAPITALISTA.
INTOLERANCIA CON LA DICTADURA DE LA ECONOMÍA, CON LA DEMOCRACIA.
POR LA DICTADURA DE NUESTRAS NECESIDADES. POR EL COMUNISMO.
¡PROLETARIOS DEL MUNDO, UNÁMONOS!